Muchos asadores aseguran que un puñado de sal gruesa puede salvar un asado. No se trata de superstición ni de un ritual heredado sin sentido: detrás de esta costumbre, que pasó de generación en generación, hay una explicación práctica que ayuda a controlar el fuego y mejorar la cocción de la carne.
Cuando el calor se intensifica, la grasa gotea y el humo empieza a invadir la parrilla, la sal aparece como un recurso eficaz para mantener el equilibrio justo entre brasas y temperatura.
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Por qué funciona la sal en las brasas: parrilleros expertos y ciencia del fuego
La sal gruesa actúa sobre dos frentes clave:
- Absorbe parte de la grasa que cae sobre el carbón y evita que arda en exceso.
- Modera la combustión, ya que, al caer sobre el carbón encendido, reduce levemente el oxígeno disponible.
El resultado: menos humo, menos llamaradas y una cocción más pareja, algo que cualquier parrillero agradece.
Ventajas de usar sal sobre las brasas
- Menos humo molesto: la grasa se quema de manera controlada.
- Llamaradas bajo control: la sal ayuda a “apagar” pequeños fuegos sin afectar el calor.
- Temperatura más estable: ideal para cortes gruesos.
- Mejor sabor: al no haber exceso de combustión, la carne conserva su aroma natural.
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Cómo aplicar el truco paso a paso
- Elegí la sal adecuada. Usá sal gruesa o sal de mar: su tamaño es perfecto para interactuar con el carbón.
- Momento justo para agregarla. Espolvoreala cuando las brasas estén bien formadas y antes de colocar la carne.
- Cantidad recomendada. Un puñado es suficiente para cubrir de forma pareja la superficie del fuego.
- Repetí si es necesario. Si aparecen nuevas llamaradas o el humo se vuelve intenso, sumá un poco más.






