El nervio vago es el núcleo de lo que se conoce como sistema nervioso parasimpático, encargado de llevar al cuerpo a un estado de calma. Cuando se activa, disminuye la frecuencia cardíaca, relaja la respiración y reduce la liberación de hormonas como el cortisol. Por eso, su estimulación no solo alivia la sensación de ansiedad momentánea, sino que también ayuda a contrarrestar los efectos del estrés crónico, una condición vinculada a problemas cardiovasculares, digestivos y emocionales.
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Según el neurólogo deportivo Dr. Vernon B. Williams, del centro médico Cedars-Sinai, prácticas simples como la respiración lenta, la meditación o el masaje pueden aumentar la actividad vagal, encendiendo la respuesta parasimpática del cuerpo. “Es como si un interruptor interno dijera: todo está bien, puedes relajarte”, explica. La teoría polivagal del Dr. Stephen Porges coincide: una exhalación prolongada estimula el nervio vago y envía señales de seguridad al cerebro, reduciendo el ritmo cardíaco y favoreciendo el descanso.
Cuerpo Mente Conexión
La armonía entre mente y cuerpo es clave para activar el nervio vago y promover el bienestar integral.
Más allá de las técnicas formales, actividades cotidianas también pueden ser aliadas: cantar, tararear, reír o incluso sumergir el rostro en agua fría provocan una activación casi inmediata de este circuito de relajación. La clave, según los expertos, está en integrar estos estímulos en la rutina, para que el cuerpo aprenda a responder de manera más eficiente ante los momentos de tensión.
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La investigación en torno al nervio vago ha crecido en paralelo al interés por terapias no farmacológicas para el manejo del estrés. En entornos clínicos, ya se utilizan dispositivos de estimulación eléctrica vagal para tratar depresión resistente y epilepsia. Sin embargo, la mayor parte de las personas puede beneficiarse sin tecnología sofisticada: la respiración diafragmática, el yoga y la meditación guiada son accesibles y respaldadas por evidencia científica.
Hombre Risa
La risa, además de contagiar alegría, estimula el nervio vago y favorece la relajación del sistema nervioso.
El impacto de su estimulación va más allá de lo emocional. Estudios muestran que mejorar el tono vagal —la capacidad del nervio para responder y recuperarse— fortalece la respuesta inmunológica, mejora la digestión y optimiza la regulación de la glucosa en sangre. Esto sugiere que, lejos de ser una moda pasajera del bienestar, su cuidado podría convertirse en una estrategia de salud integral.
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En un mundo donde las fuentes de estrés parecen multiplicarse, entender y aprovechar el potencial del nervio vago es como encontrar un mecanismo interno de autorregulación. No elimina los desafíos externos, pero ofrece una herramienta fisiológica para enfrentarlos con mayor equilibrio. Y, como concluyen los especialistas, no se trata de esperar a sentirnos al límite para activarlo: cuanto antes aprendamos a “presionar ese interruptor”, más resilientes podremos ser frente a las tensiones de la vida cotidiana.