El impacto de los femicidios y de la violencia de género en la infancia y la adolescencia
En la provincia de Santa Fe ya son 13 los niños huérfanos por femicidio en 2025. Cómo afecta la violencia de género a la infancia y qué respuestas faltan.
La violencia de género afecta a toda la familia, pero su impacto en la infancia y la adolescencia es especialmente intenso.
La historia de Griselda es una entre miles. Cada femicidio deja una niña o un niño que también se convierte en víctima. En la provincia de Santa Fe, trece chicos quedaron huérfanos por femicidio en lo que va de 2025, según datos del observatorio conjunto del Ministerio Público de la Acusación y el Ministerio de Seguridad. En 2024 habían sido veinte.
Las cifras muestran el daño que deja cada crimen más allá de su víctima directa.
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Los casos ocurridos en Santa Fe llevan a preguntar qué pasa con los chicos que sobreviven a la violencia de género.
Los casos ocurridos en Santa Fe llevan a preguntar qué pasa con los chicos que sobreviven a la violencia de género, ya sea porque presenciaron el femicidio o porque crecieron en un hogar atravesado por el miedo y las agresiones.
Qué pasa con quienes crecen rodeados de golpes, silencios y amenazas
El daño comienza mucho antes del hecho extremo, advierte la psicóloga Ainelen Meier, integrante de la Coordinación del área de género y disidencias del Colegio de psicólogos de Santa Fe.
“La preocupación no empieza en el femicidio que suele ser cometido por miembros del grupo familiar, muchas veces el progenitor o la pareja de la madre. Esa violencia previa deja marcas profundas”, explica.
Meier subraya que el impacto depende de la edad: “Niños, niñas y adolescentes están en etapas constitutivas de su psiquismo. Lo que ocurre en esos primeros años deja huellas que pueden aparecer toda la vida”.
En la mayoría de los casos el agresor pertenece al propio círculo familiar. Lo que sucede antes del femicidio ya deja marcas. “La violencia previa genera temores y fantasmas que anticipan lo que finalmente sucede”, señala. Y esas marcas se alojan en etapas decisivas del desarrollo.
En esos contextos, la escuela aparece como un espacio clave. “Por su masividad y por el vínculo afectivo con docentes, ellos pueden detectar señales de violencia. Vivir en una familia donde hay un agresor es una forma de maltrato emocional”, señala. A pesar de las limitaciones a las que se enfrentan los y las docentes cumplen un rol esencial.
Los signos que atraviesan a los más chicos pueden variar e ir desde: retraimiento, agresividad, y hasta cambios abruptos en la conducta. “No siempre el niño inhibido es el que sufre violencia. También puede expresarse con hostilidad hacia otros”, explica la psicóloga.
Ciclos que se repiten, silencios que pesan
Una de las preguntas es si los niños testigos de violencia pueden reproducirla en la adultez. Meier lo plantea con cuidado: “Es una posibilidad, pero no una regla. Algunos se identifican con el agresor como defensa; otros desarrollan empatía. En este punto, los programas de trabajo con masculinidades son fundamentales”.
También recuerda que muchas mujeres adultas que buscan ayuda arrastran violencias vividas en la infancia, incluso abusos sexuales. “Ese sufrimiento a veces se traduce en formas de sumisión o desamparo que se repiten después”, explica.
La especialista insiste en mirar las desigualdades: “No es lo mismo una mujer de sectores populares que una de clase media. En algunos contextos hay silencio, vergüenza o directamente falta de acceso a un teléfono para pedir ayuda. Las violencias se cruzan con la pobreza y la exclusión”.
Femicidios Santa Fe
El femicidio y el intento de femicidio ocurridos en octubre en la ciudad de Santa Fe, encendieron las alarmas y volvieron a poner la violencia de género en la agenda periodística.
Y agrega: “Si la violencia sigue activa, la intervención psicológica se complejiza. El trabajo solo tiene sentido cuando esa violencia cesa. Mientras tanto, acompañar implica sostener el daño sin poder repararlo del todo”.
La mirada estatal: qué funciona, qué no y qué falta
Melisa Manzino, subsecretaria de Políticas contra la Violencia de Género de Santa Fe, pone números sobre la mesa. En lo que va de 2025, trece niños y niñas quedaron huérfanos por femicidio en la provincia. En 2024 fueron veinte. Para ellos la respuesta estatal debe ser integral. No alcanza con una ayuda económica.
Manzino, explicó que en el abordaje integral de las violencias por motivos de género, se hace foco en la protección de niños, niñas y adolescentes que atraviesan estas situaciones, en particular, quienes quedaron huérfanos tras un femicidio.
“La ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia establece un sistema de abordaje en distintos niveles”, explica Manzino. “Nosotros somos el segundo nivel. Esto significa que trabajamos en articulación con las áreas locales —municipios y comunas— que son el primer nivel de intervención en territorio”.
La subsecretaría funciona como soporte técnico y operativo de esa primera línea. Sin embargo, no siempre las áreas locales tienen la capacidad suficiente para responder. “En algunos lugares las respuestas son débiles o no se constituyen como tales, y ahí tenemos que buscar organismos o equipos que suplan esa falencia. En casos excepcionales, cuando no hay respuesta territorial, intervenimos directamente como primer nivel”, aclara.
El trabajo en red es esencial: “Ninguna intervención puede pensarse por fuera del territorio. Necesitamos articular con los gobiernos locales, las ONG, las instituciones y los equipos interdisciplinarios que están más cerca de las personas”.
Los hijos e hijas de las víctimas
Uno de los aspectos más sensibles del abordaje tiene que ver con los niños, niñas y adolescentes afectados por la violencia de género, especialmente los que quedan huérfanos por femicidio. “Nuestro enfoque es integral. No alcanza con una asistencia económica: hay que pensar en un acompañamiento que contemple lo material, lo emocional, lo educativo y lo sanitario”, señala Manzino.
Marcha Ni Una Menos Octubre
Entre enero y julio de 2025 en la ciudad de Santa Fe se realizó una denuncia por violencia de género cada 57 minutos.
“En esos casos trabajamos junto a las áreas locales de niñez para identificar familiares en condiciones de asumir el cuidado. Se evalúan las viviendas, las condiciones habitacionales, la continuidad escolar, los controles de salud y la necesidad de apoyo psicológico. Muchas veces también disponemos de acompañantes personalizados o cubrimos tratamientos con profesionales del ámbito privado mediante fondos provinciales.”
Además, las familias enfrentan procesos judiciales, por lo que se articula con el Centro de Asistencia Judicial (CAJ), que brinda acompañamiento integral en las causas penales.
La mirada de las organizaciones: abandono y retrocesos
Desde Mumalá, Gabriela Sosa describe una situación aún más cruda. Hasta octubre, la organización registró 142 niños y adolescentes huérfanos por femicidio en el país.
En Santa Fe, los números también crecen y las respuestas se alejan. Sosa sostiene que la Ley Brisa siempre fue limitada por su enfoque judicialista y que desde la llegada de la nueva gestión nacional quedó directamente sin aplicación. “Los programas del ex Ministerio de Mujeres ya no existen. Estamos en peores condiciones”, afirma.
La referente también marca retrocesos provinciales. Según información de la Defensoría del Pueblo, hoy habría unas 40 áreas municipales de género. Al respecto, aseguró que equipos interdisciplinarios enteros desaparecieron y con ellos la capacidad de acompañar a víctimas y familiares. “Las familias están en soledad institucional”, dice.
Políticas nacionales: lentitud e inoperancia
Un punto crítico es la falta de operatividad de los programas nacionales. “La Ley Brisa y el Programa Acompañar están formalmente vigentes, pero en la práctica no funcionan”, afirma Manzino. “Desde el inicio de la gestión nacional no tenemos claridad sobre quién es la autoridad de aplicación. Los organismos se disuelven, cambian las referencias, se desvincula al personal y los trámites no avanzan. Las familias esperan meses sin respuestas”, explica en relación la gestión nacional
Según Mumalá, esta situación dejó a cientos de niños sin ingresos. “Desde la asunción de Milei, los programas del ex Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad desaparecieron. Estamos en peores condiciones que antes”, advierte Sosa de Mumala.
SEDE MPA SANTA FE FISCALES
El Ministerio Público de la Acusación (MPA) recibió en 2024 seis denuncias diarias por violencia de género.
Maiquel Torcatt/ Aire Digital
A nivel parlamentario, la diputada provincial Melina Giorgi presentó un pedido de informe para que se expliquen los motivos de la demora, pero hasta ahora no hubo respuestas. “Nosotros seguimos reclamando por los casos en trámite, pero no vemos avances de ningún tipo”, remarca Manzino.
Respuesta provincial: sostener sin recortes
Frente a la parálisis nacional, la provincia de Santa Fe mantiene y amplía sus propios programas. “En Santa Fe no se dio de baja ningún programa de género. Todo lo contrario: tenemos subsidios específicos para víctimas de violencia, para familiares de víctimas de femicidio y para situaciones de vulnerabilidad. Están reglamentados por el decreto 2013/23, que sigue plenamente vigente”, explica Manzino.
“Además, cuando necesitamos ampliaciones presupuestarias, se nos otorgan con celeridad. No trabajamos con recortes. También implementamos programas propios, como el accionar, dependiente del Ministerio de Igualdad y Desarrollo Humano, que nos permite responder ante urgencias”, afirma la funcionaria.
Sin embargo, desde Mumalá aseguran que se observa un retroceso. “Observamos lentitud y precarización en los programas. No hay información sobre políticas específicas que reemplacen la ley nacional. Las víctimas están más solas que nunca, y los niños también”, describe Sosa.
Casas de protección y alojamiento transitorio
Otro pilar son los dispositivos de alojamiento transitorio, más conocidos como casas de protección. “Estos espacios están destinados a mujeres y sus hijos o hijas en situación de riesgo extremo. En 2024 ingresaron 134 mujeres y 175 niños, niñas y adolescentes; en lo que va de 2025, unas 100 mujeres y 137 chicos”, detalla.
La provincia cuenta actualmente con 184 plazas distribuidas en 15 dispositivos conveniados con municipios, comunas y ONG, además de un dispositivo provincial propio. “El presupuesto para estos espacios aumentó un 800% entre 2023 y 2025”, destaca Manzino.
A diferencia del sistema de Niñez, el ingreso es voluntario y con consentimiento informado de la mujer. “No se trata de medidas compulsivas ni judicializadas. La mujer permanece en el dispositivo mientras adhiera al plan de trabajo acordado con los equipos interdisciplinarios.”
Durante la estadía, se abordan aspectos educativos, sanitarios y familiares: “Muchos chicos no tienen controles médicos o presentan situaciones de salud mental o discapacidad sin diagnosticar. También trabajamos con escuelas y centros de salud para garantizar continuidad escolar y tratamientos. Las problemáticas más complejas se dan cuando hay consumo problemático o trastornos de salud mental no tratados, que dificultan la permanencia o la adherencia al acompañamiento.”
Cómo se articula el sistema
En Santa Fe capital, el primer nivel de atención lo constituyen la Dirección de Mujeres y Disidencias y la Dirección de Infancias y Adolescencias de la Municipalidad de Santa Fe. “La ciudadanía debe dirigirse primero a esas áreas locales. Nosotros, desde la Subsecretaría de Género, actuamos como segundo nivel, brindando soporte técnico y operativo”, explica Manzino.
2025-10-03 protocolo violencia de género
Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos implementan dispositivos de alojamiento transitorio para mujeres víctimas de violencia de género.
La provincia cuenta con cinco equipos interdisciplinarios regionales —en Reconquista, Rafaela, Santa Fe, Rosario y Venado Tuerto— que cubren distintos departamentos. Además, existe una guardia permanente, no abierta al público, sino destinada a organismos, municipios y ONG.
Un avance clave fue la articulación con el 911: “Desde 2024, todas las incidencias vinculadas a violencia de género que ingresan al 911 se derivan automáticamente a nuestra guardia. Esto nos permite conocer los casos en tiempo real y coordinar con el área local para garantizar la continuidad del acompañamiento. Antes, muchas situaciones quedaban en el limbo luego de la primera intervención policial.”
La violencia de género afecta a toda la familia, pero su impacto en la infancia y la adolescencia es especialmente intenso. No solo por el daño emocional inmediato, también porque marca formas de vincularse y de percibir el mundo. En un país donde la respuesta se vuelve cada vez más frágil, la infancia queda en el centro del daño, cuando debería ser una prioridad.