En la ciudad de Santa Fe, los secretos de su rica historia yacen a la vista de todos, a la espera de ser descubiertos. Uno de estos tesoros ocultos se encuentra relacionado con el famoso Cabildo de Santa Fe, una estructura que presenció momentos cruciales de la historia santafesina.
Desde que Santa Fe se estableció en su ubicación actual, el Cabildo se convirtió en uno de los primeros edificios en erigirse. Situado frente a la plaza principal, esta majestuosa construcción sirvió como centro de justicia y administración municipal, siendo el escenario de momentos históricos que moldearon el destino de la ciudad. Entre ellos, destacan las reformas a la Constitución Nacional de 1860 y 1866, que tuvieron lugar en sus imponentes salas.
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El fin del cabildo y el inicio de una nueva obra
Sin embargo, con el paso de los años, el Cabildo experimentó diversas transformaciones que, lamentablemente, lo llevaron a su deterioro. Finalmente, en 1908, se tomó la difícil decisión de demolerlo y marcar el inicio de la construcción de la actual Casa Gris o Casa de Gobierno, una obra que se extendió desde 1908 hasta 1917, y que hoy en día se alza como un símbolo de la administración santafesina.
Pero, una de las partes del cabildo aún continúan en pie, y es su torre de reloj. En 1905 la misma fue desmantelada del edificio debido al riesgo que representaba para el ya debilitado edificio. Este reloj, cuyas manecillas guiaron el ritmo de la ciudad durante décadas, quedó sumido en el olvido.
El destino del reloj del Cabildo de Santa Fe
De origen francés, el reloj se convirtió en un fiel guardián de la hora oficial de la ciudad durante muchos años mientras estaba ubicado en lo alto del Cabildo. Sin embargo, el paso del tiempo y los problemas estructurales del edificio llevaron a la demolición de la estructura que albergaba a esta maravillosa máquina.
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La máquina que solía mover sus agujas encontró un nuevo hogar en la majestuosa Basílica Nuestra Señora del Carmen, situada en la concurrida peatonal San Martín. En lo alto de una de las torres de la basílica, el reloj siguió cumpliendo su deber, marcando el tiempo en compañía del resonar de las campanadas, durante más de un siglo.
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Sin embargo, en 2011, el mecanismo, de origen, que había sido testigo de la vida de la ciudad durante décadas, dejó de funcionar. Pero su legado no se desvaneció; en su lugar, fue trasladado a la Casa de Gobierno, donde hoy se encuentra en exhibición en el hall central.
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