“¿Se lee más cuando hace frío?”, fue la pregunta que activó la charla. “Siempre hay una excusa para leer. Si no es el clima, es una fecha especial”, respondió Sandra, que llegó con dos títulos potentes bajo el brazo.
El crimen de Año Nuevo, de Daniel Balmaceda
El primero es una apuesta segura: El crimen de Año Nuevo, del reconocido historiador Daniel Balmaceda. “Es una historia real que Balmaceda convierte en novela”, explicó Sandra. Ambientada a principios del siglo XX, cuando Buenos Aires era una ciudad repleta de inmigrantes que vivían hacinados en conventillos, el libro relata un asesinato real en una de esas viejas casonas recicladas, ubicadas en zonas como Recoleta, San Telmo o Barrio Norte.
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“El crimen conmocionó a la comunidad napolitana. A partir de documentos y archivos originales, Balmaceda reconstruye el caso como un rompecabezas. Lo hace con ese estilo suyo: cercano, lleno de datos y chismes históricos que lo hacen muy ameno”, detalló.
Inocentes, de John Grisham
El segundo título elegido por Sandra fue Inocentes, del autor estadounidense John Grisham, conocido por sus thrillers judiciales. Pero esta vez no se trata de una ficción: “Es una serie de casos reales de personas condenadas injustamente en Estados Unidos. Algunos incluso fueron ejecutados antes de probar su inocencia”, contó.
La obra es una crítica directa al sistema judicial norteamericano y al peso de la presión mediática. “A veces, el apuro por mostrar un culpable lleva a condenar a quien no tiene nada que ver. Es tremendo leer cómo arruinaron vidas por no investigar bien. Y no es algo lejano: tenemos casos similares en Argentina”, reflexionó la especialista, mencionando episodios resonantes como el caso Nora Dalmasso.
Libros para leer y pensar
Más allá de las tramas atrapantes, ambos libros invitan a pensar en cómo se construye la verdad y qué lugar ocupan los prejuicios, la justicia y los medios en ese proceso. “Leer este tipo de historias ayuda a reflexionar también sobre nuestra sociedad. Nos permite comparar, aprender y, sobre todo, cuestionar”, concluyó Sandra.
Y mientras tanto, afuera, seguía lloviendo. Dentro del estudio, la picada seguía esperándolo todo: el periodismo, los libros y el calorcito de las buenas charlas.