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La radiografía de los delivery de apps en Santa Fe: jóvenes, sin regulación y con ingresos mínimos

La investigación se desarrolló en Santa Fe junto a otras ciudades de Argentina y América Latina. Cómo trabajan y cuánto ganan, entre los ejes.

Una investigación inédita en Argentina reveló cómo viven y qué hacen los repartidores que trabajan mediante aplicaciones en ciudades como Santa Fe, Rosario, Paraná y La Plata. Se trata de un estudio que expone el perfil de quienes a diario llevan pedidos de comida y productos para empresas como PedidoYa y Rappi.

El trabajo, que tuvo su origen en la época de pandemia, con artículos que reflejaron las preocupaciones de los repartidores, en Santa Fe, principalmente vinculados a hechos de inseguridad, y que luego se amplió y profundizó a partir de la masividad que fueron ganando este tipo de servicios, estuvo coordinado por la docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Andrea Delfino.

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El desembarco de las aplicaciones

A diferencia de otras experiencias de la economía digital, el análisis se centra exclusivamente en repartidores de aplicaciones, dejando de lado, por ejemplo, a los choferes de apps de transporte de pasajeros.

“El gran desembarco se dio durante la pandemia. Comenzamos estudiando cómo llegaron las empresas y en qué condiciones trabajaban los repartidores. Luego nos incorporamos a un proyecto comparado en América Latina, único en su tipo, que releva lo que sucede en ciudades de México, Colombia, Brasil, Argentina y Uruguay”, explicó Delfino en diálogo con AIRE.

La hipótesis de la investigación sostiene que, aunque las compañías son transnacionales y repiten estrategias globales, también se “adaptan” a cada escenario local según el mercado y las regulaciones vigentes.

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La investigación desarrollada en Santa Fe da cuenta que los repartidores son jóvenes entre 21 y 29 años, que ganan poco y viven con sus familias de origen.

La investigación desarrollada en Santa Fe da cuenta que los repartidores son jóvenes entre 21 y 29 años, que ganan poco y viven con sus familias de origen.

Los repartidores de aplicaciones en Santa Fe

El estudio muestra una tendencia clara: se trata de un sector altamente masculinizado y muy joven, con una edad promedio que va de los 21 a los 29 años.

La mayoría vive en la casa de origen familiar, son solteros y sin hijos, lo que revela un patrón particular: los ingresos no se destinan exclusivamente a la subsistencia individual, sino que se aportan al hogar como un refuerzo económico.

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Es una especie de estrategia a corto y mediano plazo: como no deben afrontar alquileres ni gastos propios elevados, parte de lo que ganan ayuda a sostener la economía familiar”, detalló Andrea Delfino, investigadora de Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSO-Litoral)

En contraste con lo que ocurre en otros países de la región, en Argentina los altos costos de vida y los bajos salarios dificultan la independencia económica de los jóvenes. Por eso, para muchos, este trabajo funciona como complemento: mientras cursan estudios o sostienen otro empleo, suman horas en la aplicación para generar ingresos adicionales.

Flexibilidad relativa y condiciones precarias

El atractivo de manejar los propios tiempos choca con las reglas de las plataformas. En el caso de PedidoYa, los turnos se asignan a partir de un ranking de desempeño, lo que obliga a esforzarse más para acceder a mejores horarios. Además, no todos los momentos del día rinden igual: no es lo mismo trabajar a la mañana que en las horas pico de almuerzo o la noche.

Los repartidores no cuentan con un sueldo fijo: cobran por envío realizado. En promedio, quienes trabajan ocho horas diarias perciben entre 150 mil y 320 mil pesos, es decir, entre medio y un salario mínimo vital y móvil. A esa cifra se suman las propinas, que varían según la jornada.

Un dato clave: no hay correlación directa entre las horas trabajadas y los ingresos. Un repartidor puede estar conectado varias horas y recibir pocos pedidos, lo que reduce notablemente su ganancia.

A esto se suma que todos los elementos de trabajo —moto, bicicleta, celular, mochila— corren por cuenta del trabajador. En caso de robo o accidente, las empresas no se hacen responsables.

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Frente a la precariedad, la investigación detectó un altísimo nivel de solidaridad entre los propios repartidores. Se organizan para resguardarse en zonas inseguras, se ayudan ante emergencias y hasta comparten estrategias para garantizar que el pedido llegue al destino.

En Santa Fe, a partir de los hechos de inseguridad que los afectaban y el reclamo organizado que protagonizaron, se sancionó en la Legislatura la Ley Ley 14.362, que creó un sistema de monitoreo informático permanente para la geolocalización y protección de los trabajadores de reparto (delivery) mediante aplicaciones móviles.

Se busca garantizar la seguridad de estos trabajadores, que son a menudo víctimas de robos.

¿Es posible la regulación?

En América Latina ya existen marcos normativos. Chile fue pionero, seguido por Uruguay, México y Colombia. En Argentina hubo proyectos de regulación laboral, pero nunca se debatieron en el Congreso.

“Los trabajadores quieren regulación, pero no idéntica al régimen laboral clásico. Valoran cierta flexibilidad y no todos desean ser asalariados. La mayoría es monotributista, lo que implica un grado mínimo de formalización, aunque los costos los siguen asumiendo ellos”, explicó Delfino.

El relevamiento en Santa Fe ya concluyó y continúa en Rosario. Se espera que a fines de este año o comienzo del 2026 se publique el libro con los resultados comparados de los cinco países.

La investigación abre una puerta a un debate pendiente en Argentina: el reconocimiento de derechos laborales en una economía digital que involucra, sobre todo, a jóvenes que entregan su tiempo, su esfuerzo y hasta sus herramientas de trabajo sin que el Estado ni las empresas asuman responsabilidades claras.