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Roberto Mouras, el inolvidable tricampeón del TC que ganó hasta la carrera en la que murió

Talentoso como pocos, el Toro marcó una época en la popular categoría, en la que se coronó con Dodge en 1983, 1984 y 1985 y fue un ídolo indiscutido y, su trágica desaparición, que se produjo el 22 de noviembre de 1992 —mientras lideraba la Vuelta de Lobos, que finalmente se adjudicaría tras la suspensión de la misma por su accidente fatal—, lo convirtió en leyenda.

El caluroso domingo 22 de noviembre de 1992, venía a fondo, como siempre. Buscando la victoria, como siempre. Sin dar ni pedir cuartel, como siempre. Pero, en el kilómetro 103,5 de la ruta 205, cerca del cruce con la 41, en el circuito semipermanente de Lobos —a unos 100 kilómetros de la Capital Federal—, la tragedia dio el presente.

Las Michelin XWX de su Chevy estaban gastadas y, la delantera izquierda, no dio más: el reventón de la misma, a más de 230 km/h, provocó que el auto se despistara e impactara contra un talud de tierra, que protegía a una columna y al público ubicado en ese sector.

Los más de 20.000 espectadores que asistieron a la 15ª y penúltima fecha del calendario del Turismo Carretera de ese año y, los centenares de miles que la seguían por televisión, vieron horrorizados cómo el Chevrolet azul y blanco N.º 9 dio una vuelta en el aire y cayó sobre sus ruedas en la ruta, en el sentido opuesto de la carrera, con la trompa apuntando hacia Roque Pérez.

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Cuando llegaron los médicos constataron que, debido a la brutal desaceleración que siguió al fortísimo impacto sobre la puerta del lado del conductor, Roberto José Mouras –tricampeón e ídolo del TC, y que buscaba ceñirse su cuarta corona– había fallecido.

Eran las 12.35 y, tras su trágico adiós, a los 44 años, había nacido su leyenda, la que se mantiene vigente y se agiganta cada día más.

Sus comienzos

Roberto José Mouras nació el lunes 16 de febrero de 1948 en Moctezuma, a unos 30 kilómetros de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires y, sus padres, fueron María Inés Serrani y Roberto Mouras, jefe de la estación de tren local.

Desde la escuela primaria se destacó por ser un alumno responsable y, cuando su familia se radicó en Carlos Casares –que se convertiría en su lugar en el mundo–, cursó sus estudios secundarios en el colegio Juan XXIII de dicha localidad, donde se recibió de perito mercantil.

Fue campeón intercolegial de salto en alto y, además, jugó como marcador lateral derecho en el Club Atlético de Casares. Pero no solo lo atrajeron el atletismo y el fútbol: también se dio el gusto de acelerar un Ford de 1939 y un Bergantín IKA en el aeroclub local junto con su amigo Héctor Moro con quien, algunas veces, terminaron en la comisaría por manejar siendo menores de edad. “Nos venían a sacar mi padre o el de Moro”, recordaría Mouras.

Al cumplir los 18 años, obtuvo su licencia de conductor y se volcó decididamente al automovilismo. Comenzó a competir en picadas; luego, apoyado por la peña El platino roto y acompañado por su amigo Félix Forneri, hizo su debut triunfal en la categoría Standard, en Alberti, con un Chevrolet 400.

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Roberto Mouras con 18 años decidió dedicarse de lleno al Automovilismo.

Roberto Mouras con 18 años decidió dedicarse de lleno al Automovilismo.

En ese mismo 1966, protagonizó un insólito desafío: un auto contra un avión, que se realizó en laestancia La Manuela, de Mensi Hermanos, en Moctezuma. Con su Chevrolet 400, Mouras disputó una picada contra un Piper PA-11, piloteado por Héctor Campins, del aeroclub local. Aunque la aeronave tomó ventaja en el inicio, Mouras recuperó el terreno perdido y, en los últimos 400 metros, se quedó con el duelo.

En 1967, con el mismo auto, participó en varias carreras de la categoría zonal costera de la provincia de Buenos Aires que, años después, se llamaría Mar y Sierras. Su debut a nivel nacional llegó en 1968, cuando decidió ingresar al Turismo Anexo J (actualmente Turismo Nacional), con un Torino 380W.

Hasta que decidió dar el gran alto: sumarse al Turismo Carretera. No pudo a largar el Premio Apertura de 1969 y la primera Vuelta de Bragado de 1970 pero, el 30 de agosto de ese mismo año, debutó en la Vuelta de Chivilcoy: con su Torino N.º 52, finalizó en la octava posición. Ese día, la victoria quedó en poder del arrecifeño Luis Rubén Di Palma (Torino), quien llevó como acompañante al tucumano Ramón Bautista Palito Ortega.

Sumando kilómetros y experiencia

En 1971 participó en siete pruebas, con otros tantos abandonos y, al año siguiente, su mejor resultado fue un sexto puesto en la Final de Zapala, Neuquén. “Yo tenía que ir conociendo muchas cosas, todas al mismo tiempo. Las características de los circuitos, la búsqueda de elementos que hicieran más competitivo mi auto… Empecé a distinguir a la gente de las carreras, que es muy especial. Había corredores muy buenos, con coches fuertes y rápidos. Estaban (el arrecifeño) Carlos Marincovich, (el ramallense) Juan María Traverso, (el cordobés) Héctor Luis Gradassi, (el santafesino) Carlos Pairetti, (el bolivarense) Jorge Martínez Boero, los (bonaerenses) Hermanos Suárez… No era fácil la cosa. Nunca lo fue, en realidad. Para nadie”, contaría el Toro sobre sus primeros años en el TC, donde adquiriría una muy rica experiencia que sería clave en el futuro de su trayectoria.

Con la ayuda de Carlos Marincovich, en 1974 se sumó al equipo oficial de General Motors (GM), uno de los más importantes de la categoría y, como integrante del mismo, cultivó una gran amistad con Jorge Pedersoli, quien preparó el motor del Trueno Naranja, con el que Carlos Alberto Pairetti fue campeón en 1968.

Pedersoli –junto con Omar Wilke– fueron los hacedores del coche con el que Mouras logró seis triunfos consecutivos en 1976, marca no superada a la fecha en el Turismo Carretera. Esa Chevy llevaba en número 7 en sus laterales y, su auspiciante, era la marca de whiskies Old Smuggler, por lo que el auto, que estaba pintado íntegramente de dorado, pasó a la historia como el 7 de Oro.

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A los seis triunfos al hilo los obtuvo en la Vuelta de Bahía Blanca (el 9 de mayo); la Vuelta de Las Flores-San Miguel del Monte (13 de junio); la Vuelta de Olavarría (25 de julio); Laboulaye, Córdoba (5 de septiembre); la Vuelta de San Miguel del Monte (19 de septiembre), y la Vuelta de Olavarría (10 de octubre).

Pero no pudo adueñarse del título, ya que la corona quedó en poder de Héctor Luis Gradassi –la cuarta de su carrera, y la tercera consecutiva–, con el Ford preparado por José Miguel Herceg. El Toro fue subcampeón, con 129 puntos, nueve menos que Pirín.

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Sus tres coronas

En 1977, Mouras fue el único que les dio pelea a los pilotos de Ford y, con dos triunfos (Olavarría y Buenos Aires), finalizó tercero en el certamen, con 113 puntos, detrás de Traverso (191) y Gradassi (137).

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La Primera etapa de Mouras con Chevrolet.

La Primera etapa de Mouras con Chevrolet.

En 1978, concluyó su primera etapa con Chevrolet. Tras venderle el auto al necochense Juan Alberto Occhionero, en 1979 corrió cuatro pruebas con el Dodge del piloto de San Miguel del Monte, Roque Giuliano.

Aunque se separó un tiempo de la dupla Jorge Pedersoli-Omar Wilke, tiempo después le prepararon un Dodge, con el que logró cuatro victorias en 1981, y otra en 1982, temporada en la que protagonizó un espectacular vuelco en la curva de San Gabriel, sobre la avenida Gabriel Taborín, del semipermanente de Tandil, donde él y su acompañante, José Luis Riga, pudieron contarla.

En 1983 y, con cinco victorias, obtuvo su primera corona en el Turismo Carretera, la que pudo ceñirse a pesar del accidente que sufrió en la base aeronaval de Punta Indio, donde se fracturó una clavícula.

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Al año siguiente continuó con su paso arrollador y logró el bicampeonato, con nueve triunfos y, en 1985, con ocho victorias, se convirtió en tricampeón de la categoría más convocante de nuestro país.

El acérrimo rival del Toro fue el loberense Oscar Castellano (Dodge) y, en cada prueba, protagonizaron toques y maniobras al límite. “Fuimos rivales duros. Siembre íbamos a buscar el último metro en cada maniobra. Demostrábamos mucha vehemencia, pero también una sobrada camaradería. Fuera de las pistas no teníamos mucha relación, nos veíamos solo arriba del auto. Quizás fue por nuestra forma de ser”, rememoró el Pincho, quien también se consagraría tricampeón del TC: en 1987 y 1988, con Dodge y, en 1989, con Ford.

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“La marca de mis amores”

“Una carrera ganada con Chevrolet vale por cinco triunfos con Dodge. Más o menos así entiendo yo la relación de la vibración de la gente. Y esto del fervor no es cosa que imponga yo. La gente es la que elige. Es la que juzga. Y yo creo que la gente, de la que soy muy respetuoso, no se equivoca”, dijo Mouras en 1986 al anunciar su regreso a Chevrolet tras las tres coronas con Dodge.

En este año logró un triunfo y, al año siguiente, tres más. En 1988 obtuvo dos victorias y finalizo tercero en el campeonato. Entre 1989 y 1990 logró cinco triunfos (uno y cuatro, respectivamente) y, en 1991, solo pudo subirse una vez a lo más alto del podio. Pero, igual, a diario renovaba su sueño de coronarse con Chevrolet, “la marca de mis amores”, con solía decir. Por eso, en 1992 iría nuevamente por la corona.

El de corazón noble y generoso

“Un día entré a su habitación y, arriba del escritorio, había como 100 pares de zapatillas. Se puso rojo cuando me vio. No quería que nadie supiera”, reveló su madre, María Inés.

Así era Mouras quien, un día, viajó hasta Azul a visitar a una niña, cuyo padre le había pedido un autógrafo y le había comentado que, por una discapacidad, debían operarla. Con el argumento de que “unos amigos que conocía los ayudarían”, pagó la intervención.

Lo mismo hizo con un joven de Viedma, Río Negro y, además, dio una mano (léase, puso dinero) al donar zapatillas, juguetes y alimentos para la Casa del Niño, un hogar de Carlos Casares, al igual que en uno de ancianos de la misma ciudad, y en una escuela de su Moctezuma natal.

“No me gusta que se difunda eso de que ayudo a la gente. Tengo la suerte de poder hacerlo y eso es lo que me importa. Son cosas que se hacen porque uno las siente”, contó una vez el tricampeón que, como el auténtico grande que fue, jamás se enfermó de importancia.

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Su trágica muerte

En 1992 y, con retiro de Oscar Castellano, varios especularon con que Mouras haría lo mismo al final de la temporada. Desde su regreso a Chevrolet, había logrado 14 triunfos y, su gran anhelo, era lograr el título con la marca del Moño.

Ganó en la fecha inicial, en el semipermanente Triángulo del Tuyú, en Santa Teresita y, luego, repitió la victoria en el autódromo Oscar y Juan Gálvez de Buenos Aires.

La Vuelta de Lobos era la penúltima fecha del año y, los máximos candidatos al título, eran el oriundo de Morón, Oscar Raúl Aventín (Ford), el marplatense Juan Manuel Landa (Dodge), y Roberto José Mouras quien, con su Chevy, ganó con autoridad la primera serie.

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Una de las últimas fotos de Roberto Mouras, junto a su acompañante Amadeo Pastor González.

Una de las últimas fotos de Roberto Mouras, junto a su acompañante Amadeo Pastor González.

Transcurridas diez vueltas de la Final, el Toro lideraba la misma, escoltado por el olavarriense José María Romero (Dodge). Si Mouras ganaba esta prueba, llegaría con muchas chances a la última carrera del año, que se disputaría en Buenos Aires.

Pero no pudo ser. El durísimo impacto contra un talud se lo impidió y, la violencia del mismo fue tal, que la Chevy literalmente “abrazó” al mismo. Primero se extrajo del auto al acompañante, Amadeo Pastor González quien, inmediatamente fue trasladado al Hospital de Lobos, donde fallecería dos horas después.

Antes de ser evacuado, el Toro fue colocado sobre la ruta y se le practicaron distintas maniobras de reanimación. Se lo trasladó al mismo hospital que el Huevo González pero, a las 13.03, se confirmó su fallecimiento.

“Mouras ingresó ya muerto al hospital. Estaba en estado midriático (con las pupilas dilatadas y algo de frío). Su cuerpo no presentaba lesiones visibles y, su muerte, seguramente, se produjo como consecuencia del tremendo impacto por la desaceleración, que dañó las dos primeras vértebras cervicales, las encargadas de actuar sobre el centro respiratorio”, dijo el doctor Jorge Acosta, director del nosocomio.

Cuando se supo la noticia en el circuito, el silencio de todos fue atronador. Mouras fue tan respetado y admirado por todos que, ese día, lo lloraron los hinchas de Chevrolet y, también, los de Ford, Dodge y Torino.

“Nunca había visto la desgracia de cerca, y justo me tocó vivirla con la muerte de Roberto. Lo único que recuerdo de su accidente era que él venía delante de mí, se fue afuera y se golpeó. Nada más”, contó el Chueco Romero, quien escoltaba a Mouras en ese momento.

La prueba fue suspendida inmediatamente con la bandera roja. El Toro fue declarado ganador post mortem, y fue su 50ª victoria en el TC (27 con Dodge y 23 con Chevrolet), donde disputó 259 Finales, por lo que ganó una de cada cinco que corrió.

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El Chevy con el que Roberto Mouras sufrió su accidente.

El Chevy con el que Roberto Mouras sufrió su accidente.

Por eso, Mouras aún es el segundo más vencedor en la historia de la categoría, solo superado por el formidable Juan Gálvez, con 56 triunfos, y el que más coronas conquistó en el Turismo Carretera, con nueve, todas con Ford.

La desaparición del Toro, un ídolo indiscutido, fue un mazazo para el TC. Pero habría más: el domingo 27 de marzo de 1994 y, cuando disputaba el Gran Premio de La Plata, en el semipermanente de esa ciudad, falleció el sampedrino Osvaldo Morresi al impactar contra un talud de tierra cuando su Chevrolet pisó una mancha de aceite y se despistó. Su acompañante, Jorge Marceca, moriría dos días después.

Este fue detonante por el que la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) resolvió suspender de manera definitiva las competencias en las distintas rutas nacionales aunque, esta disposición, recién se implementó en 1997, luego de que se disputara la carrera de Santa Teresita, el 16 de febrero de ese año.

Por su parte, el semipermanente de Lobos no se utiliza más desde el 19 de diciembre de 1993, cuando el bonaerense Walter Hernández ganó su único título de TC, con un Ford.

Su enorme legado

Mouras fue querido por las hinchadas de todas las marcas y, su nombre, es sinónimo de la categoría más popular de la Argentina.

El acceso a la ciudad de Carlos Casares, por el cual tantas veces transitó sobre la autobomba que iba a buscarlo a la ruta 5 cada vez que ganaba en el TC, ahora se llama Roberto Mouras, lo mismo que la Casa del Niño, a la que muchas veces ayudó.

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Homenaje al automovilista, en el kilómetro 103,5 de la ruta 205, cerca del cruce con la 41 —el lugar donde Mouras perdiera la vida.

Homenaje al automovilista, en el kilómetro 103,5 de la ruta 205, cerca del cruce con la 41 —el lugar donde Mouras perdiera la vida.

Asimismo, se inauguró el Museo Roberto Mouras, ubicado en avenida 9 de Julio 148 de la misma localidad y, próximamente, se emplazará en el predio que fuera cedido por la Asociación Huella de Fortines, ubicado en el acceso Espil, en su intersección con el acceso sudoeste de tránsito pesado y la ruta nacional 5. Por su parte, sus cenizas se conservan en el panteón familiar del cementerio local.

También, el autódromo de la ciudad de La Plata –inaugurado en 1996– lleva su nombre, al igual que dos categorías promocionales fiscalizadas por la ACTC: el TC Mouras, y el TC Pista Mouras.

La Justicia reconoció tres hijos de Mouras: Roberto, fruto de su amor con Viviana Rubira (quien fuera tesorera del Museo); Robertino, hijo de María Angela Marrocco, que nació en Agustín Roca, partido de Junín, en 1990, y Natalia Soledad Sozzi Mouras, hija de Alicia Sozzi, y nacida en 1987.

En 1999, poco después de que la Justicia reconociera la paternidad del Toro sobre Natalia, la madre del tricampeón, María Inés (quien fallecería el sábado 28 de octubre de 2017, a los 96 años), dispuso cremar los restos de su hijo, para evitar más reclamos de ADN, lo que le valió una condena judicial.

Por otra parte, en el kilómetro 103,5 de la ruta 205 –el lugar donde Mouras perdiera la vida–, se construyó un monolito para perpetuar su memoria, que es visitado no solo por los hinchas de Chevrolet, sino por todos los amantes del automovilismo. Todos los años, para el aniversario de su muerte, el lugar es visitado por decenas de fans que acuden al mismo para rendirle un respetuoso homenaje al Toro.

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El recuerdo de Mouras y Amadeo Gonzalez.

El recuerdo de Mouras y Amadeo Gonzalez.

El 22 de noviembre próximo se cumplirán 32 años del desgraciado hecho que lo hizo inmortal y, por eso, su legado siempre estará presente, tanto en un circuito, una bandera, o en el permanente recuerdo de la persona de bien que fue, y que –merecidamente– ocupa un lugar muy especial en el corazón de todos.