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El cerrajero santafesino que descubrió lo que la Nasa no pudo: "Me explotó una estrella en la cara"

Sucedió a 80 millones de años luz y Víctor Buso, un cerrajero rosarino aficionado de la astronomía, lo vio “en vivo” desde la planta alta de su casa en Rosario, Santa Fe. Una estrella acababa de morir delante de sus ojos y se estaba transformando en una Supernova. Lo más impresionante fue que los telescopios de todo el mundo no lograron registrarlo. Eran alrededor de la una de la mañana y nadie le atendía el teléfono. Estaba haciendo historia.

La noche del 20 de septiembre del 2016, pasadas las cero horas, Víctor Buso estaba observando galaxias en el firmamento, tomando fotografías como buen aficionado e investigador amateur de Supernovas.

Es una actividad que realiza desde los 14 años, cuando comenzó a buscar en el espacio profundo este tipo de eventos explosivos. Cuando una estrella muere y “deja de ser estrella, se convierte en Nova o Supernova si la explosión es más grande”, contó Buso a Aire Digital, al cumplirse 3 años del día en que su nombre llamó la atención de los científicos y la prensa del mundo.

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Cuando era adolescente, el aficionado que trabaja en la ciudad de Rosario como cerrajero, conoció a Santiago Paolantonio –hoy un investigador distinguido internacionalmente– y empezaron a buscar Supernovas. Tenían telescopios caseros y dibujaban galaxias.

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La galaxia NGC 613, ubicada a 80 millones de años luz de la Tierra.

La galaxia NGC 613, ubicada a 80 millones de años luz de la Tierra.

“Dibujábamos cómo veíamos las estrellitas y comparábamos nuestras imágenes cada uno o dos meses, para ver si aparecían Supernovas. A algunos aparatos los he fabricado a otros los he comprado y adaptado. Con las cámaras lo mismo. Comenzamos con las fotografías de película, a revelar los rollos. Después llegaron las primeras cámaras digitales y desde el año 1994 comenzamos a recibirlas”, dijo.

Registros de Supernovas hay muchos, pero no había de su nacimiento hasta el 20 de septiembre de 2016.

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Víctor Buso y uno de sus compañeros de aventura, José Luis Sánchez.

Víctor Buso y uno de sus compañeros de aventura, José Luis Sánchez.

“Al descubrimiento lo hice hace 3 años, el 20 de septiembre. Pero en febrero del 2018 fue dado a conocer a través de la revista Nature y eso fue lo que potenció la noticia en todo el mundo”, explicó el rosarino.

Una noche histórica para la ciencia

Un problema de resolución en su cámara digital una semana antes lo llevó a insistir en la observación de una galaxia. El 13 de septiembre, Buso había estado revisando una región del espacio y vio algo raro. La noche del 20 de septiembre decidió fijar su telescopio en el mismo lugar para ver qué sucedía. Instaló el software de su cámara nueva y no encontró nada. En efecto, se trataba de un problema de resolución de su cámara vieja. Falsa alarma.

Era tarde, pero el aficionado tenía todo el software nuevo instalado y no quería irse a dormir.

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“Ya que tenía todo prendido esa noche, cortar ahí e irme a dormir me pareció inoportuno. Así que, ya que tenía todo andando, me puse a estudiar otra galaxia. Eran las doce y media de la noche. Apunté a otra galaxia y comencé a tomar una secuencia de imágenes cada 20 segundos. No pude tomar tiempos más largos porque al cielo lo tenemos contaminado con la luz de la calle, entonces se me velaba si tomaba tiempos más largos. Así que usé todas imágenes cortas y las fui apilando. Con un software se puede ir sumando otras fotos”, explicó.

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Víctor con su telescopio (Izq.) – La casa del observador con la cípula que construyó para sus investigaciones (Der.)

Víctor con su telescopio (Izq.) – La casa del observador con la cípula que construyó para sus investigaciones (Der.)

Lo que pasó, fue inimaginable. Esa noche, los telescopios del mundo pasaron por la galaxia NGC 613, ubicada a 80 millones de años luz de la Tierra, y no observaron nada fuera de lo común. Sin embargo, a Víctor Buso algo le llamó la atención.

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“Comencé a ver la galaxia, a compararla con imágenes de archivo que están por internet. Empecé a comparar las imágenes que venían bajando y de golpe encuentro que en un lugar de la imagen hay un píxel, solamente un pixel que a medida que iba sacando cada imagen iba creciendo de tamaño. En un principio no sabía qué era, pero estaba sucediendo algo, indudablemente. No brillaba como una Supernova. Normalmente cuando se mira una Supernova se encuentra ya explotada. Los físicos se dieron cuenta de que eso era una explosión”, reveló el aficionado.

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En los años que lleva la ciencia estudiando el Universo se detectaron cientos de Supernovas, pero jamás se había detectado el momento de una explosión. Es muy difícil dado que hay millones de estrellas en el espacio profundo y que los eventos ocurrieron hace millones de millones de años. A esto hay que sumarle el hecho de que la luz que producen llega hasta la Tierra (viajando a 300.000 k/s) millones de años después ya que las distancias son galácticas. No es lo mismo recibir la luz -a esa velocidad- desde la lámpara de una mesita de noche que recibirla desde distancias inimaginables, como las que conforman el Universo.

Lo que pasó, fue inimaginable. Esa noche, los telescopios del mundo pasaron por la galaxia NGC 613, ubicada a 80 millones de años luz de la Tierra, y no observaron nada fuera de lo común. Sin embargo, a Víctor Buso algo le llamó la atención.

“Los matemáticos sacaron la cuenta de que la probabilidad del descubrimiento que hice es como ganar tres Quini 6 juntos”, contó.

La Supernova fue llamada SN 2016gkg y es la única registrada desde el momento de su nacimiento.

Nadie le atendía el teléfono

Después de semejante observación -que en un principio pensó que se trataba del paso de un asteroide-, Buso comenzó a llamar a astrónomos y observatorios argentinos de Córdoba, San Juan, Mendoza, Santa Fe, Tucumán y Buenos Aires porque no lograba que le atendieran el teléfono a la una de la mañana. Pero tenía que denunciar el descubrimiento urgente, para que su país tuviera la primicia histórica.

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“Lo primero que hice fue llamar al observatorio de Bosque Alegre, en Alta Gracia y no me atendió nadie. Después llamé al observatorio de San Juan, tampoco me atendió nadie. Lo llamé a Jaime García -hoy director del Instituto Copérnico en Mendoza- y el teléfono me decía ‘la característica es inexistente", contó Buso.

Llamó a otro astrónomo de Santa Fe, a una astrofísica de Tucumán que se llama Olga Pintado, y como era muy tarde tampoco atendió.

“Lo primero que hice fue llamar al observatorio de Bosque Alegre, en Alta Gracia y no me atendió nadie. Después llamé al observatorio de San Juan, tampoco me atendió nadie. Lo llamé a Jaime García -hoy director del Instituto Copérnico en Mendoza- y el teléfono me decía ‘la característica es inexistente", contó Buso. “Lo primero que hice fue llamar al observatorio de Bosque Alegre, en Alta Gracia y no me atendió nadie. Después llamé al observatorio de San Juan, tampoco me atendió nadie. Lo llamé a Jaime García -hoy director del Instituto Copérnico en Mendoza- y el teléfono me decía ‘la característica es inexistente", contó Buso.

El que sí le atendió el teléfono y lo ayudó a denunciar lo que estaba ocurriendo aquella noche en la planta alta de su casa en el borde del macrocentro rosarino, mientras su esposa y su hija dormían, fue Sebastián Otero, un especialista en el estudio de “estrellas variables”, astros que vistos desde la Tierra experimentan una variación en su brillo o fluctúan con el transcurso del tiempo. Otero trabaja para la AAVSO (Asociación Americana de Observadores de Estrellas Variables), una entidad de cooperación internacional.

“Tuve la suerte de que Sebastián me atendiera”, contó Buso en la entrevista telefónica.

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Ambos observaron las fotografías que el rosarino había tomado y el punto creciente. Llegaron a la conclusión de que si bien no brillaba como para tratarse de una Supernova, no tenía razón para estar allí. “Ese punto ahí no tiene que estar”, se dijeron.

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Los astrónomos captaron la supernova 2016gkg, visible entre las dos rayas rojas, en la galaxia NGC 613, a 80 millones de años luz de la Tierra, con ayuda de un telescopio Swope. CreditC. KilpatrickUniversidad de Califo. NYT.

Los astrónomos captaron la supernova 2016gkg, visible entre las dos rayas rojas, en la galaxia NGC 613, a 80 millones de años luz de la Tierra, con ayuda de un telescopio Swope. CreditC. KilpatrickUniversidad de Califo. NYT.

“Yo creía que era un asteroide que estaba cruzando justo la galaxia. Le dije a Sebastián, ‘quiero denunciarlo, ayudame’. Yo sé que hay telescopios automáticos que trabajan toda la noche buscando supernovas y también hay mucha gente. Pero los robots son los que las encuentran automáticamente”, explicó. Estos robots van dejando un registro de las imágenes que toman en las noches.

Otero, desde Buenos Aires, revisó la base de datos de los robots y se dio cuenta de que una hora antes, un robot pasó por la galaxia NGC 613 y no encontró nada. Buso, en cambio, permaneció más tiempo observando esa región hasta que se le “apareció en la cara”.

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El investigador estelar hizo un reporte a esa hora y lo envió a un servidor internacional, que tiene sede en Japón y Estados Unidos. Desde que llega un alerta internacional a los telescopios sobre un avistamiento, aparatos y naves espaciales empiezan a apuntar hacia el lugar indicado en el formulario. “El alerta no puede ser falso porque es muy costoso, te fusilan”, agregó convencido el astro aficionado, que aclaró luego que se fue a dormir luego de enviar el informe y cortar las imágenes. Al día siguiente, despertó con cataratas de felicitaciones en su teléfono celular.

Había “agarrado una Supernova en estado temprano”.

Hubo dos descubrimientos esa noche: una Supernova y lo más importante, el momento de la explosión, de la muerte de una estrella, registrada cada 20 segundos. Se cumplen 3 años de aquel momento histórico y por eso le dedicamos este artículo.

“Yo vi la explosión de una estrella, la muerte de una estrella”, dijo Víctor, un suceso que ni la Nasa pudo detectar aquella noche.