Cada 13 de enero se conmemora en el Día Internacional de la lucha contra la depresión. Esta fecha tiene el objetivo de sensibilizar, orientar y prevenir a la población a nivel mundial sobre esta enfermedad
La depresión, considerada la principal causa de discapacidad en el mundo, afecta actualmente a más de 300 millones de personas, y las proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que para 2030 será la principal causa de carga de enfermedad a nivel global. Este trastorno, que ya representa un desafío sanitario de grandes proporciones, ha incrementado notablemente su incidencia en adolescentes y jóvenes adultos, quienes constituyen uno de los grupos más vulnerables.
Según datos recientes, una de cada seis personas entre 10 y 19 años padece algún tipo de trastorno mental. Sin embargo, muchos casos pasan desapercibidos o no reciben el tratamiento adecuado, lo que impacta profundamente en la calidad de vida de los afectados y en su entorno.
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Depresión: mucho más que estar triste
La depresión es un trastorno mental complejo que trasciende el sentimiento de tristeza pasajera. Este cuadro implica alteraciones emocionales, cognitivas y conductuales que dificultan la realización de actividades cotidianas. Entre sus síntomas destacan el desinterés, la fatiga, la rumiación (pensamientos negativos recurrentes) y cambios en el apetito o el sueño.
“El principal error es pensar que estar triste equivale a tener depresión. Es esencial entender que estamos frente a una enfermedad diagnosticable, que en algunos casos puede ser síntoma de otra patología”, explicó el doctor Ricardo Corral, presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría (AAP). El psiquiatra Enrique De Rosa Alabaster complementó afirmando que “las emociones no son patologías en sí mismas, pero pueden estar asociadas a trastornos que requieren intervención profesional”.
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En adolescentes y niños, la depresión puede presentarse de formas menos evidentes, como irritabilidad, aislamiento, cambios abruptos en el rendimiento escolar y comportamientos de riesgo. “Estos síntomas suelen subestimarse o interpretarse como una etapa, lo que dificulta el acceso a un tratamiento temprano”, advirtió De Rosa.
El impacto de la pandemia en la salud mental
La pandemia de COVID-19 fue un detonante significativo para el incremento de casos de depresión, especialmente en los jóvenes. El confinamiento, el aislamiento social, la pérdida de rutinas y el uso excesivo de la tecnología configuraron un escenario propicio para la aparición de trastornos mentales.
“La pandemia fue un experimento global que nos mostró cuán vulnerables somos frente al aislamiento y la incertidumbre. En muchos casos, actuó como un desencadenante de síntomas depresivos, incluso en personas que nunca antes habían experimentado este tipo de problemas”, destacó Corral.
Además, el psiquiatra Enrique De Rosa subrayó que la virtualidad intensificó las comparaciones sociales y la búsqueda de aprobación, exacerbando la ansiedad y la depresión. “El contacto con lo real es esencial, sobre todo en infancias y adolescencias, donde el desarrollo emocional depende en gran medida de las interacciones físicas y sociales”, agregó.
Los testimonios de figuras públicas como Selena Gomez o Tini Stoessel han ayudado a visibilizar la problemática. Sin embargo, Corral advirtió que esta exposición debe manejarse con cuidado para evitar efectos imitativos en personas vulnerables.
La depresión: una enfermedad recurrente y estrategias terapéuticas para combatirla
La depresión es un trastorno que, si no se trata adecuadamente, puede volverse crónico. La evidencia científica señala que un primer episodio depresivo tiene un 50% de posibilidades de repetirse. Este riesgo aumenta a 70% tras un segundo episodio y a 90% luego de un tercero. Es crucial intervenir a tiempo y brindar herramientas para que las personas puedan prevenir la recurrencia.
El abordaje de la depresión requiere una combinación de tratamientos farmacológicos y terapias psicológicas. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es particularmente efectiva para ayudar a los pacientes a modificar patrones de pensamiento negativos, como la rumiación, que perpetúan el malestar emocional.
Por otro lado, el acompañamiento emocional es fundamental. “La persona que atraviesa un cuadro depresivo no puede modificar voluntariamente su estado. Es vital ofrecer apoyo sin presión, mostrando empatía y entendiendo que estamos frente a una enfermedad”, puntualizó De Rosa.
Reconocer la depresión: síntomas y diagnóstico
Identificar la depresión es fundamental para un tratamiento adecuado. Los síntomas incluyen desgano, aislamiento, dificultades para concentrarse, alteraciones en el apetito y pensamientos negativos persistentes. En niños y adolescentes, estos síntomas pueden manifestarse como irritabilidad en lugar de tristeza evidente, lo que puede dificultar el diagnóstico.
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“Muchos aceptan la depresión como parte de su personalidad y no buscan ayuda, lo que perpetúa el problema”, destaca De Rosa.
La promoción de hábitos saludables es un pilar en la prevención de la depresión. Mantener una alimentación balanceada, fomentar el ejercicio físico, garantizar un buen descanso y limitar el tiempo frente a pantallas son estrategias cruciales para proteger la salud mental.
Asimismo, es crucial identificar y abordar factores de riesgo como el estrés crónico, el bullying, el consumo problemático de redes sociales y la violencia en el entorno. “La prevención comienza con la detección temprana y el acceso a tratamientos específicos. Es responsabilidad de la sociedad en su conjunto derribar prejuicios y garantizar que los recursos estén disponibles para quienes los necesitan”, concluyó Corral.
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