- 50 gramos de manteca
- 50 gramos de harina
- 500 ml de leche (preferentemente entera)
- Sal, pimienta y nuez moscada a gusto
Paso a paso para hacer salsa blanca:
Derretir la manteca: comenzá por derretir la manteca en una sartén grande a fuego medio. Es importante no dejar que se queme, solo que se derrita completamente.
Agregar la harina: una vez que la manteca esté derretida, agregá la harina. Remové constantemente con una cuchara de madera o un batidor de varillas para evitar que se formen grumos. Cociná la mezcla durante unos 2 o 3 minutos hasta que adquiera un color ligeramente dorado. Esto ayuda a que la harina pierda el sabor crudo.
Incorporar la leche: ahora, añadí poco a poco la leche caliente (es importante que esté tibia o a temperatura ambiente). Continuá removiendo constantemente para evitar que se formen grumos. La salsa comenzará a espesar gradualmente.
LEER MÁS ► Pastel de papas: la receta de la abuela que enloquece a los comensales
Sazonar la salsa blanca: cuando la salsa haya alcanzado una consistencia cremosa, agregá sal, pimienta y nuez moscada a gusto. La nuez moscada es opcional, pero le da un toque especial y aromático.
Cocinar y servir: dejá cocinar la salsa durante unos minutos más, siempre removiendo para que no se pegue. Una vez que haya alcanzado la textura deseada, la salsa blanca está lista para acompañar tu pasta.
Salsa blanca para pastas.jpg
Consejos para una salsa blanca perfecta para pastas
Para una textura más suave: Si preferís una salsa aún más suave, podés colarla después de haberla cocinado. Esto eliminará cualquier posible grumo.
Variantes: Podés agregarle queso rallado para hacerla más sabrosa o incluso un poco de crema para darle más suavidad.
LEER MÁS ► El budín de pan casero más delicioso y fácil de hacer
Acompañamientos: La salsa blanca no solo sirve para pastas. También podés usarla para acompañar verduras, carnes o incluso como base para una lasaña.