—¿Vos sabes cuál es la diferencia entre capitalismo y comunismo?
—¿Me estás tomando examen? Son muchas, no una sola.
—No, la principal es que en el capitalismo el hombre es explotado por el hombre.
—¿Y en el comunismo?
—Lo mismo, pero al revés.
Los dos carcajean fuerte y sostenido y tienen motivos. El chiste es eficaz y la empresa, según el último balance presentado ante la Comisión Nacional de Valores, incrementó su rentabilidad un 27,5% en dólares para el ejercicio 2024 y repartió dividendos millonarios entre sus gerentes.
Axel Kicillof con Marcelo Mindlin
Hay muy pocas fotos del gobernador Kicillof con CEOs de primera línea pero pueden aparecer nuevas. Esta con Marcelo Mindlin fue hace dos años en la inauguración del Parque Eólico Pampa Energía IV, en Coronel Rosales.
Una más y no jodemos más: ¿cuál es la diferencia entre un pequeño o mediano y un gran empresario? La respuesta cargada de ironía dice que es el tamaño de la empresa, porque casi todos quieren un Estado que insuma menos del 20% del PBI (en 2024 fue el 15,2%, el más bajo de los últimos 8 años).
Así las cosas, las asociaciones empresarias no tienen un problema ideológico con Axel Kicillof, que como cualquiera que googlee con destreza sabe, es peronista desde su militancia secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires (y “progresista”, según Wikipedia), pero jamás comunista. Lo que hay es una disputa por el excedente de riqueza remanente luego de pagar jubilaciones y pensiones, servicios y ayudas sociales, servicios económicos, costos operativos y salarios estatales, entre los principales.
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El rol del Estado y el peronismo
Cualquiera sabe que el peronismo en casi todas sus versiones promueve un Estado presente que suele insumir un cuarto o más del PBI: del 29,4% de 2003 al 46,3% de 2015. En la pandemia y por razones atendibles llegó al 47,5%, una excepcionalidad que incluyó el pago de parte de los salarios de numerosos grupos empresarios privados que votaron, financiaron y aún sostienen a Javier Milei, incluido el CEO del chiste inicial.
Ahora se trata de “reconocer” a alguien que parece haber modulado su trayectoria, al único peronista con gestión y votos propios suficientes para enfrentar a Milei, sin negar su historia ni a su mentora y referente política Cristina Fernández de Kirchner.
Pero, ¿quién quiere a Kicillof? Milei no, porque sabe que encontró con quien perder en 2027, él o cualquier otro candidato libertario. El peronismo que se remite abrumadoramente a Cristina tampoco y –aún después de tres victorias de ese país subancional, que es la provincia de Buenos Aires– lo mortifican todo el tiempo diciéndole que su estrategia no ganó, sino que fue el efecto 3% y que él no ganó, que ganó el peronismo.
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Nota: Un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas que dirige Claudio Lozano aporta un dato un poco menos resonante y menos sorpresivo que los 13,09 puntos de diferencia que sacó Fuerza Patria, pero central para planificar la campaña que recién empieza: el ganador de las elecciones de septiembre fue la abstención, con 5,6 millones de no votos (39% del padrón) y récord en la última década. Dato para el peronismo no kicillofista, aunque sería interesante que no lo usen contra el mejor candidato opositor al cierre de esta nota.
La solución del establishment multinacional argentino para la implosión libertaria ya no tiene a Horacio Rodríguez Larreta ni a Sergio Massa en el menú. Juan Schiaretti tiene un largo camino todavía para ser el Eduardo Duhalde de 2025: será diputado, tal vez presidente de la Cámara baja y –tal como ocurrió con el “Zabeca” de Banfield, cariñosamente revisitado por el periodismo progre antikirchnerista– no tendrá ninguna otra forma ni oportunidad de acceder a la primera magistratura.
La Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Unión Industrial Argentina (UIA) y todas las cámaras que agrupan el empresariado local saben que será difícil sostener a un presidente decididamente anti industrialista, y mucho menos si producen para el mercado interno.
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Es que Javier Milei provocó la mayor cantidad de cierres de unidades productivas desde la segunda década infame (Carlos Menem, 1989-1999). Pero, al igual que el FMI, harán todo por sostenerlo pues aún esperan –contra toda lógica, dada la debilidad parlamentaria del gobierno– las reformas impositivas y laborales que podrían resetear el país a 1943 o, mejor aún, al semi esclavismo del 1900.
Una vez producidas esas reformas, con el costo político, social y empresarial que deba ser, la reconstrucción de la República de los Commodities semi industrial se hará con el que supere el filtro del establishment: cualquiera de los dirigentes que, desde Provincias Unidas, prometen continuidad con mejores modales, pero si no hay ibuprofenos electorales, será con Axel Kiclilof.
Si China es capitalista, ¿habrá carry trade en el Soviet de Kicillof?
Mauricio Macri y Alberto Fernández dieron pedal, pero Kicillof es una incógnita. Hay un despecho casi sentimental en el ministro Luis Caputo y su equipo de apostadores financieros, mal disimulado en un puñado de notas desesperadas, desangeladas.
El mercado no le cree ni lo acompaña, y al ritmo actual de corrida contra el techo de la banda, lo obliga quemar casi U$S 500 millones semanales para llegar al 26 de octubre con un dólar apenas por debajo de los $1.500. El FMI ya lo autorizó a utilizar los U$S 14.000 millones del último préstamo y Caputo envalentonado amenazó con utilizar hasta el último dólar para coser el cambio oficial al techo de una banda que desaparecerá el mismísimo lunes 27 de octubre. “O mucho antes”, según especulan en la City Porteña.
Emmanuel Álvarez Agis_DSC09553_MTH.jpg
“Si lo peor que ya pasó fue que la economía subía como pedo de buzo imagínate, no hay que escuchar lo que dice, lo peor no pasó y no se sabe qué es lo que van a hacer para no devaluar”, afirmó el director de PxQ, Emmanuel Álvarez Agis.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Los tres consultores más prestigiosos del país y con mayor cartera de clientes individuales y corporativos de peso (Emmanuel Álvarez Agis, Martín Redrado y Carlos Melconián) ya incorporaron a sus informes tres escenarios que podrían plantearse antes de las elecciones, por orden de factibilidad: una vuelta al cepo completo que aliviane la presión sobre el tipo de cambio oficial (como leímos en AIRE, ya se la complicaron un poco a directivos y accionistas de bancos y a sus familias), una liberalización total del mercado cambiario (con un dólar impredecible) o una devaluación de hasta un 60%, con dólar oficial entre los $2.000 y $2.300, con un nuevo crawling peg para regular el deslizamiento de la paridad.
Pero a Caputo le duele más la misión de Banco Goldman Sachs, que llegó hace un par de días a Buenos Aires para tomar contacto con empresarios, analistas de mercado locales y políticos, para sondear cómo les caería un hipotético y futuro gobierno de Kicillof. Algunos de esos analistas criticaron sin dudar a “Toto” Caputo por su falta de timming y de astucia a la hora de declarar, incluso su “innecesaria y agresiva hiperactividad en redes sociales”.
En Goldman lamentan no el programa sino la falta de equilibrio emocional y verbal del presidente: “Caputo debiera compensar eso, pero termina siendo tanto o más violento, pelearse con empresarios, banqueros y operadores financieros no es lo que uno espera de un ministro de Economía”.
No tienen previsto solicitar ninguna audiencia a la autoridad máxima del Soviet de la provincia de Buenos Aires, pero está en carpeta la posibilidad de tomar contacto con Augusto Costa o Juan Cuattromo, los funcionarios de Kicillof que lideran la elaboración de un plan económico para gobernar el país y son finalmente dos keynesianos revisionistas, con dosis irrelevantes de marxismo en sus cadenas genéticas e incluso en sangre.
Axel Kicillof 2
Retrato de Axel Kicillof por el fotógrafo Martín Bonetto.
Pero “Toto” no es el único Caputo carcomido una envidia temprana, tan temprana como la descomposición política de la Alianza a la que ya no le importa que la tilden de cruel y despiadada. Santiago, el dador de pauta, argumentos y por lo tanto también el que asedia o amenaza a los medios infieles, no termina de digerir el amable y oportuno reportaje que tres (no uno sino tres) periodistas del multimedio le hicieron hace pocos días al gobernador de la provincia “inviable”.
Pero la bronca no es tanto por el tono de las preguntas, por el contenido sino por las fotos cálidas y cuidadas de Martín Bonetto, particularmente un contrapicado en el que el Axel de los bonaerenses parece angelado, una especie de santidad profana coronada por una mampara que, como todos sabemos, es el aura efímera de los mortales cuando se sienten elegidos para encarnar un momento histórico, incluso cuando probable no es seguro y no se trate más que de un momento.