El conflicto bélico dejó 650 soldados argentinos fallecidos y 650 familias que se quedaron esperando un regreso que jamás ocurrió.
El relato del dolor, los enojos y las preguntas que los hijos, hijas, esposas, madres y hermanos y hermanas tienen. Una forma de mantener viva la memoria de los caídos en combate, pero además, de transmitir lo único que deja una guerra: el horror.
En diálogo con AIRE, Andrea contó quién era su padre, Miguel Roberto Paz, quien falleció sin saber de su existencia a los 36 años. Su papá murió en el bombardeo que hundió al ARA Crucero General Belgrano el 2 de mayo de 1982.
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“Malvinas para nosotros es una marca que la llevamos siempre. La nuestra es una historia muy particular. Tengo dos hermanos que en ese momento tenían 7 y 4 años, Javier y César. Mi papá no llegó a poder enterarse de mí”, comenzó relatando Andrea.
Miguel Paz era maquinista de fragata y fue convocado para el Belgrano. Al respecto, su hija asegura: “Se sabía dónde, a qué iba y se sabían los riesgos. Mi mamá se opuso, como familiar, no entendiendo lo que significa el valor y el respeto que ellos tienen y el honor por la patria. Mi mamá le pedía llorando, por favor, que no fuera, que dijera que no, y la respuesta de mi papá fue que no, que juró defender a la patria y que era un orgullo, que era su deber ir. Mis hermanos también le pedían que no se vaya”.
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"La nuestra es una historia muy particular. Tengo dos hermanos que en ese momento tenían 7 y 4 años, Javier y César. Mi papá no llegó a poder enterarse de mí”, relató Andrea.
En esa época, la única manera de comunicarse era por cartas. En la última parada antes de ir hacia Malvinas, el crucero Belgrano cargó combustible en Ushuaia, en la Base Naval. Ahí, Miguel pudo escribir la última carta y se la envió a su esposa.
“La tenemos guardada. Ahí se despide y a su vez queda claro que lo sabía, lo presentía (que no iba a volver). Le dio indicaciones a mi mamá sobre cosas que tenía que hacer, cómo pagar impuestos, cuidar de mis hermanos, que vayan a la escuela, que se porten bien. Además, le pedía que rece por él y todos sus compañeros y que la Virgen los ayude a volver. Le contaba que en el cuarto tenía una foto de ellos tres (mi mamá y mis hermanos) y que la miraba todos los días”, relató Andrea.
“En esa época se daban comunicados sobre el seguimiento de la guerra. Ese día (2 de mayo de 1982) mis hermanos estaban tomando la leche y mi mamá tenía la radio prendida. Dieron el comunicado sobre que se presumía el hundimiento del Belgrano –que ya había ocurrido- y mi mamá empezó a gritar y a llorar y mis hermanos no entendían nada”, dijo Andrea y aseguró: “Mi mamá, desesperada, no sabía para dónde ir. Había incertidumbre y miedo. Pensaba «qué hago, a dónde voy, dónde pregunto». Ella viajó a Espora, ahí se recibían aviones con heridos, sobrevivientes y fallecidos, pero de mi papá, nada. Ella fue varios días seguidos hasta que se dio por finalizada la búsqueda de sobrevivientes”.
A los pocos días, la Fuerza Armada llevó a la casa de Miguel sus pertenencias: el traje, la espada y la carta de la Armada donde lo declaran fallecido. “Lo que recuerda mi mamá de ese momento es no entender nada. Lo que le dijeran no sumaba nada y mis hermanos le pedían a esa gente que se vaya, que querían a mi papá”.
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El hundimiento del crucero ARA General Belgrano fue una acción bélica naval que se produjo el 2 de mayo de 1982, durante la guerra de las Malvinas, a consecuencia del ataque del submarino nuclear británico HMS Conqueror.
La confirmación del embarazo
Uno de los momentos más complejos que tuvo que atravesar la familia de Miguel fue la confirmación del embarazo de su esposa: esperaba una hija. “En ese momento, mi mamá empezó con los síntomas, emocionales y físicos. Se hizo los chequeos médicos y al principio se lo relacionaba con esta situación. Cuando fue a retirar los análisis, la mujer que le entregó los análisis la felicitó y le dijo que estaba embarazada. Mi papá no pudo llegar a enterarse del embarazo. Fueron así las circunstancias”.
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Andrea contó que le han llegado a recomendar a su mamá que abortara, porque no se sabía cómo iba a hacer para hacer frente a esa situación. “Mi mamá siempre les dijo que no, que no sabía de dónde, pero iba a sacar fuerzas para continuar con el embarazo porque sentía que era algo que había dejado mi papá. Nosotros les debemos todo a mi vieja”, remarcó Andrea.
“Mi mamá sacó fuerzas para seguir con el embarazo, para encarar las preguntas de mis hermanos. Tuvo que ser mamá y papá. Tuvo que aguantarse las ganas de llorar delante de los chicos y llorar sola, escondida en el baño, cuando los chicos no la veían. Fue una promesa que le hizo mi mamá a mi papá, que siempre nos iba a cuidar”, destaca.
Guerra de Malvinas: “Años de angustia, hasta el día de hoy”
Andrea comentó a AIRE que hasta el día de hoy a su mamá le cuesta rememorar aquellas épocas y aún se nota el dolor en sus palabras. “Hablar con mi mamá y pedirle que me cuente es removerle un montón de cosas. Voy juntando información de lo que me cuenta, de lo que me cuentan mis hermanos o mis tíos”, contó.
“Cuando hoy una hace o dice algo, me dicen “así era tu papá, así hablaba tu papá, a tu papá le gustaba eso, etcétera". Fui reconstruyendo la historia así. Además de los recuerdos que hay en la casa. Ella (su mamá) te cuenta y una trata de agarrar y guardar mucho esos recuerdos. Son situaciones difíciles de hacerle recordar”, agregó.
Para la familia, según sostuvo Andrea, “es como un vacío que no te lo puede llenar nada ni nadie. Es una incertidumbre de nunca poder encontrarlo. Es bronca, es enojo. Porque una se termina enojando con todo y con todos. Fueron años de angustia, hasta el día de hoy. Cuando le pido hablar a mi mamá, veo el dolor de ella todavía. Cuesta un montón. Son situaciones injustas que uno no entiende por qué pasan”.
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Andrea contó un viaje que pudo hacer el año pasado a Ushuaia para rendirle un homenaje a su papá.
¿Qué significa Malvinas?
Para la familia Paz, Malvinas es una mezcla de sentimientos. “La palabra orgullo va a estar siempre. Pero a nosotros se nos mezcla con el dolor”, resaltó Andrea y precisó: “No lo conocí a mi papá, pero mis hermanos sí. Tuvieron momentos con él que compartieron. Una vez me contaron que había una placita cerca de mi casa y todas las tardes lo esperaban a que vuelva de la base, se sacara el uniforme, y se iban a jugar a la pelota. Capaz que eran 10 minutos, pero estaban con su papá. Era felicidad. Ellos eran muy chiquitos y era muy difícil entender que papá tenía responsabilidades y que parte de su vida estaba dedicada a otras cosas”.
“Hoy por hoy, Malvinas es esa mezcla de angustia, dolor y preguntas que no tienen respuesta. Y eso se llena de dolor, de enojos, porque fue algo injusto e innecesario. Por cuestiones de poder y de política. Por intereses externos, uno termina perdiendo un familiar”, lamentó y agregó: “Nosotros militamos con orgullo. Mi viejo es un héroe como todos los que fueron, los que volvieron y los que se quedaron custodiando las Malvinas, que son argentinas. Es una marca que la llevamos siempre a donde vayamos”.
Por otro lado, Andrea fue consultada sobre algunas posturas revisionistas o negacionistas que tienen muchos dirigentes políticos, sobre todo los libertarios. Incluso, el presidente Javier Milei llegó a decir que tiene admiración por la primera ministra del Reino Unido en la época de la guerra. “Genera mucha bronca y enojo. Les pediría que se pongan dos segundos en la piel de mi mamá cuando escuchó ese comunicado, cuando fue a Espora sola a ver cuerpos y buscar el de mi papá. En la piel de mis hermanos que no pudieron ver nunca más a su papá y en la mía que me quedé con parte de mi historia sin poder ver”.
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"Fui sola, me animé y me acerqué a la base. Me presenté y expliqué mi situación y me recibieron con mucho respeto. Me acompañó un oficial y me dejaron entrar a la base. Llevé las cartas de mis hermanos y de mi sobrina. Ahí pude dejar las cartas, las tiré al mar”, dijo Andrea.
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“El discurso político me enoja mucho, por eso deje de ir a muchos actos. Se pierden de vista las Malvinas. Para mí, es cantar el himno y mirar la bandera y rendir homenaje y respeto. Eso es Malvinas. Muchas veces el 2 de abril termina siendo un discurso vacío”, remarcó.
El viaje a Ushuaia
Por último, Andrea contó un viaje que pudo hacer el año pasado a Ushuaia para rendirle un homenaje a su papá. “Hice la promesa de viajar. Yo quería ir a la base naval. Me costó años hasta que pude hacerlo. Fui sola, me animé y me acerqué a la base. Me presenté y expliqué mi situación y me recibieron con mucho respeto. Me acompañó un oficial y me dejaron entrar a la base. Llevé las cartas de mis hermanos y de mi sobrina. Ahí pude dejar las cartas, las tiré al mar”.
Andrea reconoce que eso no le permitió cerrar la historia “pero si le pude devolver algo a mi viejo. Estar ahí sola fue muy difícil y triste, pero fue un segundo en el que se calló todo, hubo silencio, y esa sensación de sentir que me pude conectar un poco más con mi viejo y que él estaba ahí, parado al lado mío recibiendo la carta. Fue una promesa que me llevo años poder cumplir”.