Desde hace tiempo en la ciudad de Rosario la muerte se transformó en un lenguaje trágico que busca aportar mensajes, dentro de un negocio que tracciona a sangre. Es una dinámica demencial que llevó a que Rosario tenga una tasa de homicidios cuatro veces más alta que el promedio nacional.
Los chicos ponen sus cuerpos en ese esquema de negocios criminales que desde hace una década y media crece sin freno. El fin de semana, Maxi y Maite, de 13 y 14 años, fueron asesinados en el barrio La Cerámica, en el norte de Rosario, un lugar donde estalló en un espiral de violencia.
Los chicos fueron asesinados al voleo, señalan en el barrio. La gente advierte que no los buscaban a ellos, sino que fueron víctimas de un plan para instalar el terror en la zona, donde se alteró en los últimos días un engranaje de la venta de drogas. Hace una semana, en ese mismo barrio, fue asesinado Jeremías Natanael López, de 16 años, en circunstancias similares.
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Los investigadores no descartan esa hipótesis, pero tienen otra mirada. Advierten que de alguna manera las víctimas y sus familiares estaban enredados en el negocio de la droga. La primera reacción de la Policía es poner el dedo de la desconfianza sobre las víctimas. A veces se equivocan.
La cifra de menores asesinados representa el 9,8% del total de homicidios que se produjeron desde enero a abril, según un informe del Observatorio de Seguridad Pública de la provincia de Santa Fe. Los pibes aparecen en estas tramas criminales como víctimas y también como victimarios.
El lunes no hubo clases en las escuelas N° 1315 "Itatí de Corrientes" y la N° 540 "Camino de los Granaderos", donde asistían Maxi y Maite. Directivos, docentes, asistentes escolares y Amsafé Rosario se reunieron con autoridades del Ministerio de Educación, donde se acordó unificar horarios de entrada y salida, para que el movimiento sea durante las horas de luz natural, ante la difícil situación que atraviesa el barrio donde la semana pasada. También hubo compromiso de presencia policial en ingreso y egreso a los establecimientos en los que ayer todo era angustia.
Los tres crímenes que se produjeron en una semana conmovieron este barrio, ubicado en la zona norte de Rosario, que se gestó a partir de la década del 60 en torno a la fábrica de cerámicos. Por eso lleva ese nombre.
Los vecinos están aterrorizados porque creen que las muertes fueron al azar –las víctimas no tenían nada que ver–, para demarcar con un mensaje un trasfondo teñido por la venta de drogas. Por mensajes de Whatsapp que se empezaron a viralizar, los vecinos creen que un grupo narco irradia terror con el argumento de que seguirán matando hasta que aparezca un cargamento de 10 kilos de cocaína que les "mejicanearon". El problema para los investigadores es que nadie quiere declarar ni aportar algún indicio más certero. Por un lado, en la Justicia desconfían de esta teoría, y por otro los vecinos tienen miedo, por lo que nadie suministra datos más claros. La trama navega en el territorio de los rumores, sobre la base de los asesinatos.
Lo que sospechan en la Agencia de Investigación Criminal es que hay dos familias detrás de estos homicidios, que se disputan un terreno que quedó sin jefes de peso, luego de que fue asesinado Marcelo "Coto" Medrano en setiembre de 2020, un hombre de la barra de Newell’s que abastecía a los búnkeres de la zona, y tenía relación con Esteban Alvarado. La sospecha es que Medrano fue asesinado por la banda de Daniel Godoy, que tributaba para Guille Cantero.
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El lugar de "Coto" fue ocupado por Godoy, que fue detenido hace un mes por la Policía Federal, luego que se detectara que se había instalado en la provincia de Buenos Aires, desde donde trasladaba cocaína a la zona norte de Rosario. Desde ese momento, advierten las fuentes policiales, el lugar quedó vacante y ahora comenzaron a sucederse estos crímenes.
Los investigadores observan que un crimen que ocurrió en febrero pasado pudo haber desatado esta puja por el territorio. Fue el asesinato en Siripo al 1400, en barrio La Cerámica, de Marcelo Nicolás Gálvez, de 27 años, quien se encontraba en la vereda cuando un sicario a pie se acercó y le disparó sin mediar palabra. En el mismo ataque resultó herida de bala en la boca una adolescente de 12 años que también estaba en la vereda. La sospecha es que detrás de este asesinato estuvo la familia Duarte, que compite en ese lugar para dominar la venta al menudeo de drogas.
El problema que enfrentan los investigadores es que se introducen en las tramas criminales cuando el conflicto estalla y las víctimas murieron. “Vamos detrás, juntando cadáveres”, grafica un policía que se desempeña hace varios años en la fuerza.
Lo que también aparece es el terror. Porque a partir de los crímenes empiezan a viralizarse mensajes que provocan un miedo mayor en la gente, muchas veces los propios grupos criminales buscan eso también y lo generan, como ocurrió en el barrio Los Pumitas, tras el homicidio de Máximo Gerez a principios de marzo pasado.
Este martes a la tarde ocurrió un hecho llamativo en el Club Sparta, en Parque Casas, que está ubicado también en la zona norte. Entre los socios del club empezó a circular la versión de que iban a atacar la sede de la institución. Decidieron suspender las prácticas de los chicos. “Amenazaron con balear el Club Sparta de zona norte mientras conversábamos allí con vecinos. No es un hecho aislado, es lo cotidiano. Llamamos al 911, pero la policía tardó 30 min. Hay que pacificar Rosario y esa debe ser la prioridad de todos sin margen para ninguna diferencia”, escribió en su cuenta de Twitter el precandidato a intendente del socialismo Enrique Estévez. Según contaron a AIRE socios del club, no hubo una amenaza directa, pero sí empezaron a circular versiones que llevaron a que el club suspenda sus actividades.