Una de las explicaciones más comunes tiene que ver con la necesidad de gratificación inmediata. Al masticar el caramelo, el sabor se libera más rápido e intensamente, lo que activa el sistema de recompensa del cerebro. Este circuito está vinculado con el placer y también se estimula en situaciones como comer comida chatarra, comprar por impulso o usar redes sociales. Es decir, buscamos sentir algo placentero cuanto antes.
¿Qué dice la psicología sobre cómo masticamos los caramelos?
Pero no se trata solo de placer. La ansiedad también puede influir. Muchas personas con ansiedad o estrés necesitan hacer algo con las manos o la boca, y masticar un caramelo puede convertirse en una vía de escape o descarga. En momentos de tensión, este gesto puede ayudar a calmarse o simplemente a canalizar nerviosismo.
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Es placer o ansiedad, qué dice la psicología.
También hay razones que se remontan a la infancia. Algunas personas crecieron comiendo caramelos de forma rápida para evitar compartirlos o por la presión de un entorno apurado. Estos hábitos, que parecían inofensivos, quedan marcados y se replican en la adultez casi sin darnos cuenta.
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Vivimos en una sociedad que no deja mucho espacio para las pausas, y eso también se refleja en la forma en la que comemos. Masticar caramelos de formas rápida puede ser otro ejemplo de cómo incluso el disfrute está atravesado por la velocidad con la que vivimos.
Por eso, cada vez más especialistas recomiendan incorporar prácticas de alimentación consciente: tomarse un momento para saborear, oler y prestar atención a las sensaciones que produce un alimento. Más allá de los beneficios físicos, esto puede ayudar a reducir la ansiedad y a reconectar con el presente.