El primer trimestre de este año Argentina va a crecer a “tasas chinas” por la bajísima comparación interanual. En aquellos meses de 2024, la economía retrocedió más del 5%.
El año comenzó con un rebrote del sector financiero, con una nueva caída del riesgo país y subas en los precios de las acciones. Detrás de este impulso está el hecho de que el gobierno nacional cuenta con los dólares para pagar los servicios de la deuda y está dispuesto a utilizar la “motosierra profunda” para asegurar el superávit fiscal, apelando a mayores recortes en el gasto público, como en las no renovaciones de las contrataciones del personal público.
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También el gobierno busca reforzar la posición de liquidez internacional del Banco Central (BCRA), una condición necesaria para avanzar hacia el objetivo de levantar por completo, sin disrupciones financieras o económicas, las restricciones cambiarias y otras regulaciones implantadas en años anteriores. El BCRA continúa trabajando en ampliar las opciones para fortalecer su balance y recuperar y preservar simultáneamente las condiciones externas e internas de equilibrio macroeconómico. El REPO de U$S 1.000 millones de bancos internacionales van en esa dirección.
El objetivo de reforzar las reservas internacionales implica préstamos de bancos internacionales y/o del Fondo Monetario Internacional (FMI). El interrogante son las garantías políticas, económicas, cambiarias y financieras que exigirá el FMI porque se supone que el organismo internacional no querrá repetir la experiencia de 2018, cuando desembolsó U$S 45.000 millones que la Argentina aún adeuda y se fueron por la ventanilla de la “salida de capitales” por parte de los grandes fondos que los habían ingresado tan solo dos años antes.
Gobierno reduce a cero las retenciones a exportaciones agroindustriales de las economías regionales.jpg
Con la política oficial centrada en el pago de la deuda en dólares y en la obtención de un fuerte superávit fiscal, el gobierno de Javier Milei no puede prescindir de las retenciones a la exportación agropecuaria.
El año comienza también con ciertas dificultades en el panorama internacional, dado que las tasas de los países desarrollados ahora parece que se mantendrán más altas por un mayor periodo de tiempo y el precio de los commodities agrícolas, claves para la exportación, se mantienen en niveles muy bajos.
Por otro lado, el tipo de cambio nominalmente bajo con costos y precios internos en dólares muy por encima de los principales socios comerciales de la Argentina (Brasil, China, Chile, etc) pone límites muy serios a esos objetivos porque alienta las importaciones sustitutas de la producción interna y genera un drenaje de divisas por los tours de compra y el turismo argentino al exterior. En ese escenario, la principal herramienta anti-inflacionaria del gobierno es la apreciación cambiaria.
Con la política oficial centrada en el pago de la deuda pública en dólares y en la obtención de un fuerte superávit fiscal, el gobierno no puede prescindir de las retenciones a la exportación agropecuaria. Y no puede recurrir a una devaluación del peso por la disparada de la tasa de inflación interna, más aún en un año electoral.
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El economista Emmanuel Álvarez Agis señala que “inflación y actividad serán la clave del voto económico de 2025, en nuestra opinión, en ese orden. Creemos que la sociedad ponderará con mayor énfasis la baja de la inflación que la recuperación del crecimiento o, incluso, el aumento del desempleo. Como de costumbre, la condición de posibilidad de continuar con la trayectoria descendente de la inflación y, simultáneamente, crecer, depende de mantener bajo control el dólar y, más en concreto, de apreciar la moneda. Es decir, la principal herramienta para reactivar la economía con baja de la inflación en simultáneo reside en agudizar la pérdida de competitividad de la economía argentina, en un marco en el que gobierno avanza decididamente en la apertura de la economía”.
Baja inflación y pérdida de competitividad es un cóctel no deseado para sostener un crecimiento duradero.
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Domingo Cavallo, que pasó como ministro de Economía en 2001 por esa experiencia, dice que “existe una apreciación real exagerada del peso que puede estimarse en alrededor del 20%. Parecida a la que existió en los tres años finales de la convertibilidad, apreciación real que llevó a una deflación muy costosa porque transformó a la recesión que se había iniciado a fines de 1998 en una verdadera depresión económica, fenómeno que comenzó a erosionar el crédito internacional del país y a alentar la salida de capitales”.
Cavallo agrega: “Los efectos reales de la apreciación exagerada del peso son fáciles de predecir: 1) aumentarán las importaciones no solo de insumos y bienes de capital sino también de muchos bienes finales que sacarán de competencia a la producción nacional que no logre aumentos rápidos de productividad; 2) se desalentará la producción de bienes exportables, tanto del sector agropecuario como de la industria manufacturera y los servicios; 3) el deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos hará más difícil la adquisición, por parte del Tesoro, de los dólares para pagar intereses, aun teniendo los pesos necesarios para comprarlos en el MULC (Mercado de Cambios) gracias al superávit fiscal primario”.