Los dos nacieron en los Estados Unidos. Los dos vinieron al mundo en mayo. Los dos eran negros, por lo que debieron esforzarse muchísimo más para alcanzar sus metas. Los dos fueron los reyes indiscutidos de sus divisiones. Los dos forjaron una sólida amistad que perduró más allá de los rings.
Los dos dejaron legados brillantes que, a la fecha, se agigantan cada día más. Los dos integran el prestigioso Hall de la Fama del Boxeo Internacional de Canastota, Nueva York. Y los dos murieron un 12 de abril –y tras haber ganado millones en sus carreras, se fueron sumidos en la pobreza de donde habían surgido–, y con ocho años de diferencia.
Uno es Joe Louis, el formidable campeón pesado que más tiempo conservó su corona –11 años y ocho meses, desde junio de 1937 a marzo de 1949–, y el que más veces retuvo el título, con 25 defensas exitosas, récord absoluto sin distinción de categorías.
LEER MÁS ► Pascual Pérez, el pequeño gran gigante
Y, el otro, es Sugar Ray Robinson, el genial monarca welter y cinco veces mediano, quien fue tan grande que, el término "el mejor libra por libra", fue creado por los periodistas gracias a él y para él.
Muchos lo consideran como el indiscutido número 1 de todos los tiempos, lo que ratificó otro fenómeno irrepetible como Muhammad Ali, quien siempre lo llamó "el rey, el maestro, mi ídolo".
El Bombardero de Detroit
Joseph Louis Barrow nació el miércoles 13 de mayo de 1914 en una humilde choza de algodoneros de Lafayette, Alabama. Fue el séptimo descendiente de los ocho que trajeron al mundo Munroe Barrow (que era el apellido del propietario de la plantación en la que vivían y trabajaban), y Lillie Reese.
Hijo y nieto de esclavos, el futuro monarca de todos los pesos prácticamente no habló hasta los 6 años –solo se comunicaba con monosílabos– y tartamudeaba levemente, por lo que forjó un carácter hosco y reservado. Años después se trasladó con su familia a Detroit y, al poco tiempo, dejó el colegio.
LEER MÁS ► El día que Carlos Monzón se convirtió en leyenda
Un día, ingresó al Brewster Wheeler Recreation Center y comenzó a tomar clases de boxeo. Con 17 años disputó su primer combate amateur, condición en la que realizó 56 combates (con récord de 53-3), ganó el torneo Guantes de Oro para principiantes y, su debut profesional, se produjo el miércoles 4 de julio de 1934, cuando le GKO 1 al noruego-estadounidense Jack Kracken en el Bacon’s Arena de Chicago.
Lo hizo de la mano del ex agente inmobiliario John Roxborough como manager, del ex boxeador Jack Blackburn como entrenador y, su bolsa inicial, fue de 60 dólares. “Es muy difícil que un negro gane por puntos, así que tu puño derecho tiene que ser el árbitro”, fue uno de los primeros consejos de Blackburn a su joven pupilo.
Y tenía razón. En gran parte de la radicalizada sociedad blanca estadounidense aún perduraba el enorme rechazo que les causaba la figura de Jack Johnson, el primer campeón mundial pesado negro a quien, por su arrogancia y abierto desafío al racismo, le hicieron la vida absolutamente imposible.
Por eso, Louis nunca se tomó una foto solo con una mujer blanca, y que fue una cláusula innegociable que siempre figuró en sus contratos.
Diarios como The Detroit Times solo se ocupaban de los negros cuando había crímenes de por medio y, a los que sobresalían en algo, se los descalificaba con el insultante mote de nigger. Hasta el Records Book de la revista The Ring dividía a los boxeadores estadounidenses como “americano” y “americano negro”.
Pero Louis comenzó a llamar la atención del mundo boxístico, y hacía todo lo posible para eliminar los prejuicios por el color de su piel. Era humilde, respetuoso con sus rivales, y ganaba con incuestionable claridad. Hacia fines de 1934 había disputado 12 combates y, sus bolsas, ya ascendían a los 2000 dólares.
La pérdida del invicto ante Schmeling
El Bombardero de Detroit ya había derrotado al italiano Primo Carnera (le GKOT 6 el martes 25 de junio de 1935), y a Maximilian (Max) Baer (le GKO 4 el martes 24 de septiembre siguiente) y, su intención, era vencer a su compatriota Jack Sharkey (se llamaba Joseph Paul Zukauskas, y era de ascendencia lituana) y al alemán Max Schmeling –los otros dos ex monarcas en actividad– antes de ir por la corona que estaba en poder del estadounidense James J. Braddock, quien pasó a la historia como Cinderella Man (Hombre Cenicienta).
Schmeling había visto a Louis cuando venció al vasco Paulino Uzcudun el viernes 13 de diciembre de 1935 en el Madison Square Garden. Entonces, analizó otras películas del moreno y notó que, después de que lanzaba sus jabs, dejaba caer el brazo izquierdo durante una fracción de segundo, tiempo suficiente –estimó– para que pudiera conectarlo a fondo con sus devastadores golpes con la derecha. No se equivocaría.
El combate, donde Louis llegaba con una brillante marca de 27-0 (23 ko) y favorito 10-1 en las apuestas, debió realizarse el jueves 18 de junio de 1936 pero, por la intensa lluvia que se abatió sobre Nueva York, se pospuso para el día siguiente.
Tras un inicio de pelea parejo, Schmeling (87,100 kilos) derribó a Louis (89) en el 4º round, lo superó ampliamente y, el nocaut, llegó a los 2’29”del 12º asalto. La pelea del Año para Ring Magazine había terminado y, el invicto del estadounidense, también.
La revancha de Louis en 1938
Schmeling creía que, tras vencer a Louis, había obtenido el legítimo derecho de retar a Braddock por el título mundial. Por eso, Joe Jacobs –quien conducía la carrera del germano– concertó un combate para el jueves 3 de junio de 1937 en el Long Island Bowl pero, las protestas antinazis en Nueva York, hicieron caer la pelea.
Muchos pensaban que si Schmeling ganaba, se llevaría el título para Alemania y, por muchos años, no regresaría a los Estados Unidos.
Entonces apareció en escena Mike Jacobs, manager de Louis, quien le ofreció a Braddock una muy importante bolsa –más la garantía de ingresos fijos por diez años– para que dejara sin efecto el contrato que había firmado con el alemán.
El día fijado para el choque, Schmeling se presentó en el lugar donde se realizaría y se pesó solo en señal de protesta. Esta clara injusticia pasaría a la historia como la “pelea fantasma”.
El martes 22 de junio de 1937, Louis le GKO 8 a Braddock en el Comiskey Park de Chicago, y se convirtió en el nuevo campeón mundial de la máxima categoría. Pero, todavía, tenía una herida por cerrar: desquitarse de quien le había provocado su única derrota profesional y, para colmo, antes del límite.
Con una situación internacional cada vez más tensa, Schmeling volvió a los Estados Unidos para la revancha con Louis, en el que sería el combate más politizado de la historia ya que, mientras en ese país se lo consideraba como la lucha entre el bien y el mal (aunque el campeón, en su propio país, no pudiera ingresar a un restaurante para blancos), para Hitler y sus adláteres sería el enfrentamiento entre una raza superior y otra inferior.
Hasta el mismísimo presidente Franklin Delano Roosevelt envió un telegrama a Louis, donde le pidió: “Ahora más que nunca Estados Unidos necesita de sus músculos para enfrentar y vencer a la Alemania nazi”.
Y, el miércoles 22 de junio de 1938, nuevamente en el Yankee Stadium, colmado por 70.000 espectadores, Louis (90,150 kilos), quien realizaba su 4ª defensa, necesitó solo 124 segundos para noquear al germano (87,550), al que derribó tres veces y le fracturó dos costillas y tres vértebras cervicales antes de que el árbitro Arthur Donovan –el mismo del choque que sostuvieron exactamente dos años y tres días antes–, detuviera la masacre, que fue seguida por radio por el 67 % de los estadounidenses.
Este triunfo se festejó mucho en el Bronx, donde se concentra la mayoría negra de Nueva York. Más de 5000 personas salieron a las calles a festejar la victoria y gritaban “¡Heil, Louis!”, simulando el saludo nazi.
“¿Te sentís orgulloso de tu raza esta noche?”, le preguntaron al moreno. “Sí, estoy orgulloso de mi raza, la raza humana, claro”, retrucó, y evitando –acertadamente– una estéril polémica.
Así, Louis fue el campeón negro de un país donde los blancos lo habían ubicado en el pedestal de héroe nacional en su cruzada para derrotar al “perro nazi” o la “mascota de Hitler” pero, a la vez, lo discriminaron permanentemente por su color de piel.
El triste y doloroso final
Joe Louis –quien, alistado en el Ejército, realizó innumerables exhibiciones para las tropas aliadas y donó decenas de miles de dólares al Fondo de Guerra– se retiró oficialmente el martes 1 de marzo de 1949, después de 11 años y 252 días como campeón mundial pesado, en los que realizó 25 defensas exitosas de su corona que, a la fecha, es un récord absoluto sin distinción de categorías.
Su compatriota Ezzard Charles se había alzado con el cetro vacante de la NBA (que luego daría origen a la actual AMB) y, en una decisión equivocada –aunque comprensible, ya que necesitaba dinero– Louis decidió volver y retar al monarca.
Pero el miércoles 27 de septiembre de 1950, en el Yankee Stadium y, con una audiencia de 25 millones de espectadores por televisión, perdió su segunda pelea profesional.
Hasta que nueve combates después, el viernes 26 de octubre de 1951, en el Madison Square Garden, la carrera de Louis llegó definitivamente a su última estación.
Esa noche, fue aplastado por el joven, invicto y arrollador Rocky Marciano quien, camino al título mundial que conquistaría el 23 de septiembre del año siguiente ante Jersey Joe Walcott, lo derribó dos veces y, el árbitro Ruby Goldstein, se apiadó y detuvo el duelo en el 8º round, en la tercera y última derrota del ex rey de los completos, que ya tenía 37 años.
En total, Louis realizó 69 combates, con un récord de 66-3 (52 ko). Medía 1,88 metro, era diestro, y dilapidaría una fortuna de casi 5 millones de dólares, que había ganado a lo largo de su carrera.
El IRS (Internal Revenue Service, o Servicio de Impuestos Internos) de los Estados Unidos “olvidó” la enorme generosidad del Bombardero de Detroit en la guerra, y le exigió 1.200.000 dólares en impuestos atrasados, más intereses y punitorios.
La deuda con el fisco crecía a razón de 50.000 dólares por año solo por intereses y, por eso, uno de los boxeadores más brillantes de todos los tiempos, quien fuera inmortalizado en el prestigioso Hall de la Fama en 1990, terminó dos años más tarde practicando lucha libre por unos pocos dólares, sumando un nuevo fracaso en su muy triste ocaso.
En marzo de 1959 se casó por tercera vez, ahora con la abogada Martha Jefferson, quien lo acompañaría durante los 22 años siguientes. Esta litigó contra el fisco en 1961 y, tras el juicio, acordaron gravar solo los ingresos que Louis tuviera de ahí en adelante, pero no le condonaron la deuda.
Por eso, jamás terminaría de cancelar sus compromisos impositivos, estimados en 2 millones de dólares al momento de su muerte. Cayó en una profunda depresión, y comenzó a beber y consumir cocaína; su esplendor era un lejano recuerdo, sus problemas se multiplicaban a diario y, su declive, se acentuó ahogándose en alcohol.
Por eso, durante los últimos 15 años de vida del moreno, Schmeling, quien se había convertido en un próspero hombre de negocios en Alemania –y que fue un sincero, desinteresado y leal amigo– costeó muchos de los tratamientos contra adicciones, diversas internaciones, levantó innumerables cheques y, telefónica o personalmente cuando podía viajar, jamás dejó de estar en contacto con Louis y brindarle todas las ayudas que fueran necesarias.
Asimismo, otro de los que le dieron una mano a Louis fue el legendario Frank Sinatra, admirador desde siempre del incomparable monarca pesado.
En 1967, el Bombardero de Detroit comenzó a trabajar en el Caesars Palace Hotel & Casino de Las Vegas, donde cobraba 50.000 dólares por año para saludar y fotografiarse con los clientes y visitantes.
En 1969 sufrió problemas cardíacos y mentales y, un año después, lo internaron en un psiquiátrico de Denver. Ya en 1977, sufrió una apoplejía y quedó postrado en una silla de ruedas.
Hasta que el domingo 12 de abril de 1981, sufrió una falla cardíaca en Las Vegas y, 28 días antes de cumplir 67 años, el formidable guerrero de ébano dejó este mundo. Por expreso pedido del por entonces presidente Ronald Reagan, el ex rey de los completos fue sepultado con los honores de Héroe Nacional en la Sección 7A –debajo de la tumba del Soldado Desconocido– del Cementerio Nacional de Arlington donde, entre otros, descansa John Fitzgerald Kennedy.
Max Schmeling, quien también había pagado la última internación y hasta el funeral, fue uno de los que portaron el ataúd de Louis –envuelto con la bandera estadounidense– y, antes de regresar a Alemania, le entregó un sobre con miles de dólares a la viuda de su extinto amigo.
El mejor libra por libra
Walker Smith, Jr. nació el martes 3 de mayo de 1921 –siete años después que Louis– en Ailey, Georgia, y fue el tercer hijo del matrimonio conformado por Walker Smith, Sr., un jornalero que se dedicaba al cultivo de algodón, y Leila Hurst.
La primogénita, Marie, que nació en 1917, moriría en abril de 1959, a los 41 años, a causa de un cáncer y, la siguiente, Evelyn, vino al mundo en 1919.
Poco después la familia se trasladó a Detroit, donde su padre trabajó como albañil y, cuando sus progenitores se divorciaron, el pequeño Walker –que por entonces tenía 12 años–, su madre y sus hermanas se radicaron en Harlem, un populoso barrio de mayoría negra, al norte de Manhattan, en la ciudad de Nueva York.
Abandonó la escuela en 9º grado y, a su sueño de convertirse en médico, lo cambió por el de ser boxeador. Tenía solo 14 años cuando quiso participar de su primer certamen pero, para hacerlo, debía federarse en la Amateur Athletic Union, trámite que solo se podía realizar a partir de los 16.
¿Cómo resolvió el problema? Se presentó ante la AAU como “Ray Robinson”, que era el nombre de uno de sus compañeros de gimnasio, quien le facilitó su registro.
Robinson idolatraba a Henry Armstrong –el único boxeador de la historia que reinó simultáneamente en tres categorías, cuando solo había ocho divisiones, y no las 17 actuales– y a Joe Louis, quien fue su vecino en Detroit cuando tenían 11 y 17 años, respectivamente.
Años después, Robinson recordaría en su autobiografía que quedó “desconsolado” cuando el Bombardero de Detroit fue noqueado por el alemán Max Schmeling en 1936. Su carrera como aficionado registró un formidable récord de 85-0, con 69 nocauts, 40 en el primer asalto y, además, ganó el título pluma en el certamen Guantes de Oro de 1939.
El apodo de Sugar fue idea de su entrenador, George Gainford quien, al ver el estilo exquisito de su pupilo sobre el ring, dijo que el boxeo del mismo era "dulce como el azúcar”. Por lo que este extraordinario púgil lograría en 25 años de carrera, no exageró absolutamente nada.
Robinson debutó como profesional el viernes 4 de octubre de 1940 y, en el Madison Square Garden, le GKOT 2 al puertorriqueño Joe Echevarría. En 1941 disputó 20 combates: entre ellos, se destacan el del lunes 21 de julio cuando, en el Shibe Park de Filadelfia, le GPP 10 (unánime) a su compatriota Sammy Angott –quien era el campeón mundial liviano, y que no expuso su corona–; y las victorias ante sus compatriotas Marty Servo (cuyo nombre real era Mario Severino, y se coronaría monarca unificado welter en 1946), el jueves 25 de septiembre, en el Filadelfia Convention Hall, y al anterior campeón de las 147 libras, o 66,678 kilos, Fritzie Zivic (su verdadero nombre era Ferdinand Henry John ivi, cuyo padre era croata y su madre eslovena, y que se consagraría en 1940), el viernes 31 de octubre, en el Madison, colmado por 20.551 espectadores.
Tras GKOT 10 a Zivic en la revancha, que se disputó el viernes 16 de enero de 1942 en el mismo escenario, Robinson continuó con su serie de victorias hasta que, en su 41ª pelea, perdería su invicto el viernes 5 de febrero de 1943 ante un duro en serio, y al que ya había derrotado casi cuatro meses antes en el Madison: el neoyorquino Giacobbe Jake La Motta quien, en el Olympia Stadium de Detroit, le GPP 10 (unánime), tras derribarlo en el 8º round.
Con el Toro Salvaje del Bronx –que reinaría en mediano entre 1949 y 1951, y cuya vida personificaría magistralmente Robert De Niro en la película homónima, por la que fue galardonado con el Oscar como Mejor Actor– se mediría seis veces en total, con un saldo de 5-1 a favor del moreno.
Ese mismo año, Robinson fue incorporado el Ejército, donde sirvió junto con Joe Louis y, ambos, realizaron varios combates de exhibición ante las tropas estadounidenses. En este lapso discutió varias veces con sus superiores por el trato discriminatorio que recibió y, además, se negó a realizar más exhibiciones cuando se enteró que los soldados afroamericanos no estaban autorizados a verlos.
Robinson trabó una gran amistad con Louis –que se mantendría por el resto de sus vidas– y, tras cumplir con el servicio militar, quisieron comenzar un negocio de distribución de licores en Nueva York pero, la licencia para este emprendimiento, les fue denegada. La discriminación contra los negros seguía vivita y coleando.
Primero, campeón mundial welter
El viernes 20 de diciembre de 1946, Robinson le GPP 15 (unánime) a su compatriota Tommy Bell (quien lo derribó en el 2º round) y se alzó con el cetro mundial welter, que Marty Servo había dejado vacante al no poder recuperarse de las secuelas del choque –sin título en juego– ante Rocky Graziano (se llamaba Thomas Rocco Barbella y, como era un mediano natural, más pesado y fuerte, le provocó una seria lesión en la nariz), disputado el viernes 29 de marzo anterior, y donde cayó por nocaut técnico en dos asaltos.
A partir de allí, lo expondría exitosamente en cinco oportunidades. En la primera defensa, el martes 24 de junio de 1947, en el Cleveland Arena de Ohio, le GKOT 8 a Jimmy Doyle, de 22 años quien, por los golpes recibidos en el combate, moriría 24 horas después.
Días antes de la pelea, Robinson había soñado que mataría a su rival pero, después de hablar con un sacerdote amigo, este le dijo que no se preocupara, que solo era una pesadilla. Desafortunadamente, la pesadilla se volvió realidad.
A las otras cuatro defensas las realizó ante Chuck Taylor (le GKOT 6 el viernes 19 de diciembre de 1947 en el Olympia Stadium de Detroit); Bernard Docusen (le GPP 15 –unánime– el lunes 28 de junio de 1948 en el Comiskey Park de Chicago); el formidable cubano Kid Gavilán, cuyo nombre real era Gerardo González Hernández, y que reinaría en esta categoría entre 1951 y 1954 (le GPP 15 –unánime– el viernes 1 de julio de 1949 en Filadelfia), y Charley Fusari (le GPP 15 –unánime– el miércoles 9 de agosto de 1950 en el Roosevelt Stadium de Jersey City).
Después, monarca mediano
Como cada vez le costaba más encuadrarse en welter, Robinson dejó vacante esta corona y decidió subir a mediano, la categoría inmediata superior –en ese entonces, no existía la división superwelter, o mediano junior, creada en 1962–, cuyo límite es de 160 libras o 72,574 kilos.
El miércoles 14 de febrero de 1951 y, en el Chicago Stadium, Robinson y LaMotta chocaron por sexta y última vez, la primera en mediano y, además, con el título mundial en juego, que el neoyorquino exponía por tercera ocasión.
A esta pelea se la recuerda como La masacre de San Valentín donde, a partir del 10º asalto, Robinson castigó duramente al Toro Salvaje del Bronx hasta que, a los 2’04” del 13º round, el árbitro, Frank Sikora, dijo basta.
A pesar de la paliza recibida, LaMotta –quien, por primera vez en 96 combates, perdía antes del límite-, terminó de pie y, tras el final, con el rostro desfigurado y sangrante, le gritó al nuevo campeón: “¡Ganaste! ¡Ganaste, hijo de puta! ¡Pero nadie puede voltear a LaMotta! ¡Nadie! ¡Ni siquiera Robinson!”
Años después, el Toro Salvaje del Bronx diría sobre sus seis batallas con el formidable moreno: “Peleé tantas veces contra Sugar Ray, que no sé cómo no tengo diabetes”.
Robinson emprendió una gira por Europa acompañado por 13 personas y, algunas de ellas, viajaron “solo para reírse”. En esa época y, también en la actualidad, a estos parásitos se los sigue llamando “los amigos del campeón”.
Tras combatir en Francia, Suiza, Bélgica, Alemania e Italia, el martes 10 de julio de 1951 –casi cinco meses después de haberla ganado– Robinson resignó su corona mediana ante el británico Randy Turpin (se llamaba Randolph Adolphus Turpin), quien le GPP 15 en el Earls Court Arena de Londres.
El miércoles 12 de septiembre siguiente se tomaría revancha y, en el Polo Grounds de Nueva York, la recuperó al GKOT 10 a Turpin. La defendió exitosamente dos veces ante dos compatriotas: el jueves 13 de marzo de 1952, le GPP 15 –unánime– a Carl Bobo Olson en el San Francisco Civic Auditorium y, el miércoles 16 de abril siguiente, le GKO 3 a Rocky Graziano en el Chicago Stadium.
Luego de este combate, Robinson renunció a su título mediano y fue por la corona mediopesada –cuyo límite es de 175 libras, o 79,378 kilos– que estaba en poder de Joey Maxim (cuyo nombre real era Giuseppe Antonio Berardinelli), en una pelea que se disputó el miércoles 25 de junio de 1952 en el Yankee Stadium del Bronx neoyorquino ante 47.968 espectadores.
Robinson iba ganando con claridad en las tarjetas de los jueces pero, el insoportable calor de ese día, provocó que el árbitro, Ruby Goldstein, debiera ser reemplazado por Ray Miller, mientras que Sugar Ray, completamente extenuado, no salió a combatir al llamado del 14º y penúltimo asalto. La ventaja de peso que dio (acusó 71,213 kilos –157 libras, debajo del límite mediano–, contra los 78,470 –173– de Maxim) desembocó en la única pelea que perdió antes del límite en toda su carrera.
Robinson anunció su retiro, y se volcó al mundo del espectáculo, donde se convirtió en un consumado bailarín de tap. En su autobiografía, recordaría que los ensayos y entrenamientos que realizó en su carrera artística fueron más difíciles que algunos que realizó en su trayectoria como boxeador.
Por eso, cuando la prensa especializada afirmaba que Sugar Ray bailaba sobre el cuadrilátero, era estrictamente literal.
El retorno, y otra vez rey de las 160 libras
El progresivo declive de sus negocios y los problemas económicos que se iban multiplicando, lo decidieron a regresar a los rings. Su reaparición se produjo el miércoles 5 de enero de 1955 y, en el Olympia Stadium de Detroit, le GKO 6 a Joe Rindone.
El viernes 9 de diciembre del mismo año, le GKO 2 a Carl Bobo Olson en el Chicago Stadium y, la corona de las 160 libras o 72,574 kilos, era otra vez suya.
La retuvo el viernes 18 de mayo de 1956 (le GKO 4 a Olson en el Wrigley Field de Los Angeles), y la perdería el miércoles 2 de enero de 1957 ante Gene Fullmer, quien le GPP 15 –unánime– en el Madison Square Garden.
La revancha se pactó para el miércoles 1 de mayo siguiente, en el Chicago Stadium. Las apuestas estaban 3-1 a favor de Fullmer pero, la experiencia y la riqueza boxística de Robinson, pudieron más que un rival diez años más joven: en el 5º round, un gancho de izquierda a la mandíbula, con precisión quirúrgica, derrribó a Fullmer quien, así perdió por primera vez por nocaut tras 44 peleas.
Tal fue la justeza de Robinson para arrasar con su rival que, los periodistas especializados, llamaron "golpe perfecto" (“perfect punch”) al que mandó a la lona a Fullmer por toda la cuenta del árbitro Frank Sikora, que llegó a 10 al 1’27” de ese asalto.
Pero esta historia no termina aquí: el lunes 23 de septiembre de 1957, Sugar Ray volvió a perder su título mediano y, esta vez, su verdugo fue Carmine (Carmen) Basilio, quien le GPP 15 –dividido– en el Yankee Stadium, ante 38.000 espectadores, en el Combate del Año para la revista The Ring.
¿Y lo recuperó? Por supuesto: el martes 25 de marzo de 1958 y, en una nueva Pelea del Año, le GPP 15 –unánime– a Basilio en el Chicago Stadium. Por ¡quinta vez!, era el monarca mundial entre los medianos.
El viernes 22 de enero de 1960, Sugar Ray PPP 15 –dividido– con Paul Pender en el Boston Garden, y resignó su corona de los 72,574 kilos, la que ya no podría recuperar para convertirse en rey mediano por sexta ocasión: en la revancha, disputada el viernes 10 de junio siguiente en el mismo estadio, Pender lo derrotó otra vez en 15 rounds, y en fallo dividido, como en el choque anterior.
El ocaso
El sábado 3 de diciembre de 1960, Robinson E15 con Gene Fullmer en el Sports Arena de Los Angeles, por el cetro mediano de la National Boxing Association (NBA) y, el sábado 4 de marzo del año siguiente, en el Convention Center de Las Vegas, PPP 15 en la revancha. Este fue el último combate de Sugar Ray con un título mundial en juego.
En los años siguientes enfrentó a rivales que, en su pico, jamás lo hubieran derrotado. Peleó en Trinidad y Tobago, Inglaterra, Austria, Francia, República Dominicana, Canadá, Bélgica, Escocia, Jamaica y México hasta que, el miércoles 10 de noviembre de 1965, con 44 años, disputó su último combate: Joey Archer le GPP 10 –unánime– en el Civic Arena de Pittsburgh.
La carrera de uno de los más extraordinarios púgiles de todos los tiempos, con 201 peleas, había llegado a su fin, con un récord de 174-19-6-2 S/D (109 ko).
Su vida personal, adiós, y su legado
Robinson se casó con Marjorie Joseph en 1938, se divorciaron el mismo año y, su primer hijo, Ronnie Smith, nació en 1939. Su segunda esposa fue Edna Mae Holly, con quien contrajo enlace en 1944.
Tuvieron un descendiente, Ray Robinson, Jr. (nacido en 1949), y se divorciaron en 1962. En 1965, Robinson se casó con Millie Wiggins Bruce, quien fue su tercera y última esposa.
Vivió sus últimos años sumido en la pobreza ya que, al momento de retirarse, contó que había dilapidado los 4 millones de dólares que había ganado en su carrera. Se le diagnosticó diabetes mellitus y, tiempo después, Alzheimer.
El irrepetible Sugar Ray nos dejó el miércoles 12 de abril de 1989 –ocho años después que Louis– en Culver City, condado de Los Angeles, a los 67 años y, sus restos, descansan en el Cementerio Inglewood Park de Inglewood, California.
El término “libra por libra” comenzó a ser utilizado por los periodistas deportivos para referirse a él durante su carrera, tratando de realizar una comparación de los boxeadores, independientemente de la categoría que se trate.
Incluso, en el prestigioso Hall de la Fama del Boxeo Internacional (IBHOF), al que ingresó en 1990, Robinson figura como el mejor púgil libra por libra de la Historia.
Fue un incomparable bailarín de ballet con guantes que, con 1,80 metro, guardia diestra y 70 kilos –en promedio–, maravillaba a todos por sus desplazamientos sobre el ring, siempre perfectos, armoniosos, plásticos y elegantes, que evidenciaban el infinito y maravilloso talento que poseía. No en vano, el enorme Muhammad Ali lo reconoció siempre como “el rey, el maestro, mi ídolo”.
En 1997, The Ring lo distinguió como el mejor boxeador libra por libra de la Historia y, en 1999, la agencia Associated Press (AP) lo nombró como el “welter del siglo” y “mediano del siglo”.
Asimismo, The Ring lo clasificó en 2003 como el número 11 en la lista de los mejores pegadores de la historia. Por su parte, la cadena ESPN confeccionó en 2007 una lista de “Los 50 mejores boxeadores de todos los tiempos”, que Robinson encabeza.
A diferencia de Louis, Robinson brilló más allá del boxeo, y lo hizo como bailarín y hasta cantante. En medio del omnipresente racismo imperante en los Estados Unidos de su tiempo, fue el primer deportista afroamericano en ser respetado y admirado por los blancos. Igual, Louis y Robinson fueron dos fantásticos reyes del boxeo cuyos caminos la vida cruzó, y que coincidieron hasta en el día de su adiós.
Por eso, a casi 43 años de la partida del Bombardero de Detroit, y 35 de la de Sugar Ray, sus recuerdos y legados mantienen una vigencia absoluta y son la inspiración de miles de jóvenes que, al calzarse por primera vez un par de guantes, sueñan en emular lo que lograron estas dos inolvidables glorias de ébano.
Descansen en paz, Joe y Ray, y gracias por tanto.
Temas
Te puede interesar

















