Se trata de una biomolécula desarrollada por un equipo interdisciplinario que logró modificar la eritropoyetina (EPO), una proteína natural, para conservar su capacidad neuroprotectora sin los efectos secundarios que suele generar en la producción de glóbulos rojos.
Este avance biotecnológico representa un hito para la ciencia argentina: no solo por su potencial terapéutico, sino porque abre la puerta al desarrollo de tratamientos prolongados, seguros y eficaces para enfermedades crónicas que, hasta hoy, no cuentan con soluciones efectivas.
Una molécula neuroprotectora sin efectos hematológicos
La innovación consiste en una EPO modificada que anula su acción hematopoyética —es decir, ya no estimula la producción de glóbulos rojos— pero conserva intactas sus propiedades neuroprotectoras, neuroplásticas, antiglióticas y antiinflamatorias. Esto permite proyectar su uso clínico sin los riesgos que conllevaría en pacientes que no presentan anemia, como ocurre con la molécula original.
El desarrollo se enmarca en una larga trayectoria del Centro Biotecnológico del Litoral de la FBCB-UNL, donde trabajan los investigadores Marcos Oggero, Milagros Bürgi, Ricardo Kratje y Matías Depetris. La investigación también contó con la colaboración de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el grupo liderado por la científica Camila Scorticati.
BioSynaptica: ciencia y emprendimiento con impacto
La spin-off BioSynaptica, incubada en la UNL y fundada por el mismo equipo que desarrolló la biomolécula, obtuvo la licencia exclusiva para continuar con el desarrollo, validación clínica y proyección comercial del biofármaco. El objetivo es claro: transformar este descubrimiento en un medicamento accesible y eficaz que llegue a los pacientes.
“El logro representa una validación internacional del desarrollo biotecnológico que iniciamos desde nuestros laboratorios en la UNL. Es un paso decisivo para llevar la ciencia argentina al mundo”, destacó Oggero.
Reconocimiento internacional y próximos pasos
Recientemente, el descubrimiento obtuvo la patente en Estados Unidos, sumándose a las ya concedidas en Israel y Rusia. Esta protección de la propiedad intelectual fortalece el camino hacia la transferencia tecnológica, incrementando las posibilidades de atraer inversiones y alianzas estratégicas que aceleren su llegada al sistema de salud.
En los próximos meses, el equipo avanzará con estudios preclínicos para evaluar la toxicidad y seguridad de la molécula, con miras a iniciar ensayos clínicos. El primer objetivo será el tratamiento de retinopatías degenerativas, como la retinopatía diabética y la degeneración macular, donde los ensayos en modelos animales ya arrojaron resultados muy alentadores.
“Esta tecnología no solo representa una esperanza para millones de personas afectadas por enfermedades neurodegenerativas, sino también una demostración concreta del potencial científico y tecnológico que existe en Argentina”, concluyó Bürgi.