El derecho a recibir la Educación Sexual Integral (ESI) que alcanzó al legalidad con la Ley 26.150, implica pensar la sexualidad como un proceso que se da a lo largo de toda la vida y que es parte de la condición humana. Pero en el caso de las personas con discapacidad, los diferentes prejuicios y mitos que rodean su sexualidad hacen que en muchas ocasiones se deje de lado esa educación, vulnerando derechos. Tres especialistas resaltaron la importancia de la ESI, sobre todo en la formación docente de quienes trabajan con personas con discapacidad.
Fernanda Pagura, quien fue integrante del Equipo ESI del Ministerio de Educación explicó a Aire Digital que desde la niñez se empieza a disociar el derecho a la sexualidad de las personas que tienen una discapacidad, y se las ve como niños permanentes aún cuando son adultos. "Cuando se asocia la discapacidad a la sexualidad surgen mitos y prejuicios que hacen que se deje de ver a la persona como sujeto de derecho sexual. Incluso, no se lo ve como sujeto erotizante, que despierte el deseo, la mirada y el amor de otro", detalló.
Al respecto, Gabriela Bruno, subdirectora de Accesibilidad y Derechos de las Personas con Discapacidad de la Municipalidad de Santa Fe, quien tiene una discapacidad, dijo a este medio que "lo que te da la entidad de adulto o adulta es ser un sujeto sexuado. En cambio si somos visto como ángeles seremos eternamente niños, nunca alcanzamos la adultez". Para ella, "nos mantienen en una eterna infantilidad que hace que no tengamos derecho a formar una familia, a tener hijos o no, a decidir ser trans, a ser políticos o a educarnos".
Marcela Potente, psicóloga especializada en sexualidad e integrante del Equipo de ESI del Ministerio de Educación de Santa Fe, habló con Aire Digital y estuvo de acuerdo en que generalmente a toda persona que sale de lo que se espera ser, se le quitan los derechos sexuales y esto es lo que sucede con las personas con discapacidad. Consultada acerca de si hay deseo de una práctica sexual tradicional conocida, la especialista respondió que "todo depende de lo que sabe esa persona. Lo que sí hay es deseo de gozar, de sentir placer. Después buscar alguien con quien compartirlo es un aprendizaje".
La sexualidad debe entenderse de manera amplia y no sólo relacionada a la práctica sexual en sí. Potente aseguró que el deseo sexual puede ser el de vivir, de gozar, de comer algo rico, un mimo, un abrazo, un llamado por teléfono. En este sentido, el deseo en la discapacidad siempre está, lo que puede cambiar es su manifestación y ejercicio. "La ausencia aparece a partir del no reconocimiento de quienes rodean a la persona con discapacidad de su derecho al goce y al placer. El deseo al goce está, a la práctica en sí misma es un aprendizaje. Ninguna persona nace sabiendo cómo tener una relación sexual. Eso lo va escuchando, viendo y se lo van contando", dijo la psicóloga.
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En esa construcción psíquica de la sexualidad empiezan a operar los roles, expectativas y los mandatos sexo genéricos. La ESI recupera y trabaja la deconstrucción de esos mandatos desde el nivel inicial al nivel superior no universitario. Dentro de este paradigma, la discapacidad es una condición identitaria posible y en el cruce con todas las demás condiciones que hacen a la persona (el género o el lugar donde vive por ejemplo) se generan nichos de desigualdades diferenciadas.
El mito de que las personas con discapacidad no van a desarrollar una sexualidad plena, hace parecer que carece de sentido educar en estos temas. Pero Potente manifestó que "lo primero que hay que hacer es educar. Si a la persona le das información y la acompañas en ese aprendizaje, se puede conocer cuáles son sus intereses y necesidades, y a partir de ahí evaluar qué barreras tiene y qué apoyo hay que brindar para garantizar el acceso a la sexualidad".
Además aseguró que muchos abusos sexuales se dan por la falta de acceso a la ESI y que "en las personas con discapacidad estas vulneraciones se duplican". Hay otro aspecto en las discapacidades físicas, que es el contacto constante con el cuerpo de otros porque necesita de ese apoyo. En este sentido, Potente consideró fundamente educar sobre esos temas: "Hay que anticipar a la persona lo qué le van a hacer, para que no sean maniobras abusivas, violentas, intimidantes. Hay que enseñar a decir 'esto no quiero', o a pedir ayuda si algo sucedió y reparar el daño".
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En consonancia con este constante contacto con el otro, surge la problemática de la falta de intimidad, un aspecto que se construye en todas las personas. Lo que sucede con las personas con discapacidad es que la economía del tiempo hace que se invadan esa intimidades. Para Potente depende de cada caso pero en general, la mayoría de las personas pueden gozar de sus cuerpos, aunque van a tener otras necesidades y tiempos. "Para que prevalezca la intimidad se deben elaborar todos los apoyos necesarios. En la historia de la humanidad siempre se buscó homogeneizar, normalizar, en vez de respetar las diversas formas de existir, ser, los ritmos y tiempos de cada uno, eso cuesta entender como sociedad", dijo.
Para Bruno, en el contexto de la persona con discapacidad están todos los mecanismos de control activados, desde las instituciones de salud, de educación, las jurídicas y las familiares. En este sentido enfatizó que: "Los algodones no sirven, inhabilitan y te dejan por siempre en un lugar de infantilización, sin instrumentos para afrontar los obstáculos de la vida".
También están las cuestiones de movilidad si se trata de una persona con discapacidad física. No todos necesitan el mismo tipo de asistencia, "quizás en un caso la asistencia sea generada por la misma pareja en la relación sexual, y en otros casos sea generar el ámbito propicio para que ocurra la situación de intimidad", explicó Bruno.
Lo importante es reconocer como sociedad las barreras que se les pone a las personas con discapacidad para llegar a su goce. "Tenemos que pensarnos como sociedad qué cosas les habilitamos y qué otras no, por lo que pasa a ser un privilegio para las personas que no tienen discapacidad", aseguró Potente.
Otro mito es que las personas con discapacidad no son deseadas, y si lo son es desde el "morbo". La explicación se basa en la suposición de que para poder gozar y que gocen con uno, hay que tener un cuerpo "normal", esperado, dentro la heteronorma, ser reproductivo y productivo. Este es otro modo de negarle la sexualidad a las personas con discapacidad. "Es terrible que te digan que no podes ser deseado por alguien, te anulan el autoestima", dijo la psicóloga.
Las apreciaciones que se hacen como sociedad se fundan en los orígenes mismos de la discapacidad, donde era vista como un castigo divino y por eso había que alejarla y esconderla. Las personas con discapacidad tuvieron una lucha inmensa para visibilizarse. Y aún quedan pendientes los temas de la orientación sexual: si se piensa la sexualidad en la discapacidad se lo hace desde la heterosexualidad. No se visibiliza a lesbianas, gays, trans, no se habla de que las personas con discapacidad también construyen su identidad y pueden tener otra orientación.
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Para Bruno, el desafío está en "poder plantear nuestra existencia con la discapacidad, no querer ser otra cosa. El modelo médico actual plantea que hay que hacer un esfuerzo por dejar de tener la discapacidad. Nosotros no tenemos esa concepción. La discapacidad es un modo de existir, de ser y se convive con eso de la mejor manera posible". Además enfatizó en que lo primordial para lograrlo es fortalecer el autoestima de los niños y niñas.
En este sentido recordó que durante mucho tiempo de su adolescencia no encontró ropa donde se compraban sus amigas. "Eso te pone en otro estatus: si no encontrás ropa, no podés subir al colectivo ni ir a la movida nocturna porque los lugares no están adecuados, es difícil sentir que generás deseo en otro. Es un trabajo de empoderamiento", contó Bruno.
Empezar a mirar la discapacidad desde una perspectiva de género, de goce y de derecho, exige revisar la formación docente de los institutos superiores que se educan para trabajar con personas con discapacidad. "Estas instituciones no cambiaron su plan de estudios. No está incluido el seminario de ESI, ni siquiera hay un espacio específico como en los otros profesorados", dijo Pagura.
Frente a este panorama, surge la necesidad de empezar a pensar materiales didácticos para trabajar la educación sexual donde no sólo se incluya a las personas con discapacidad, sino que tengan voz protagónica. Para eso hay que generar contenidos inclusivos, que puedan ser comprendidos por todas las personas. "De lo contrario seguimos hablando de ellos, pero no los incluimos. Y para eso hay que adaptar los contenidos y que sean inclusivos", concluyó.
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