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Día del Orgasmo Femenino: masturbación, historia de represión y mutilación del placer

En el Día del Orgasmo Femenino Aire Digital habló con dos sexólogas sobre un tema que durante muchos años fue tabú. Las especialistas reivindicaron la importancia de la masturbación para el autoconocimiento y el posterior encuentro con el "Otro".

¿Por qué las mujeres se masturban menos que los hombres? ¿Por qué es un tema del que ni siquiera se habla? ¿Por qué históricamente las mujeres complacieron al varón y relegaron su placer? ¿A quién le interesa o a quién le perjudica el placer en las mujeres? Cuando se piensa en la masturbación femenina se encuentra que la represión, la mutilación del placer y el factor histórico de la opresión al género femenino son clave para tratar de responder a todos estos interrogantes.

Aire Digital habló con las sexólogas Ana Blanc y Victoria Güemes sobre esta cuestión en el marco del Día Internacional del Orgasmo Femenino y la profesionales explicaron que las mujeres lo hacen menos porque fue siempre muy castigado y prohibido, mucho más que para los hombres.

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Para el varón también hubo un momento en el que estaba prohibido, se lo amenazaba con que se quedaban ciegos o le salían pelos en las manos. "Pero a las mujeres se las apedreaban, se la rechazaba socialmente, se le tiraba ácido en el clítoris para que no se vuelva a tocar si se descubría que lo hacía. Al varón nunca se lo castigó de esa forma", explicó Blanc.

Además, a la práctica de la masturbación en las mujeres se la asoció con la enfermedad de la "histeria femenina", por eso ante cualquier síntoma iban al médico y éste asumía que el problema era que tenía 'energía sexual contenida' y le aplicaba un 'masaje en el clítoris'. "Esto fue hace 100 años, pero no se sabía que era una masturbación, en aquel entonces era un tratamiento como cualquier otro", aseguró la profesional.

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"A nadie le importaba el placer femenino, no se estudiaba porque las mujeres tenían relaciones sexuales que eran muy falocentristas, y en las posiciones que les gustaba al hombre, entonces nunca llegaban al orgasmo", aseguro Blanc.

Para la sexóloga Victoria Güemes, el hecho de que sea tabú tiene que ver con la herencia judeo cristiana en la cultura. "Estamos muy influidos por estas religiones, donde el placer por el placer mismo no tiene mucho sentido, y principalmente la función de la sexualidad es la reproducción. Entonces todas las cuestiones relativas al placer quedan desprestigiadas y pecaminosas", dijo en conversación con Aire Digital.

Si la función de la mujer en la familia era la reproducción y su tarea principal previa a la Revolución Industrial era la crianza de los hijos y el mantenimiento del hogar, encontrar satisfacción en sí misma podía significar la posibilidad de que no quiera comprometerse con un hombre. "Esto era un problema para la función que ocupaba la mujer en la sociedad, que era formar una familia, reproducirse y estar en el hogar", argumentó.

Otra cuestión que para esta sexóloga influye tiene que ver con lo visual: "El hombre tiene sus genitales externos, entonces desde muy chiquitito puede jugar con su pene y esto está habilitado, a diferencia de la mujer. Los genitales femeninos están más tapados por una cuestión biológica, entonces no es tan fácil acceder si no hay una intención", explicó.

Lo desconocido del clítoris

Incluso para muchas mujeres, hablar de la sexualidad femenina es un lugar desconocido. Muy poco se investigó sobre el placer de la mujer, a diferencia del masculino. Recién en el año 1998, una uróloga australiana llamada Helen O'Conell estudió la verdadera anatomía del clítoris y descubrió que las mujeres tienen otra forma de responder sexualmente que obedece a cuestiones fisiológicas, pero también a cuestiones emocionales y culturales más profundas.

Por primera vez y mediante imágenes de resonancia magnética se lo pudo reconstruir completo por dentro. Antes jamás se pensó en analizarlo y Blanc consideró que "eso es muy machista y patriarcal". "Es muy triste que durante muchísimo tiempo las mujeres tuvimos negado el núcleo de nuestro placer", agregó.

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Por otra parte, "las mujeres jamás dijeron nada, porque les parecía que así era el sexo, que eso era lo que tenía que pasar. Los medios de comunicación y las novelas se encargaron siempre de reafirmar esa enseñanza", explicó Blanc.

Abandonar los prejuicios y entregarse al placer

Según las expertas, hay muchas formas para liberarse de los prejuicios en torno a la masturbación femenina, aunque la mejor es un abordaje terapéutico ya que es más íntimo, personalizado y respetuoso de la individualidad. También se puede hacer talleres de sexualidad donde se hable del tema, ejercicios con el cuerpo -que los tiene que recetar un profesional formado-, acudir a la literatura para abrir la cabeza y ampliar el conocimiento, o simplemente mediante charlas con amigos que estén en el mismo camino y no con gente que pueda hacer daño y reprimir.

Otro ejercicio sano es fomentar y potenciar mucho la conversación de estos temas en pareja, e ir animándose a tocarse cada vez más, "de una forma mas placentera y no sólo para cambiarnos, para bañarnos o para tener relaciones sexuales. Tocarnos porque queremos nuestro cuerpo y lo queremos sensibilizar. Si yo amo mi cuerpo y lo respeto cuando esté con otra persona voy a esperar lo mismo. Y si no pasa, por lo menos voy a saber pedirlo", concluyó Blanc.

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Por su parte Güemes contó que hay mujeres que van a su consultorio que "les genera asco la idea de tener que mirarse los genitales con un espejo, que no quieren tocarse ni nada" y que cuando se recibió, hizo su tesis sobre el tema y nadie quería responder una encuesta que era anónima. Esto da cuenta de que todavía existen muchos prejuicios sobre el tema. De hecho está tan reprimido, que a muchas mujeres ni siquiera se les presenta la idea de hacerlo, o la curiosidad.

Finalmente ambas sexólogas coincidieron en que la masturbación tiene beneficios, y que una mujer que no encuentra el propio placer es muy difícil que lo pueda encontrar con una pareja. Si no conoce su cuerpo o le genera asco y lo rechaza, va a tener muchos más límites al momento de relacionarse con los demás, y eso no es gratis.