Los ventanales añejos escoltados por los balcones de la planta alta son protagonistas de la esquina de Hipólito Yrigoyen y San Martín. Los toldos característicos sobresalen de cada una de las ventanas del edificio de estilo ecléctico traído desde Europa unos años más tarde que se surgimiento demuestra que la historia de Santa Fe sigue viva dentro de sus paredes y los tres pisos del edificio declarado Patrimonio Histórico de la ciudad. La confitería Las Delicias todavía conserva su frente intacto, que ya sumó más de 100 años en la capital provincial.
La historia no sólo se conserva en el edificio, sino en la actividad del interior. El subsuelo quedó atrás en el largo camino que recorrió el local comercial en una de las inundaciones de Santa Fe. “Tenía filtraciones de agua y en una de las inundaciones, no recuerdo cual, se inundó y decidimos llevar la fábrica a la planta alta”, contó a Aire Digital el actual dueño de la confitería, Roberto Gayá, quien se refirió a los icónicos alfajores Gayalí. “Ahora funciona sólo esta parte donde tenemos las mesas, para arriba trasladamos las oficinas”, aclaró.
La confitería Las Delicias nació el 13 de noviembre de 1913, pero en un edificio ubicado en la esquina formada por las calles San Martín y Crespo. Surgió a partir del trabajo del abuelo de Roberto y sus dos hermanos (Guillermo, Miguel y Bernardo) venidos de Palma de Mallorca, España -los hermanos Gayá- a quienes un tío les enseñó sus primeras recetas. Diez años después los hermanos decidieron alquilar el edificio que ahora conservan y en aquel entonces pertenecía a Bernabé Vera, hacendado de la localidad de Marcelino Escalada. Desde entonces, ese fue el lugar de la confitería que empezó siendo además Bar, Salón de té y Restaurante.
Hoy, casi 107 años después, el local está a cargo de Roberto, la tercera generación. “Ahora también trabaja la cuarta generación”, dijo Gayá, padre de cinco hijos y abuelo de 14 niños. Con la crisis del 2001, el hermano de Roberto y su prima hermana decidieron dividir las partes y la confitería centenaria quedó en manos de su actual dueño. Sin embargo, señala que sus hermanos y los hijos de ellos la sienten como propia. “Es una empresa familia y el afecto va creciendo con el tiempo. Yo me quedé con lo material pero todos vienen como si fuera suyo. Mi hermana y mi primo, nuestros nietos juegan, dan vueltas, hacen cositas, envuelven paquetitos”, contó Gayá y remarcó: “Se crea un valor afectivo que creo que hasta el día de hoy es el único que nos mantiene”.
Mantener una tradición y un patrimonio
Si bien el edificio se mantiene casi similar desde sus comienzos, la tradición sigue en pie por la vida en su interior y por el esfuerzo de sus dueños. “De todas las crisis, sé que la del ‘30 fue muy fuerte. Después vivimos un paro gastronómico en el ‘50 en el que el local estuvo cerrado durante tres meses”, dijo Roberto, e indicó que desde el ‘71 que fue cuando él se puso a cargo del negocio, atravesaron todas las crisis económicas del país. “La crisis del 2001 fue muy dura, y esta del coronavirus es demasiado fuerte”, aseguró el hombre mientras la preocupación se asomó en su mirada. El dueño de Las Delicias explicó que sólo un 20 o 25% del comercio funciona normal.
A las dificultades económicas se les suma el mantenimiento de un edificio que tiene gran valor para toda la ciudad, aunque para los Gayá es nada más y nada menos que su casa. “Es difícil porque hay que mantener un negocio de muchos años”, aseguró.
En su interior, los clientes sentados en las mesas y sillas de madera desparramadas entre las columnas y los exhibidores degustan las mismas delicias que aquellos que pasaron hace más de un centenar, porque Gayá asegura que las recetas siguen siendo las mismas. “Son las originales, se respetan todas”, afirmó.
El edificio de la Confitería Las Delicias está dentro dentro del libro Inventario: 200 obras de patrimonio arquitectónico de Santa Fe de Carlos María Reinante. Además, así lo reglamenta la ordenanza Nª 10115 sancionada en 1996 que establece la protección de todos los edificios que tengan más de 80 años y cuenten con características determinadas. Como el edificio de Las Delicias, las obras allí comprendidas “son parte del ambiente urbano, no sólo como obra específicamente, sino porque forma parte del ambiente de una esquina específica y por el valor simbólico que tiene para todos los santafesinos”, indicó a Aire Digital Germán Muller, Coordinador Ejecutivo del área de Patrimonio Urbano de Santa Fe.
Para los dueños de la confitería, “está bien” que el edificio sea patrimonio de Santa Fe, pero eso implica conservarlo y “el costo es muy alto”.
Con un café y una delicia en la mano
La familia Gayá vivió innumerables momentos dentro de las paredes del local. Roberto, que solía andar en bicicleta dentro del negocio cuando era chico, recuerda al lugar siempre con muchos clientes y muy pocos detalles diferentes a los actuales. “Adentro hicimos unas pocas remodelaciones y el frente siempre fue el mismo”, dijo.
No sólo los dueños tiene anécdotas para contar dentro del negocio. Muchos santafesinos optaron por disfrutar de uno de los mejores cafés de la ciudad. Además, fue y es uno de los lugares más escogidos por los turistas. “Uno de los mejores momentos del local fue después de la inauguración del Túnel Subfluvial (1969), cuando todos venían a Santa Fe a conocerlo y pasaban a tomar un café por acá”, recordó Gayá. “El Turismo en Santa Fe siempre fue de uno o dos días, pero la gente pasaba y venía”, indicó, y recordó que el negocio fue escenario de múltiples reuniones luego de convenciones y congresos. Nada más ni nada menos que el Rotary Club de Santa Fe se formó en ese lugar. Justo en la columna contra la que estaba ubicada la mesa del encuentro de los fundadores, una placa recuerda aquel momento. “Vino mucha gente: actores, escritores, políticos”, relató Gayá.
En aquella época, según narró el dueño de Las Delicias, se tomaba mucho té. “Eran tiempos de copetín, aperitivo, vermú. Ese tipo de bebidas. Ahora te pedirían un gin tonic o un fernet con coca”, bromeó. “Los alfajores típicos santafesinos nos acompañaron desde siempre y hoy tenemos el orgullo de decir que para nosotros son los mejores de Santa Fe”, señaló.
La gente mayor que pasa por el lugar recuerda sus días pasados en el local. Muchos se animan a contarle las historias a sus dueños que las reciben contentos. “Vienen con sus hijos y nietos a recordar cuando eran jóvenes, me traen fotos, publicaciones viejas”, expresó Roberto.
Con el pasar del tiempo la mayoría de las cosas materiales y sentimentales se mantienen. En ese mismo edificio que hace 107 años pasaron días enteros los padres y abuelos de Roberto, ahora permanecen sus hijos y nietos. Mientras tanto, el edificio se exhibe para los santafesinos del 2020 de la misma manera que para los ciudadanos de 1924. En su interior, los clientes sentados en las mesas y sillas de madera desparramadas entre las columnas y los exhibidores degustan las mismas delicias que aquellos que pasaron hace más de un centenar, porque Gayá asegura que las recetas siguen siendo las mismas. “Son las originales, se respetan todas”, afirmó. “Intentamos comprar siempre materia prima genuina, sin conservantes ni colorantes”, agregó. El hombre perteneciente a la tercera generación de dueños del local aclaró que algunas recetas -muy pocas- son complicadas y por eso modifican su estructura, pero que elaboran “todo con la vieja fórmula como las hacía su abuelo hace 80 años”.
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