Andy Warhol amaba a las celebridades y por eso las pintaba, al igual que lo hacía con las objetos cotidianos, accidentes de coche, imágenes de suicidios o desastres. El artista que se convirtió en un ícono del pop art -movimiento que surge a mediados del siglo XX- supo retratar la cultura consumista de la sociedad de la época. No dejó de lado una característica importante de aquel entonces y en sus pinturas mostró las cualidades patriarcales que se mantienen hasta el día de hoy en la estética publicitaria.
El pop art, y con el Warhol, se inspiró en la estética de la vida cotidiana y los bienes de consumo propios de una época atravesada por el capitalismo. Sus obras fueron anuncios publicitarios, comic books, tapas de discos, objetos culturales «mundanos» y del mundo del cine. Pero también mujeres. “Cuando surge la publicidad el cuerpo femenino se toma como una mercancía. Siempre que se intenta vender algo que no tiene que ver con el cuerpo femenino, sobre todo en la mitad del siglo XX, está acompañado de una mujer”, sostuvo Laura Zambrini, profesora titular de la cátedra de Sociología en la carrera de Diseño de indumentaria y textil de la FADU-UBA e investigadora del CONICET en diálogo con Aire Digital. “La estética publicitaria que tiene el cuerpo de la mujer sin ropa y en posturas sexis, va contruyendo un tipo de sexualidad que es patriarcal”, explicó. La especialista en sociología de la moda y sus cruces con los estudios de género, aseguró que el mundo de la moda se está deconstruyendo pero siempre dialoga con la manera en la que los medios nos enseñaron qué es lo sexi, lo bello.
“En la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en la década de los ‘90, hubo una hipersexualización”, explicó Zambrini, y agregó que se ven muchos “valores superpuestos en el marco de una política de los cuerpos muy fuerte en la que lo femenino está siempre incompleto: es muy blanco, muy oscuro, con celulitis.
Para Zambrini a partir de la reconstrucción de la historia de la moda o de tipologías como el traje de baño, se puede ver claramente la relación entre la moda y la sexualidad, “la manera en la que se controla el cuerpo femenino”. En la década del ‘20 a las mujeres les medían la longitud de los trajes de baño. Aunque con los ojos del 2020 esa práctica lleve a pensar que se trataba de una época de fuerte dominación sobre las mujeres y sus cuerpos, la investigadora del Conicet explicó que durante esos años ocurrió todo lo opuesto. “Fue una excepción, una época de mucha liberación que después se apagó con la guerra”, precisó.
La década del '20, un eje para la moda de hoy
La profesora de la UBA explicó que si bien al ver las imágenes de las mujeres paradas frente a la cinta que les medía sus polleras puede chocar en el contexto actual, es necesario destacar que “el cuerpo es vestido en relación al contexto y, de la misma manera, la mirada está atravesada completamente por prejuicios del presente”, indicó. Zambrini explicó que en aquellos años la moda rompió con los cánones de la moda de la época victoriana y los trajes de baños se adaptaron al cuerpo femenino pensados como el atuendo para una actividad recreativa. En ese entonces surgieron los diseños de Chanel que ponen el eje en trasladar la funcionalidad de la indumentaria masculina a lo femenino.
La investigadora caracterizó a la década como un “clic” en la moda. “En aquella época también se dejó el corset, algo súper incómodo, y aparecieron tipologías más ergonómicas”, contó. Con esto, Zambrini se refiere a vestimentas adaptadas a las condiciones femeninas y a los espacios en las que las usaba. Un ejemplo es el traslado del traje de hombre a la silueta femenina que hace Chanel. “Pero hay una cuestión de lo femenino que se sigue manteniendo con las perlas, los colores”, advirtió. En la misma época que la moda se revoluciona con los diseños de Chanel, también nace la Escuela de la Bauhaus en Alemania -institución dedicada a la arquitectura, diseño, artesanía y arte fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar- que influenció al mundo del diseño. “Además, se empiezan a ver grupos de mujeres que fuman en público, manejan autos, van a los bares, se cortan el pelo, a las que llamaron "flappers"”, dijo y recordó: “todos esos hábitos se cortan con la guerra y después de ella viene una moda, con Dior a la cabeza, que vuelve a la idea de la elegancia femenina que contribuye a la idea de mujer decorativa”.
A finales del siglo XX, se produjeron modificaciones en el mundo de la moda provocados por los cambios en los valores de la sociedad. “En la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en la década de los ‘90, hubo una hipersexualización”, explicó Zambrini, y agregó que se ven muchos “valores superpuestos en el marco de una política de los cuerpos muy fuerte en la que lo femenino está siempre incompleto: es muy blanco, muy oscuro, con celulitis. Además, tiene detrás una industria que la acompaña y una mirada social con un peso muy fuerte”.
A pesar del paso del tiempo y de las modificaciones el diseño en relación a los valores de la esfera social y pública, para Zambrini la mirada se pone siempre en “la dicotomía entre la mujer honrada y la prostituta, entre la madre decente y la de la calle, es una discusión vertebral que se traslada a los modos del vestir”.
La década del ‘20 se caracteriza por una irrupción en la moda, que con la guerra retrocedió. Sin embargo, según Zambrini, fue en ese entonces donde se sentaron las bases de lo que hoy se conoce como diseño moderno. “Desde las vanguardias hasta el presente, los diseñadores y las diseñadoras retoman cuestiones de los años ‘20”, aclaró.
A pesar del paso del tiempo y de las modificaciones el diseño en relación a los valores de la esfera social y pública, para Zambrini la mirada se pone siempre en “la dicotomía entre la mujer honrada y la prostituta, entre la madre decente y la de la calle, es una discusión vertebral que se traslada a los modos del vestir”. De esa manera, la mujer que en la década del ‘20 transgredía mucho el largo de la pollera del traje de baño, era tildada como prostituta.
A partir del estudios de la moda se puede reconstruir la forma en la que surgen todos los discursos sobre el cuerpo femenino, qué partes del cuerpo se pueden mostrar y cuáles no en espacios públicos. De esta manera, se pueden analizar los prejuicios que hay alrededor de las prácticas y las cuestiones morales detrás. "Esa dicotomía de la cultura judío-cristiana se ve reflejada en los usos del vestir", aclaró la investigadora del Conicet.
A pesar de que el primer traje de baño era una “liberación” para las mujeres, “se trataba de diseños pensados para el cuerpo de ellas, para establecer la manera en la que ellas debían moverse en estos espacios públicos”, explicó la investigadora. “Esos trajes diseñados para meterse al agua eran incómodos. De la misma manera podemos pensar hoy las dietas o las plataformas. Son vestimentas que se ponen de moda y que además generan problemas de salud por la incomodidad corporal que provocan”, indicó la especialista y sostuvo que se trata de una lógica opuesta a la de la indumentaria masculina. “Los que están apropiados completamente de lo público son los hombres y las mujeres estamos peleando por entrar a esos espacios para nosotras mucho más vedados”, aseguró. Al final, siempre se trata de “lo que ellos permitan”.
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