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Política Inteligencia artificial | trabajo | Jorge Luis Borges

Ni tecnofílicos ni luditas: claroscuros de la inteligencia artificial aplicada al trabajo

La inteligencia artificial es una oportunidad y una amenaza: depende del modo de usarla, las regulaciones y la apropiación de la rentabilidad que genera.

“La máquina de pensar no funciona. Tampoco funcionan las teorías metafísicas y teológicas que suelen declarar quiénes somos y qué cosa es el mundo. Su pública y famosa inutilidad no disminuye su interés. Como instrumento de investigación filosófica, la máquina de pensar es absurda. No lo sería, en cambio, como instrumento literario y poético”. Jorge Luis Borges

Los debates en torno a los beneficios y perjuicios de la robotización de la vida social, de sus burocracias cotidianas (incluida la militar) y de los puestos y procesos de trabajo, tienen más de 150 años antigüedad y numerosos generadores de relatos científicos, literarios ficcionales y hasta poéticos. El primer “cortamambos” fue probablemente el escritor inglés Samuel Butler, que publicó Erewhon en 1872, seguido por Yevgueni Zamiatin (Nosotros), Aldous Huxley (Un mundo feliz), George Orwell (1984), Isaac Asimov (Yo robot) y Ray Bradbury (Farenheit 451), entre otros.

El increíble cuadro creado por una IA que vendió por más de un millón de dólares
Los debates en torno a los beneficios y perjuicios de la robotización de la vida social, de sus burocracias cotidianas (incluida la militar) y de los puestos y procesos de trabajo, tiene más de 150 años antigüedad.

Los debates en torno a los beneficios y perjuicios de la robotización de la vida social, de sus burocracias cotidianas (incluida la militar) y de los puestos y procesos de trabajo, tiene más de 150 años antigüedad.

Las referencias van de entrada y cuentan como caracteres pero valen la pena, en épocas en que se leen mucho más notas que libros (en realidad muchos más tweets y reels). Es una invitación sin hipervínculos, para que los encuentren susurrando los títulos a cualquier chat bot de Inteligencia Artificial. Eso sí, después deberán leerlos, no vale escapar con audiolibros.

“La pirámide invertida!” Grita el editor. “774 caracteres y ninguna flor!”. Tiene razón, pero el periodismo también es un género literario (aunque menor) y esta nota sobre IA debía escribirse zafando de lo que aplicaciones como Article GPT o Eskritor, podrían producir fácilmente. A qué robot mataperiodistas se le podría ocurrir comenzar un artículo sobre IA citando a Borges? Ah, ya hay uno en camino? Entonces, como Neo y su pandilla en la saga de Matrix, salgamos rápidamente de aquí.

Automatización sin estado y sin reparto, la promesa del presente y los riesgos del futuro

Según estimaciones del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), sobre una investigación aplicada a 23 rubros de producción industrial, la incorporación de la automatización a los procesos de mercadeo, logística y manufactura, incrementaría la productividad en un 24% promedio. Es decir que produciría un cuarto más de ganancias por encima de las obtenidas con la interacción de trabajo humano y desarrollos tecnológicos aplicados (producidos por humanos también) actuales.

Tomemos el ejemplo del Grupo Arcor, que durante 2024 registró ganancias netas por $3.9 billones pese a la caída del consumo (-5,5% para le empresa) inducida por el ancla salarial y la recesión libertarias. Un cuarto de productividad con impacto en ventas y rentabilidad, representaría la friolera de $948.914 millones.

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No hablamos del reparto de utilidades entre accionistas (algo que el Directorio ejecuta puntualmente el último trimestre de cada año), ni de las paritarias del rubro Alimentación (que perdieron 20% contra la inflación en 2024 y un 6% en el primer trimestre del año), sino que nos preguntamos quién se queda con esa rentabilidad extraordinaria? Es posible que la aplicación de IA a la contabilidad empresarial y la liquidación de salarios impacte positivamente en la redistribución de la riqueza al interior del grupo empresarial?

“Aún conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente del papa Francisco”

Porque qué es un trabajo digno? Un trabajo registrado, con beneficios de la seguridad social, buenos salarios y condiciones de salud y seguridad suficientes. Y como la estela de las palabras y los actos de Francisco aún no se extingue (León XIV lo sostuvo en su primer discurso público), vamos a citarlo en la Jornada Mundial por la Paz de enero de 2024.

“El resultado positivo de la IA sólo será posible si somos capaces de actuar en forma responsable y respetar los valores humanos fundamentales, como la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad. Son condiciones indispensables para que las tecnologías emergentes no se conviertan en nuevas formas de exclusión y violencia”. Francisco, el Papa de los trabajadores podríamos arriesgar, señalaba claramente cuál es el lugar que la IA debería ocupar: “debería estar al servicio de un mejor potencial humano y de nuestras más altas aspiraciones, no en competencia con ellos”.

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Francisco hizo en 2024 un llamamiento para que los estados nacionales regulen la incorporación y uso de la IA y la consideró una “asistente” no un “reemplazo”.

Francisco hizo en 2024 un llamamiento para que los estados nacionales regulen la incorporación y uso de la IA y la consideró una “asistente” no un “reemplazo”.

El primer Papa del fin del mundo aggiornó una serie de posturas y principios en los que la iglesia católica atrasaba un siglo o más, por lo que no podría ser confundido con un ludita del SXXI, no hizo un llamamiento a detener ni destruir los desarrollos en IA, tal como los artesanos textiles ingleses de principios del Siglo XIX hicieron con los primeros telares mecanizados. Pero sí puede decirse que el Papa que llama a hacer lío bien organizado, impulsaba lo que el brillante historiador Eric Hobsbawm llamaba “negociación colectiva por disturbio”.

Mal contexto el que se presenta más de 200 años después, al menos en Argentina. El 42% tiene trabajos no registrados, dos millones y medio de personas trabajan más de 16 horas diarias, los asalariados privados perdieron casi $2 millones desde diciembre 2023 y los públicos casi $6 millones y el costo salarial de toda la economía de redujo en $51,3 billones, en los cálculos del Mirador de la Actualidad, la Economía y el Trabajo.

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El primer “cortamambos” fue probablemente el escritor inglés Samuel Butler, que publicó Erewhon en 1872.

El primer “cortamambos” fue probablemente el escritor inglés Samuel Butler, que publicó Erewhon en 1872.

Negociación colectiva dijo Francisco? Pues bien, casi la mitad de los y las trabajadoras no negocia colectivamente nada y para el resto el Ministro de Transformación y Regulación del Estado, Alfredo Sturzenegger, tiene una sorpresa: acaba de pedirles a los empresarios reunidos en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, que lo ayuden a romper los Convenios Colectivos existentes para negociar salarios por regiones y por productividad.

Nuestros lectores libertarios señalan en un grito: dijo productividad, la que incrementa la IA! Ahí está la solución al reparto! Veamos, en la opinión de José Vargas (economista y director de la consultora Evaluecom), “en economías desarrolladas los incrementos de productividad alcanzan cifras de hasta el 60% aplicando IA, lo negativo es que impacta en los niveles de empleo e impacta negativamente en los salarios de algunas actividades en particular, no sólo porque la IA no las alcanza como a otras sino porque si mejoro en eficiencia y volumen gracias a la incorporación en soft o máquinas, es gracias a mi inversión de capital y el mérito del trabajo humano es entonces discutible”.

Satya Nadella, CEO de Microsoft -la empresa que disputa palmo a palmo con Google la carrera por desarrollar aplicaciones inteligentes- señala un punto clave: “Argentina no es un país desarrollado, todo va a resultar más lento y en aún con las mejoras que puedan introducir las aplicaciones de IA, no vamos a ver impactos fuertes ni en los niveles de empleo, ni de los salarios”.

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Para aportar otro ejemplo de coyuntura. En el complejo cerealero y aceitero de mediana y gran escala, la incorporación de tecnología comenzó hace varias décadas y alcanza al 90% de las actividades. Según el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, el 70% de los productores toma decisiones en base a datos aportados por programas y desarrollos que incluyen la IA y alimentan la “agricultura de precisión”. Así las cosas la informalidad del sector alcanza al 67% de los y las trabajadoras rurales, se perdieron 1.200 empleos en los últimos 14 meses y los salarios en relación de dependencia alcanzan los $773.254, es decir que son pobres no indigentes, según los últimos datos del INDEC.

La apropiación de la productividad por incorporación tecnológica no tiene impacto proporcional en el bienestar de los y las trabajadoras. Sin regulaciones generales ni específicas, tanto a nivel de estados nacionales o subnacionales, como de los convenios por rama de actividad, esos efectos no aparecen tan automáticos como los resultados de la aplicación de programas y robots.

No da lo mismo suplantar que asistir, ni acelerar que sobrecargar

La última publicación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene apenas dos semanas y se titula “Revolución de la Seguridad y la Salud, papel de la IA y la digitalización del trabajo”. Allí se señala que “la automatización y la robótica están racionalizando tareas físicas y cognitivas, reduciendo la exposición a entornos peligrosos y a lesiones provocadas por esfuerzos repetitivos”.

Punto seguido para luego decir que “si no se establecen condiciones equitativas y razonables de utilización, pueden también introducir riesgos laborales como accidentes por fallos mecánicos, complicaciones ergonómicas y factores psicosociales tales como el miedo o la angustia ante la invasión de la privacidad, el estrés derivado de la vigilancia continua y la sobrecarga cognitiva.

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Los cuentos de Borges (El golem, El Aleph, La máquina de pensar de Raimundo Lulio) están plagados de referencias a una IA que el autor llamaba “la mente de una máquina”.

Los cuentos de Borges (El golem, El Aleph, La máquina de pensar de Raimundo Lulio) están plagados de referencias a una IA que el autor llamaba “la mente de una máquina”.

Finalmente señalan que “las herramientas digitales, como la analítica basada en IA, el monitoreo en tiempo real y los modelos predictivos, deberían mejorar las evaluaciones de riesgos y estrategias de seguridad, pero deben complementar, no reemplazar, el juicio humano en las prácticas de Salud y Seguridad del Trabajo (SST).

La vicepresidenta de Google Latinoamérica, Adriana Noreña, contradice las expresiones de uno de los padres de la IA, Geoffrey Hinton, Nóbel de física 2024 y ex investigador y desarrollador de la misma empresa. “Vamos a usar el cerebro humano para cosas de mayor valor, mientras que la IA se encargará de funciones que a nosotros nos llevan más tiempo”.

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Hinton advierte que “si los gobiernos no intervienen, si como hasta ahora alientan carreras de negocios privados y se rinden ante las novedades de la IA, sólo los ricos se enriquecerán y las sociedades se perjudicarán”.

Ahora sí, de nuevo Borges, un lector descomunal de ciencia y tecnología y fino escritor de ficciones, como el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”; allí describe un mundo ficticio, un encadenamiento de artefactos en donde la IA alcanzó un desarrollo tal que es imposible distinguirla de la inteligencia humana. Pero los habitantes de Tlön y las tecnologías de las que abusan no generan nuevos saberes culturales, reciclan y recopilan lo dado indefinidamente, son incapaces de crear nuevos conocimientos. Como ahora mismo, si lo único novedoso de lo que somos capaces es el 2.5 o el 10.3 de la última APP, algo así como la bobera del nuevo Pac Man.