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Política Venezuela | Maduro | Derechos Humanos

Alberto Fernández resiste el "fuego amigo" y busca retomar la línea de la moderación

El presidente quiere retomar el diálogo con todos los sectores y evitar la confrontación. El voto de la Argentina por la situación de los derechos humanos lo acercó a Estados Unidos, un país clave en la negociación con el FMI. Las tensiones con el kirchnerismo aumentan.

Pocas veces como esta semana se evidenció la grieta que subyace en el Frente de Todos. Sin embargo, en esta oportunidad, el presidente Alberto Fernández no terció en favor del ala radicalizada del kirchnerismo sino que buscó un equilibrio en favor del sector moderado de la coalición que es, en suma, el más representativo del presidente.

En la Casa Rosada aseguran que el jefe del Estado busca un regreso al diálogo con todos los sectores, especialmente con el empresario; fortalecer su alianza con la CGT, moderar el enfrentamiento con la Corte Suprema y enviar buenas señales a los Estados Unidos para encarar de lleno el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Con esas prioridades en mente, decidió resistir el “fuego amigo” de los laderos de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que reclaman un cambio general y urgente del gabinete nacional, rechazaron el voto de la Argentina en contra de Venezuela en la ONU y cuestionan las reuniones reservadas del presidente con la cúpula empresaria.

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El principal reclamo de los hombres de negocios es terminar con la grieta y avanzar en la integración nacional para acordar políticas con la CGT para generar incentivos para la inversión en materia de impuestos, aportes patronales y empleo. Los hombres de negocios le pidieron también al presidente correcciones en la actual estrategia cambiaria. Sobre esto último Fernández no dio señales que los satisfagan.

Uno de los voceros del kirchnerismo que expresó su malestar sin tapujos con algunas de las políticas del Gobierno y, sobre todo, con algunos miembros del gabinete nacional fue el periodista Roberto Navarro. “Muchos de los dirigentes que acompañaron al macrismo y, en algunos casos, persiguieron al kirchnerismo, hoy son parte del Gobierno y está bien, los aceptó Cristina [Kirchner] porque se pensaba que con ellos que son peronistas y conservadores se podía pactar la paz con el establishment. Ese era el plan y parecía bueno, pero no hubo paz. El plan fracasó –disparó-. Hay que hacer un cambio de gabinete generalizado, con ministros, secretarios, subsecretarios. Hay que armar un plan político y económico a la altura de las circunstancias actuales. Todos los que realmente pertenecen al campo popular que den un paso al frente. Los otros, los que temen enojar a la derecha, tengan la dignidad de irse”.

Cristina y Máximo dejaron que los voceros bolivarianos de su sector avanzaran contra el canciller Felipe Solá, una forma indirecta de cuestionar al presidente.

El presidente no dará el brazo a torcer ante las presiones kirchneristas y sostendrá a todos sus ministros. “No va a entregar las cabezas ni de Santiago Cafiero, ni de Matías Kulfas ni de Nicolás Trotta, que son sus hombres de máxima confianza. Tampoco quiere pelearse con Cristina. No estamos en guerra con nadie. Equilibrio”, enfatizó un encumbrado dirigente del ala moderada.

Otro tema que generó chispazos con el kirchnerismo fue el voto del embajador Federico Villegas en Ginebra, en la comisión de Derechos Humanos, en contra de las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, asentadas en el informe de Michelle Bachelet, comisionada para los Derechos Humanos de la ONU. Alicia Castro renunció a la embajada en Rusia, a la que nunca había sido designada. Pero en cambio, el embajador ante la OEA, Carlos Raimundi, que había desoído las ordenes de la Cancillería y cuestionó en ese órgano el informe Bachelet, no renunció pese a haber sido desautorizado.

Cristina y Máximo dejaron que los voceros bolivarianos de su sector avanzaran contra el canciller Felipe Solá, una forma indirecta de cuestionar al presidente. Hebe de Bonafini le pidió perdón a Maduro, a Néstor Kirchner, a Hugo Chávez y a los pueblos de los dos países. Luis D’Elía presionó para que Fernández hablara con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela.

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“No hay nada que hablar con Maduro”, contestaron en la Casa Rosada. El apoyo al presidente vino de Roberto Lavagna. El ex ministro de Economía dijo en un tuit “hay que evitar toda forma de autoritarismo y populismo” y, en cambio, fortalecer el “consenso y el diálogo democrático”.

La intención del presidente en la ONU fue respaldar a su amiga Bachelet, con quien habló dos horas el día anterior, y también enviar una señal contundente a los Estados Unidos y a la Unión Europea. Está en juego la negociación de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde esos países y bloques son clave. Hay 44.000 millones de razones (y de dólares) por los cuales votar así”, señaló un hombre incondicional del presidente.

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