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Violencia en Rosario: una tasa elevada de homicidios que muestran crueldad y saña

Rosario termina el año con 21 homicidios cada 100 mil habitantes. Está dentro del lote de las ciudades más violentas de la Sudamérica. Pero no sólo es problemática la cantidad de muertes, sino la forma: empiezan a verse métodos para asesinar que eran desconocidos en la provincia.

El problema de la violencia en Rosario volvió a ser un tema medular en 2023. Aunque la cifra de asesinatos será menor a la del año pasado, cuando la ciudad alcanzó el récord de 288 crímenes, la tasa de homicidios ubica a Rosario entre las más altas no sólo de la Argentina, sino a niveles de países que cargan con una tradición con relación al crimen organizado.

Rosario cerrará el año con cerca de 21 homicidios cada 100 mil habitantes. Por ejemplo, Medellín, que padeció durante los 80 y principios de los 90 una epidemia de violencia extrema vinculada al narcotráfico, con Pablo Escobar como uno de los máximos protagonistas, tiene hoy 13,9 homicidios cada 100 mil habitantes.

En esa ciudad se logró reducir el derramamiento de sangre a partir de una fuerte inversión del Estado en infraestructura y sobre la base de políticas que se mantuvieron en el tiempo, que incluyeron también pactos con la Oficina de Envigado, la principal estructura criminal que quedó como rezago de la época de Escobar.

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El crimen por encargo y la figura del sicario

La ciudad de Rosario carga con una serie de características en el uso de la violencia que marcan que la raíz del problema tiene que ver con actividades mafiosas o ligadas al crimen organizado.

  • Dos de cada tres asesinatos, según el informe del Observatorio de Seguridad Pública, tienen vinculación con tramas asociadas a la venta de drogas y a otras actividades ilícitas.
  • Siete de cada diez crímenes fueron planificados y en la mitad de las ejecuciones fueron por encargo.

En este punto entra el sicario, una figura que en los últimos años ganó peso en el negocio de la violencia, como protagonista de las muertes violentas, muchas de las cuales se planifican desde las cárceles donde están alojados –en los penales federales– los líderes de las bandas y en las penitenciarías provinciales las segundas y terceras líneas.

Este año en Rosario los asesinatos tuvieron un mayor impacto territorial en la zona oeste de la ciudad, según señala el informe del Observatorio de Seguridad Pública.

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Uno de los rasgos que se viene observando desde los últimos años en la matriz de violencia de Rosario es la mayor crueldad utilizada a la hora de matar.

Uno de los rasgos que se viene observando desde los últimos años en la matriz de violencia de Rosario es la mayor crueldad utilizada a la hora de matar.

“Los homicidios cometidos en Rosario muestran una presencia territorial algo más dispersa que en la ciudad de Santa Fe, observándose ya desde los primeros meses del año mayor frecuencia en algunos focos específicos. Se destacan principalmente las zonas de Ludueña y Empalme Graneros, en el Distrito Noroeste; Santa Lucía en el extremo oeste y La Tablada sobre el sur”, advierte el documento.

La crueldad, rasgo distintivo de la violencia letal en Rosario

Uno de los rasgos que se viene observando desde los últimos años en la matriz de violencia de Rosario es la mayor crueldad utilizada a la hora de matar. El crimen, la muerte, ya no alcanzan, si no cargan con un mensaje más literal, más directo, para evitar que queden espacios para la duda. Porque el objetivo no sólo es matar sino dejar un mensaje: generar pánico y conmoción.

¿Cuál es el sentido de esta forma de crueldad? Construir poder a partir de esa atención que genera la violencia. A lo largo de 2023, ocurrieron varios casos en los que el mensaje que deja el crimen sirve más que la propia muerte: un síntoma peligroso que puede derivar hacia zonas desconocidas, como ocurrió en otros países.

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Durante las elecciones de 2021 ocurrieron ataques que buscaron, los días previos a los comicios, encender esa conmoción a partir de ataques a tiros a estaciones de servicio y dos escuelas el mismo domingo en que se votaba. Se comprobó luego que un sector de la banda de Los Monos estaba detrás de estos atentados que buscaban provocar miedo.

Un caso que describe este espiral de saña lo muestra un video que se elabora entre cuatro paredes para consumo restringido. Pero los recursos del realizador son de un realismo que perforan la intimidad. Y el corto terminará circulando en las cárceles, en las oficinas, en los colegios, en la prensa. Son imágenes que definen cómo se cobran deudas al interior de grupos que comercializan drogas en Rosario.

La secuencia deja ver a un joven descargando patadas contra una chica que tiene la cara cubierta de sangre, a la que hace arrodillar, obliga a abrir las manos y se las golpea repetidamente. El atacante está hablando por un celular con un hombre que es el que le baja las órdenes de aplicar castigo. La chica que sufre la paliza se llama Karen Falcon. La estaban acusando de quedarse con un dinero que no era de ella.

—Levantate gila. Dale, levántate. Esto te pasa por mentir. ¿Por qué le mentís al Gordo? Acá se termina la mentira.

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Muchas de las muertes violentas se planifican desde las cárceles donde están alojados los líderes de las bandas narcocriminales.

Muchas de las muertes violentas se planifican desde las cárceles donde están alojados los líderes de las bandas narcocriminales.

Las imágenes viajan desde un barrio modesto de Rosario a un calabozo en el Chaco. En la cárcel federal de Resistencia está preso Jonatan Brezik, a quien llaman "el Gordo", un hermano de crianza de Guille Cantero. Karen Falcón había sido cercana a la banda de Los Funes, que son rivales. Ahora a la chica un hilo de sangre le baña la frente, le ofusca los gestos y no le permite levantar la mirada. Es educación a distancia. El tormento, vale decir la enseñanza, se graba y se transmite en vivo, de celular a celular.

También por celular, desde la cárcel, baja una directiva de un muchacho de 25 años que busca afianzarse en una zona en San Lorenzo, a 20 kilómetros de Fuerte Apache, el barrio rosarino donde se hizo fuerte en el microtráfico de drogas.

Se llama Brandon Bay. Es la mitad de 2019 y en esos días matan a tres jóvenes en una franja del norte de esa ciudad. Es completamente inusual una sucesión así en esta zona portuaria de 40 mil habitantes. Los azotados a balazos son Eduardo Villegas, Jorge Acosta y Rodrigo Gigena. Todos cautivos letales de una guerra tumbera.

El exilio de Rosario a San Lorenzo

En San Lorenzo hay tres grupos que controlan el comercio de drogas de una manera pautada. Las zonas están repartidas y los conflictos por eso son moderados. Pero un grupo de rosarinos decidió competir ahí.

Y la forma es barriendo a los que están desde antes, armando una simulación de una falsa guerra entre ellos. Pero, al crear el simulacro, Brandon Bay se equivoca. Es con la muerte de Rodrigo Gigena, un bailarín de cumbia de 26 años, muy querido en su zona, que resulta un blanco errado porque las balas eran para otro. Las intervenciones telefónicas descubren la mancada. Y también el método.

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Días antes de ese homicidio hubo otro, el de Brian Sánchez, caído en la misma dinámica de crear aturdimiento en un barrio a dominar. Los operadores de la Fiscalía detectan un método en un mensaje siniestro. “Hay que matar inocentes. Si matamos a un par de inocentes, se arma una revolución bárbara”. Lo baja Brandon Bay, desde el pabellón 6 de la cárcel de Coronda.

Casi al mismo tiempo, a una mujer la amenazan para que venda cocaína para un grupo de transeros en su propia vivienda. “O es por las buenas o es por las malas”, le advierte Mauro Vergara, de 29 años, criado en su misma zona.

A la mujer la tienen acorralada. Es la madre de Marcos Basavilbaso, un chico de 15 años que consume drogas y debe dinero. El dealer quiere recuperar lo que es suyo y siente que el ser acreedor lo reviste de poder. Pero al día siguiente cambia de idea. Quiere el efectivo.

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El masivo desembarco de fuerzas federales en Rosario, desde 2014 a la actualidad, no ayudó a pacificar la ciudad.

El masivo desembarco de fuerzas federales en Rosario, desde 2014 a la actualidad, no ayudó a pacificar la ciudad.

Entonces le anticipa a la mujer la muerte de su hijo si no paga los 10 mil pesos que adeuda. No se demora en rodeos.

—Quiero la plata hoy, vengo esperando hace tres meses. No le doy más plazo. Los temas de drogas se pagan.

Es una tristeza escuchar cómo la mujer le asegura que se hará cargo y le implora unos días hasta cobrar la asignación universal. No habrá espera. A Marcos lo matan de tres tiros en su casa de Lincoln 2961, barrio Tablada, a veinte cuadras del Monumento a la Bandera.

Vergara lidera desde la cárcel una organización de menores dedicada a extorsionar y balear casas en Tablada y República de La Sexta para luego usarlas para la venta de drogas. La coerción es su arma de persuasión. Los vecinos saben que los párvulos que maneja Vergara tienen su lealtad condicionada por la admiración o sus adicciones. Hace mucho que atacar a un vecino dejó de ser un límite. Los chicos tirotean las casas de los que no se allanan al negocio propuesto. En la degradación urbana no hay reglamentos.

A Vergara lo terminan llevando a una audiencia. Le hacen escuchar los audios donde amenaza a los dueños de casa a trabajar para él o irse, queda constancia de que para las extorsiones usa adolescentes, que estos tienen armas de fuego. Le dictan prisión preventiva. Una abstracción, porque Vergara ya estaba preso. La calle sigue arrasada por una marea de cocaína que se compra y se consume. Las escaramuzas del negocio producen una violencia sostenida. A veces produce solo negocios.

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Con el comercio de drogas distrito a distrito se abre paso un proceso de deshumanización que es un cambio de relaciones comunitarias, un fraseo nuevo en los vínculos que viene dado por algo que es mucho más que un matiz.

Más que la vocación de ser cruel, es la premisa de exponer la crueldad. La atrocidad y la dureza son los atributos de una nueva forma de mando, la cara visible del predominio, la forma de generar obediencia en una comunidad desestructurada en lo económico.

Y aunque la crueldad se inserta verticalmente en la sociedad, por ejemplo en el usurero de buena posición que destroza a su acreedor sin clemencia, se disemina más entre muchos que del mundo legal no tienen nada que recibir ni esperar, por eso mucho menos que perder. Lo que nacen son estilos que no tienen nada que ver con el pasado.

Los viejos "códigos" que ya no existen más

En otro tiempo, al menos en los relatos de una sociedad más integrada, el producir daño o malestar tenía fronteras geográficas. No se robaba en el barrio ni se atacaba al vecino.

El fin del trabajo formal o informal, el cese de la idea de vislumbrar futuro a partir de las instituciones educativas, o simplemente de vivir en entornos amables, rompe con el límite territorial y ensombrece la visión del otro, que ya no es un igual sino una cosa indefinible.

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Está muy presente en los discursos judiciales de los imputados. El reconocimiento del semejante se dificulta para muchos que asumen que solo tendrán algo con la violencia, así sea una vida fugaz o con encierro, pero con acceso a lo que por un tiempo se puede disfrutar.

El otro entonces entra en el campo del desdén. El otro recibirá desprecio del que ya fue despreciado. El mal irrumpe como un hecho trivial. La crueldad puede ser un ejercicio de sadismo, pero es también una forma de moverse. Un recurso más para lograr algo.