Aunque la violencia y la inseguridad golpean desde hace más de una década y la sangre que supura del negocio narco logró naturalizarse como un componente más de Rosario, esta semana fue más dura para el gobierno. En el Ejecutivo saben que cuando se producen crímenes de alto impacto, como fue el de Mauro Villamil, acribillado en una verdulería cuando estaba comprando verdura para una ensalada, la bronca social empieza a despertarse.
El crimen de Mauro Villamil, un empleado de una estación de servicio, conmocionó a Rosario.
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No hay explicación posible, ni argumentos que puedan amortiguar el dolor de la familia y amigos de la víctima, que nada tenía que ver con el negocio de la mafia. Sólo estaba en el lugar equivocado, el miércoles a la noche en una verdulería de Tiro Suizo, cuyo dueño está sospechado de vender cocaína.
Los sicarios fueron a dejarle allí un mensaje demencial con las balas que escupió una ametralladora, y que mató a Villamil, un cliente que estaba de paso. Iba a surtirse de tomates y lechuga y después se iría a comer un asado con sus compañeros de trabajo de la estación de servicio donde trabajaba.
Entre el martes y el jueves se produjeron ocho crímenes, todos ejecutados con sicarios. Horas después del ataque a la verdulería dos jóvenes aparecieron ejecutados en un camino rural en Villa Gobernador Gálvez. Una hipótesis que manejan los investigadores apunta a que Milton Benavento y Leonardo Ramírez podrían haber participado del ataque a la verdulería y horas después fueron asesinados.
“Fue una manera de marcar la cancha, de que esas cosas no se pueden hacer”, interpretó una alta fuente policial. El mercado de la muerte y el terror provocó que Rosario vuelva a superar un récord en relación a la violencia: 109 crímenes en lo que va del año.
El ministro de Seguridad Claudio Brilloni admitió el viernes que “fue la semana más dura” desde que asumió en el cargo, en reemplazo de Rubén Rimoldi, hace tres meses. El excomandante de Gendarmería había intentado en el inicio de su gestión darle mayor operatividad a la policía, pero con el paso de las semanas las calles volvieron a sentir la ausencia de los uniformados. La policía de Santa Fe parece ingobernable.
El gobernador Omar Perotti sentenció esta semana, cuando presentó la ley de víctimas, que la policía está en proceso de transición y que tiene que “depurarse”. Hasta ahora nadie pudo ni intentó reformar la policía. Las tres leyes que se mandaron en la época de Marcelo Sain quedaron en los cajones de la Legislatura, porque tampoco hubo empeño ni convencimiento del propio gobierno en jugar a fondo. En parte sucedía eso porque no estaban seguros que Sain pudiera gestionar esa reforma.
El despliegue de fuerzas federales en la zona oeste, en los barrios más calientes, como Empalme Granero y Ludueña, logró atemperar un poco los enfrentamientos, pero todos saben que cuando los efectivos saquen los pies del territorio la dinámica de la muerte volverá.
El problema que enfrenta el gobierno es cómo evitar que la compleja situación no genere mayor bronca social, frente a un fenómeno que salió del contorno de la ciudad y avanzó hacia el centro, hacia sectores de clase media, que viven aterrorizados. Algunos ven que no son casuales estos hechos, como el ataque a la verdulería, donde se buscó generar pánico.
Este viernes se conoció que una fábrica de pastas del centro de Rosario cerró temporariamente porque los dueños estaban siendo extorsionados. El negocio está ubicado en Paraguay al 1200. Le pedían el pago de 500.000 pesos a cambio de no disparar contra el local. Los dueños decidieron cerrar, después de hacer la denuncia.
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En la Asociación Empresaria de Rosario hicieron un protocolo a pedido de los comerciantes y empresarios para saber cómo actuar ante un caso de esta naturaleza. Cada semana en esa institución reciben llamados de gente que sufre pedidos de dinero a cambio de protección, una mecánica de la mafia clásica.
Después que se conocieran los detalles del crimen de Villamil, decenas de taxistas y algunas estaciones de servicio pararon por unas horas en señal de protesta. Al otro día, en la puerta de la escuela donde van los tres hijos de Villamil los padres y madres se autoconvocaron para expresar su dolor y reclamar justicia.
Uno de los más consternados fue el sacerdote Juan Javier Chiappe, párroco del colegio, que pidió que Mauro se transforme en un ícono para la sociedad para que no se tengan que contar nuevas muertes.
"Mauro tiene que ser el ícono para que no bajemos los brazos, para que no digamos uno más o a quién mataron ahora, con todo lo que eso implica. Por eso necesitamos que la Justicia, los gobiernos y el Estado se hagan cargo para que haya paz porque si no, nunca la alcanzaremos", destacó el sacerdote, rodeado de padres y madres que en la puerta de la escuela San Antonio, en Maipú al 3300.
La fiscal regional de Rosario, María Eugenia Iribarren, explicó que una de las hipótesis en la investigación del crimen es que el ataque sirvió para dejar un mensaje al dueño de la verdulería. “Estos casos, como el de Mauro Villamil, provocan más indignación, porque hay víctimas que no tuvieron nada que ver con conflictos de una organización criminal. La hipótesis que tenemos es que los autores de los disparos quisieron dejar un mensaje”.
Sobre las escalinatas de la parroquia, el sacerdote afirmó que la gente necesita “que (los políticos) se sienten a dialogar en serio para que se pueda extraer una síntesis que se puedan transformar en leyes. Queremos tener las certezas de que todas las instituciones van a colaborar para construir cimientos que hacen a la sociedad porque la gente también está cansada de tantas promesas incumplidas".
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Chiappe insistió en que “la sociedad debe comprometerse para que se pueda construir desde los valores. Por eso pedimos a quienes tienen la capacidad de hacerlo y a quienes votamos, del primero al último, que se sienten a dialogar porque esto no va a terminar y vamos a recordar a Mauro, a la bailarina (Virginia Ferreyra), al arquitecto y a tantas otras víctimas que volverán a surgir".
“Hay que hacer visible lo que nos toca tan de cerca. Pedimos Justicia y acompañamos a la familia”, manifestó la directora del colegio Silvina Catera, quien ratificó que Mauro era una persona “estimada por la comunidad”.
"No podemos entender esto que pasó", manifestó Natalia, la mamá de una alumna que formó parte de la convocatoria, y agregó: “Los chicos están en shock. Hagamos lo que hagamos nada le devuelve al padre".
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