Para muchas personas, tomar café apenas se levantan es un ritual tan automático como necesario. La idea de arrancar el día sin una taza parece impensable. Pero para el médico colombiano Carlos Jaramillo, esa dependencia es una señal de alarma.
“Si mi cuerpo necesita ese empujón, algo está pasando aquí”, advierte el especialista en medicina funcional.
Jaramillo, que cuenta con más de dos millones de seguidores en redes y es uno de los divulgadores de salud más reconocidos de habla hispana, dio una entrevista reciente a La Voz de Galicia, donde explicó cómo el ritmo acelerado de vida y los problemas de sueño empujan a muchas personas a depender de la cafeína para rendir durante el día.
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“El que más necesita dejar el café es el que siente que lo necesita”, aseguró. Y agregó que muchos de sus pacientes no notan que su ciclo circadiano está completamente alterado: se duermen tarde, se despiertan cansados, orinan muchas veces en la noche o sienten hambre a deshoras. Todas son señales de que algo no está funcionando bien.
Para Jaramillo, tomar café debería ser una elección por placer, no una muleta para poder funcionar.
“Yo tomo mucho café por la mañana, pero porque me encanta, no porque lo necesite”, subrayó. La clave, según él, está en cómo se siente el cuerpo sin ese “patadón” de cafeína. Si no puede funcionar sin él, hay un problema de fondo que se está ignorando.
Otros especialistas coinciden con este enfoque. La farmacéutica y divulgadora Boticaria García explicó que el mejor momento para consumir café no es apenas nos levantamos, como muchos creen, sino entre las 9:30 y las 11:30 de la mañana. En ese rango horario, los niveles de cortisol —la hormona que nos mantiene alerta— comienzan a descender, y la cafeína puede actuar de forma más efectiva.
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El café, en sí mismo, no es el enemigo. El problema es convertirlo en un parche para un cuerpo agotado. Para Jaramillo, la solución no pasa por dejar la cafeína de golpe, sino por revisar el estilo de vida: dormir mejor, reducir el estrés y recuperar los ritmos naturales del cuerpo.
“Lo ideal sería despertarnos sin despertador”, concluye. Y eso, para muchos, hoy suena tan lejano como imposible.