En Santa Fe existe un emprendimiento que diseña iluminación y decoración sustentable fabricados mediante deposición de material fundido (o comúnmente llamado impresión 3D), con maquinarias caseras que sus propios dueños arman. Esta es la historia Tank, una marca llevada adelante por Rocío Oroño, una joven estudiante de arquitectura, y su pareja Ariel Marioni, un estudiante de diseño industrial. Aire Digital estuvo en el local ubicado en Irigoyen Freyre al 2400, donde tienen una parte de showroom con lámparas, macetas y objetos de decoración exhibidos para el público, y en la parte de atrás, separado por una pared negra, la fábrica donde las producen.
La pareja comenzó con Tank en 2015, cuando cada uno trabajaba particularmente en su profesión, ella para un estudio de arquitectura, él en la parte de diseño industrial de objetos, vehículos, y videojuegos. Ariel empezó trabajando en una empresa que desarrollaba una moto eléctrica en Paraná, había estudiado diseño gráfico e informática, y aunque no terminó ninguna de las carreras, les dieron las herramientas para poder trabajar en esa área.
Ambos decidieron dejar sus trabajos en relación de dependencia y crear su propio emprendimiento: "No quisimos trabajar más para los sueños de otros, que nos digan qué hacer, cómo hacerlo y en qué tiempos", aseguraron. Ariel, es oriundo de Coronda y cuenta que cuando era niño no le gustaban los objetos como venían y siempre los modificaba, "por suerte ahora los puedo hacer enteros", bromeó en conversación con este medio.
Hubo un conjunto de condiciones mundiales que se dieron entre 2006 y 2010, que hicieron posible que exista la impresión 3D al alcance de los usuarios y específicamente, la técnica que utilizan ellos: el método de manufactura aditiva donde se deposita material con una determinada forma en sucesivas pasadas. Se llama FDC, Fused Deposition Modeling o deposición de material fundido. Esta tecnología existe desde el año 1980, pero hasta el 2006 que se vencieron las patentes no se podía usar.
Fue en ese contexto que se animaron a dar sus primeros pasos con la marca a la que llamaron Tank. Pudieron adquirir un primer equipo de fabricación nacional bastante básico y precario, ya que no había importaciones y lo único que había disponible era local. "Vimos que el equipo era sencillo y se fabrica como si fuera una computadora", explicó la joven. "Empezamos a averiguar en Internet, descubrimos que se podían comprar el motor y las piezas, nos sentamos a investigar y lo armamos. Hay una comunidad muy grande de gente que se hace su impresora en la casa", relató.
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Luego de seis meses de pruebas comprobaron que la tecnología que crearon funcionaba y que era accesible. El primer equipo que hicieron les permitió hacer productos de mayor tamaño respecto de los que venían fabricando, con un mínimo presupuesto. Empezaron a experimentar con las tolerancias de las máquinas, los pesos y grosores de los materiales, y luego de varias pruebas, comprobaron que es posible hacer una forma de producción sustentable y ofrecer un objeto de diseño personalizado.
"Aunque somos emprendedores y tenemos una fábrica, nos interesa también manejar una empresa sustentable, no pasar a una industrial, porque la idea también es que el proceso sea personalizado y en mini series, lo que hace que podamos tener un mercado regional", explicó Rocío. "Queremos expandirnos pero siempre manejando los términos medios, porque además, el proceso de fabricación es lento, cada pantalla dura 8 horas en hacerse", agregó.
A diferencia de muchos emprendedores, la cuarentena los ayudó, porque siempre tuvieron tienda online ya que desde un principio consideraron que era el mejor canal de venta, aunque en 2018 también decidieron poner un local, porque en Santa Fe les funciona más una tienda física con visibilidad.
El nombre del emprendimiento deriva de la expresión "think tank" o "tanque de ideas", que consideran que es la forma en la que trabajan. El diseño de los objetos empieza en papel, con una idea estética de algo que pretenden desarrollar. "Al diseño de los objetos lo tenemos en la cabeza todo el tiempo, es muy artesanal y propio. Trabajamos con variantes y líneas de productos que se hacen en la computadora, dándole formas, espesores, tamaños, relacionándolos con la escala humana", explicó Ariel y agregó: "Tenemos un enfoque global desde cero, y hacemos bocetos para ver si son factibles en relación precio final y costo".
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La madera que utilizan la adquieren cruda, la lijan y la tratan con aceite de lino y cera de abeja natural. El plástico que deposita la máquina es un bioplástico de origen vegetal, que se hace con caña de azúcar y almidón de maíz, todo de industria nacional. Apuntan a producción a "escala humana" -le llaman ellos- y establecen un circuito de producción sustentable, ya que le compran a otros emprendimientos.
"Queremos fomentar que se pueden desarrollar este tipo de producciones locales a baja escala, y lo puede hacer cualquiera. No necesitas tener una industria masiva para producir cosas. Hay mucha gente que estudia diseño que puede hacer sus propios productos para suplir necesidades locales, con la estética del lugar y la impronta cultural del diseñador que lo hizo", explicó Ariel.
"A nivel ambiental es mucho más importante tener muchos nodos de producción que tener una industria masiva con desperdicios enormes, que contamina y que genera productos sin identidad", concluyó el joven.