“En el año 2017, cuando se inundó, la laguna llegó a tener una superficie de unas 30 mil hectáreas. Hoy, después de casi cuatro años de sequía, esa superficie se redujo a apenas 3 mil hectáreas. Se redujo 10 veces en pocos años. Es una locura, la pesca ya no funciona y hay una parte enorme que quedó completamente seca”. Quien explica esto es Delqui Nocino, secretario de Hidráulica de la comuna de Melincué.
Esa localidad, con cerca de 2.500 habitantes, que es la cabecera del departamento General López, está ubicada 120 kilómetros al suroeste de Rosario y tiene en su muy famosa laguna a una referencia histórica de turismo regional, actividades náuticas de todo tipo y también refugio de biodiversidad. Ese espejo de agua fue declarado humedal de Importancia Internacional el 24 de julio de 2008 y es uno de los tres sitios Ramsar que tiene la provincia de Santa Fe, junto al Jaaukanigás y al Delta del Paraná.
La laguna de Melincué, como muchas otras de Santa Fe y de otras provincias como Buenos Aires, sufrió de primera mano la falta de agua de los últimos tres años, marcados por el fenómeno de una triple Niña. Tanto el cambio climático (que potencia y multiplica eventos extremos como las sequías) como la falta de gestión territorial hicieron su parte y dibujaron un paisaje muy diferente al de siempre en esa zona del país.
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Melincué, la joya del sur
Nocino, que trabaja desde hace años en Hidráulica y “ya pasó tres inundaciones”, explica que la fisionomía de la laguna cambió por completo en pocos años: “todavía se mantienen los deportes náuticos como el kitesurf, que se hace mucho acá. Pero hay una parte que quedó completamente seca, y la parte que tiene agua es muy poco profunda, no más de 1,50 metros. El resto es lodo. La falta de agua nos perjudica a todos”, dice el funcionario.
¿Qué pasó para que se redujera tanto la extensión de la laguna de Melincué? Según Nocino, una parte de la respuesta la aporta la naturaleza y la otra la acción humana. “Es sequía y es cambio climático, es por la naturaleza misma y también por lo que hacemos nosotros para que esto se produzca. El tiempo está muy imprevisible, esta es una laguna de cuenca cerrada en la cual ingresa el agua por pendiente, no tiene salida, no hay otra explicación a esto”.
Según su razonamiento, los cambios en el uso del suelo y la falta de planificación no ayudan a mejorar el panorama, sino todo lo contrario: “no hay un cuidado del medio ambiente ni del arbolado, creo que falta gestión y falta ponerse a estudiar proyectos serios a futuro. Hace 30 años no se hablaba del cambio climático, pero hoy el escenario es otro y hay que ver urgente como se puede revertir todo esto”, dijo, para recordar que la laguna es un humedal declarado sitio Ramsar y que, aún así, hay un basural a cielo abierto muy cerca de allí.
También denunció que mucha gente –que no son lugareños– van hasta la laguna “a andar en moto o en auto sobre el lecho seco, lo que perjudica a la fauna”, y pidió más recursos para cuidar esa cuenca.
La Picasa, en problemas
Ubicada en el extremo sur de la provincia, a unos 60 kilómetros de Venado Tuerto, La Picasa –cuya cuenca endorreica tiene unos 5.500 kilómetros cuadrados y abarca también parte de las provincias de Córdoba y de Buenos Aires– también padece los efectos negativos de los años de sequía y de la falta de gestión territorial, después de haber sufrido durante décadas problemas asociados a las inundaciones.
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La superficie de la laguna pasó por importantes variaciones entre los años 1985, 1993, 2000 y 2011. Entre los años 1997 y 2004 el nivel de la laguna ascendió notablemente, asociado a un ciclo de precipitaciones extraordinarias, lo que generó todo tipo de dificultades al inundar tierras productivas y dañar infraestructura de transporte.
En los últimos cuatro años, como pasó en casi toda la zona central del país, el tamaño de la laguna se redujo por la falta de precipitaciones y veranos excepcionalmente calientes, como el de la temporada 2022/2023, el más cálido de Argentina desde que existen registros.
Norte de Buenos Aires
El norte de la provincia de Buenos Aires no escapa a este problema y en la zona de Junín, donde está la laguna de Gómez –uno de los principales atractivos turísticos de la zona–, el agua desapareció casi por completo.
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Cuatro años consecutivos de déficit hídrico severo (2020, 2021, 2022 y 2023) y un verano con un Niño que, al menos en esa zona de la región pampeana, no dejó tantas lluvias como se suponía, hicieron lo suyo. A eso se sumó el déficit de La Picasa, cuya cobertura ronda el 60% del promedio histórico afectando seriamente a la laguna de Gómez, que en tiempos normales recibe flujos de ese espejo de agua.
A eso se suma –según información de la estación del Inta local– que los años de sequía dejaron las napas a una profundidad importante, que precisaría mucha lluvia para volver a los niveles de antes de la triple Niña.