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Atentado en Nueva York: tiene 20 años y se sentó frente al asesino de su papá a declarar

Lina, la hija mayor del rosarino Hernán Ferruchi y Vera Dargoltz, fue la testigo más joven en declarar para definir si se aplica pena de muerte al terrorista uzbeko que mató 8 personas e hirió a 18 en 2017 en Nueva York. Las viudas Dargoltz y Luciana Martinez también declararon, junto a Martín Marro, sobreviviente del grupo de amigos del Poli.

Este año va a estudiar psicología aunque todos imaginaron que iba a elegir arquitectura como su papá, Hernan Ferruchi. Pero él fue asesinado en un violento atentado en Nueva York y todo cambió para la nena de 15 años entonces, que dejó el tablero con el dibujo técnico que compartía con su padre para empezar a intentar entender la conducta humana, la bronca, el dolor que tenía, los traumas, por qué reaccionamos como lo hacemos ante lo que nos pasa, la famosa culpa de los sobrevivientes, el vacío de los que quedan acá.

Todavía no podría hacer algunas cosas en los Estados Unidos, porque no tiene 21 años, pero ya se sentó en una Corte Federal a contar su historia bajo el escudo enorme con el águila calva, otro de los grandes símbolos norteamericanos, con las 13 flechas de los estados fundadores en su garra izquierda y una rama de olivo en la derecha. Deseo de paz, que es lo que muchos vinieron a buscar a una justicia ajena a la propia, con un idioma distinto donde hay que expresarse a través de un intérprete, y la esperanza de cerrar una etapa de dolor que empezó en octubre de 2017.

Cómo se le explica a un pueblo ajeno al nuestro, que un padre puede quedarse toda la noche despierto ayudando a su hija a terminar un trabajo de una escuela técnica que compartieron en Rosario, y que por una vez que se haga no es solucionarle nada, sino que es como volverla a tapar ganándole una partida al paso del tiempo, haciendo como cuando era chica mientras consigue unas horas de sueño a costa del propio.

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Hernan Ferruchi y su familia.

Hernan Ferruchi y su familia.

Que un padre puede ser cómplice de su hija, yendo a la parte profunda del mar, arriesgándose pero con cuidado, saltando las olas y animándola a hacer frente a las embestidas, perdiendo el miedo bajo la atenta mirada de mamá.

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Que un papá no solo educa, reta o es cómplice, sino que es chofer de la vida, llevando y trayendo, pasando horas para en realidad estar tranquilos que el camino es el correcto y que lo recorren al lado nuestro. ¿Cómo se hace? Así, como lo hizo Lina Ferruchi, a través de recuerdos simples, que quizá como padres no creemos que marcan a nuestros hijos y que son tan fuertes como para contarle al mundo el dolor de no tenerlo más.

La sonrisa fresca del recuerdo se volvió una sombra ante la pregunta de la fiscalía acerca de cuándo fue la última vez que lo vio. La joven de 20 años tuvo su último contacto con él antes de tomar el avión. Hernán Ferruchi era la primera vez que volaba, lo había contado su mamá Vera un ratito antes, porque los viajes siempre eran en auto como a él le gustaba para agarrar la ruta y manejar. Lina contó que se despidió, pero no como hubiera deseado hoy, viendo lo que pasó, “porque era una semana solamente, y no volvió nunca más”. No lo abrazó como hubiera querido, y ese dolor se siente en cada palabra que impacta de lleno en un jurado visiblemente afectado por la asignatura pendiente que para siempre quedará entre los dos.

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Vera Dargoltz, viuda de Ferruchi y Martin Marro, sobreviviente saliendo de la Corte.

Vera Dargoltz, viuda de Ferruchi y Martin Marro, sobreviviente saliendo de la Corte.

A esta altura del relato, los miembros del jurado se pasan los pañuelos descartables unos a otros, quizá pensando en esos abrazos que ellos hoy también quisieran dar y no pueden.

Lina tuvo que responder cómo se sentía después de enterarse de que su papá no volvería, y mientras los “adultos” buscamos palabras rebuscadas y descriptivas, ella respondió “enojada: no sé con quién, con qué o por qué, era lo único que me salía hacer y por mucho tiempo no sentí otra cosa. Pienso seguido en mi papá, pero no tanto como quisiera, porque me empiezo a olvidar de cosas, como su voz y no quiero. Hay cosas que quisiera recordar y no puedo”, dijo.

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¿Pensamos alguna vez cuántos abrazos, de haber sabido que se iban a terminar, los daríamos más fuerte? Ellos son contención y sostén. Si hasta cuando los chicos aprenden a andar sin rueditas, en realidad los abrazamos hasta que los largamos solos.

La fiscalía compartió como prueba del dolor que genero Sayfullo Saipov en las familias, un texto de Lina que ella escribió y le puso “Tercera rueda”, donde cuenta que se tatuó una bicicleta del lado izquierdo, donde iba su papá. “Sé que si me caigo va a estar a ahí para darme ánimos de volver a levantarme y agarrar el manubrio otra vez”.

“No más preguntas señor juez”, dijo la fiscalía para desobligar a Lina para que pueda ir, a los brazos de su mamá y su hermana, que la estaban esperando.

¿El condenado por el atentado? Sentado sin levantar jamás la cabeza ni la mirada, escuchando todo a través de los auriculares con el traductor.