La especialista en salud mental y educación diferencial, y autora de los libros “De la integración educativa a la educación inclusiva”, “Aulas inclusivas: teorías en acto” y “Accesibilidad educativa en la escuela secundaria”, entre otros, dialogó con AIRE Digital sobre la transversalidad que se pone en juego para garantizar el derecho a la educación de calidad de los niños y adolescentes con discapacidad.
Esta supone un trabajo de corresponsabilidad y apoyo a la educación inclusiva que se da entre distintos niveles, modalidades y actores que van desde el Estado, a nivel macro, hasta el equipo de gestión de una escuela, sus docentes, tutores, sistemas de apoyo adicional y la comunidad toda. Para lograr este objetivo, asegura, son imprescindibles la información, la capacitación y el acompañamiento.
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María José Borsani, terapista ocupacional, docente y escritora.
Accesibilidad como eje
La escuela inclusiva, la accesibilidad, barreras al aprendizaje, las configuraciones de apoyo y las adecuaciones curriculares son los ejes del trabajo de Borsani. Al respecto, explica que es necesario dejar de poner el foco en el alumno para atender a la propuesta curricular que es la que genera inaccesibilidad: “Se trata de correr la mirada del sujeto al contexto, ahí es donde están las barreras. Lo que se propone es recuperar una didáctica diversificada como el eje para intervenir en los procesos de aprendizaje. No puedo llevar para 35 alumnos una única propuesta porque de suyo esta va a ser una barrera para el 20 o el 30 por ciento de los chicos”.
La diversificación curricular invita a modificar el modelo según el cual se sostiene una educación pareja para casi todos los alumnos y se hacen adecuaciones para dos o tres chicos integrados. Ese paradigma cambió y hoy se habla de una educación de calidad para todos, de un atravesamiento cultural, de puentes y puntos de encuentro que posibiliten el acceso al contenido.
“La accesibilidad es el eje troncal de la educación inclusiva y supone el despliegue de acciones institucionales, en el nivel macro, y acciones individuales, a nivel profesor, que de alguna manera mitigan, sortean y, en el mejor de los casos, eliminan aquellos obstáculos o barreras sociales, actitudinales, pedagógicas que entorpecen la llegada a la propuesta curricular”, analiza la docente, quien agrega: “De esta manera se posibilitan las condiciones que reconocen el derecho a una educación de calidad para todos los estudiantes de la escuela”.
Educación secundaria de la calidad
Para garantizar el derecho a una educación de calidad a lo largo de todos los años de la educación universal y obligatoria -desde sala de 4 hasta 5°año- es necesario legitimar las diferencias y “tomar la diversidad como un valor humano y educativo”. Así lo entiende Borsani, quien asegura que la escuela secundaria propone una alta gama de modalidades, formas y competencias dentro un mismo grupo de alumnos y por este motivo es necesario proponer abordajes múltiples y diversos.
“Si un docente va dar el libro “El matadero”, de Esteban Echevarría, y lleva una propuesta clásica de lectura, de análisis, de preguntas referidas al texto; sabe que en determinado momento se va a quedar afuera casi la mitad de la población educativa del curso. Ahora, si diversifica la lectura, arma viñetas, interviene el texto, lleva podcasts, los chicos graban en su celular las explicaciones, etc. ellos encuentran un reservorio para después alimentar su propia lectura”, ejemplifica la docente.
“De esta manera -agrega- el profesor está dando accesibilidad educativa, porque vió obstáculos y las barreras pedagógicas que tiene el texto único. Este ejemplo se puede trasladar a física, química, matemática o cualquier materia. Hay que diversificar la propuesta, ampliarla; hay múltiples formas de acercarse a un contenido. La accesibilidad no debe ser siempre lingüística, también puede ser gráfica, visual o auditiva. Planificar desde esta perspectiva implica tomar un curso que aprende junto, pero en el cual cada alumno lo hace a su tiempo y forma, así se aúna lo colectivo con lo subjetivo”.
Ética del acompañamiento
Borsani aborda finalmente dos aspectos que considera centrales. “Creo que al hablar de inclusión es necesario plantear una ética del acompañamiento. Este es un aspecto fundamental que hay que trabajar mucho con los docentes y con las instituciones, pero también con toda la sociedad porque excede a la educación”, reflexiona.
“Por último -concluye- tenemos que entender que la educación inclusiva debe ser parte de la formación de los futuros docentes, lo que supone una construcción responsable entre todos. Esta no puede ser solo un seminario optativo o una cátedra que se da al final de la carrera. Aprender a trabajar desde esta diversificación curricular de la que hablamos tiene que incluirse en la formación desde el vamos, desde el primer año. Hay que pensar que vamos a ingresar directamente a un aula caracterizada por la diversidad con todos los desafíos que esta representa”.