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Humedales y nuevas especies, los cambios que se dan en la Laguna Setúbal

Desde que comenzó la bajante del río Paraná en julio del año pasado, la Laguna Setúbal sufre importantes cambios en su diversidad. Los más importantes son la conformación de humedales en sus márgenes y la aparición de nuevas especies anfibias y de roedores.

El Instituto Nacional de Limnología (Inali, Conicet-UNL), trabaja en el monitoreo de los cambios que ocurren en el humedal de la Laguna Setúbal, un ecosistema formado en la ribera oeste de la laguna que cumple funciones relevantes para la ciudad, por al menos tres razones. Es un reservorio de especies vegetales y animales nativas, es una barrera natural frente a posibles eventos de crecida de las aguas y se constituye además como un área de retención de elementos y sustancias contaminantes.

Desde julio del año pasado, cuando se registraron los valores más bajos en el nivel de agua del río Paraná de los últimos 78 años, rige en toda su cuenca una emergencia hídrica. El sistema de la laguna Setúbal forma parte de la cuenca de drenaje del Paraná y no escapa a esta realidad. Este cuerpo de agua, que más que una laguna ya es un río, es alimentado por el oeste por el sistema de arroyos Los Saladillos y por el este, por la descarga del arroyo Leyes. Su breve recorrido concluye en la confluencia con el riacho Santa Fe para formar el río Santa Fe.

Con la bajante extraordinaria, grandes extensiones de terreno de la margen oeste de la Setúbal quedaron descubiertas de agua. Los sedimentos de la laguna están formados por una mezcla de arena y limos ricos en nutrientes que son arrastrados por los arroyos que la alimentan, y son, por lo tanto, el sustrato ideal para el asentamiento de vegetación de ribera.

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La diversidad más grande la constituyen las aves, con más de sesenta especies registradas hasta ahora.

La diversidad más grande la constituyen las aves, con más de sesenta especies registradas hasta ahora.

Desde que comenzó la bajante, los biólogos observan una "sucesión ecológica". Este proceso no es más que el reemplazo de especies vegetales y animales (conocidas como especies colonizadoras) que van preparando el terreno para que diversas comunidades de organismos vivos, cada vez más complejas, puedan asentarse. Al acercarse a las orillas de este bosque de ribera en formación, se observa que algunas partes del suelo están encharcadas y hay una gran variedad de vegetación, denominada "humedal".

Un humedal es un ecosistema acuático de transición entre uno completamente acuático (como es la laguna Setúbal) y uno completamente terrestre (en este caso la playa oeste de la ciudad de Santa Fe). En los últimos años, los humedales vinculados al río Paraná adquirieron gran relevancia en los medios de comunicación por los recurrentes incendios que se producen en estos ecosistemas de elevada importancia social, económica y ambiental.

La vegetación

El humedal que se formó en la margen oeste de la Setúbal tiene varias características que lo definen. La más notable es el gradiente de vegetación. Hacia el borde de la laguna, encontramos vegetación de tipo palustre (adaptada a soportar suelos inundados) como son chilillos, juncos y totoras, o incluso en aquellas zonas cubiertas por agua, vegetación acuática flotante y arraigada como son helechitos y redonditas de agua, camalotes y cola de zorro. Hacia el otro extremo (hacia la avenida Almirante Brown) podemos observar algunos árboles típicos de las riberas de cauces fluviales como son sauces, alisos y ceibos.

Desde el Instituto Nacional de Limnología (INALI) trabajan en el monitoreo de los cambios que van ocurriendo en este humedal, con especial interés en la diversidad biológica. Es así como, a pesar de estar en invierno, lo que naturalmente implica que haya menor cantidad de especies, se registraron más de veintitrés especies de plantas, que incluyen los árboles antes mencionados, arbustos de chilca, cortadera y herbáceas como son la menta, salvia, el falso duraznillo, o la campanilla azul. La presencia de vegetación atrae a una gran cantidad de animales, desde insectos hasta micromamíferos, aves y anfibios que usan esta área como refugio, zonas de alimentación o incluso reproducción.

Micromamíferos, anfibios y aves

Entre los micromamíferos se registraron ocho especies de roedores, entre los que se destacan la falsa nutria o coipo y el cuis, por lo menos tres especies de murciélagos y dos especies de las muy conocidas comadrejas. Entre los anfibios, se destaca la presencia de ranas, como son la ranita del zarzal, la rana punteada, la rana enana y dos sapos: el sapo común y el sapo panza amarilla.

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 Entre los anfibios, se destaca la presencia de ranas, como son la ranita del zarzal, la rana punteada, la rana enana y dos sapos: el sapo común y el sapo panza amarilla.

Entre los anfibios, se destaca la presencia de ranas, como son la ranita del zarzal, la rana punteada, la rana enana y dos sapos: el sapo común y el sapo panza amarilla.

La diversidad más grande la constituyen las aves, con más de sesenta especies registradas hasta ahora. Algunas de ellas podemos verlas también en la ciudad, como los benteveos, cardenales, calandrias, carpinteros, palomas, golondrinas y zorzales. Hay otras acuáticas como las pollonas, el macá, el biguá, las garzas, y, además, aves típicas de los pajonales, como son la interesante variedad de tordos que se han registrado allí.

Todas estas aves pueden verse en este humedal, aunque su frecuencia y abundancia depende mucho de la época del año. Por ejemplo, especies migradoras como la tijereta y el sirirí real han sido observadas allí en primavera y verano cuando llegan para reproducirse, mientras que hay especies que lo habitan en invierno como la calandria real y los flamencos australes. La presencia de estas especies en este humedal le da aún más importancia para su conservación y valorización.

Cuáles son las funciones del humedal

El humedal cumple muchas funciones que son relevantes para la ciudad. En primer lugar, es un reservorio de especies nativas, y algunas exóticas, que son propias del ecosistema urbano de la ciudad de Santa Fe y del río Paraná. Esto implica que se constituya además como una oportunidad de recreación para los habitantes sin alejarse de la ciudad, donde pueden apreciar la vegetación, sus formas, olores y flores, el canto de las aves.

Además, se convierte en una barrera natural frente a posibles eventos de crecida de la laguna, reteniendo el flujo de agua y disminuyendo los efectos negativos que pudiera tener sobre la costanera. Por otro lado, este ambiente también se constituye como un área de retención de elementos y sustancias contaminantes que de otra forma entrarían a las aguas de la laguna.

Fuente: Equipo de investigación del INALI. Diego Frau, M. Florencia Gutierrez, Victoria Andrade, Analía Ale, Romina Pavé, Andrés Sarquis, Francisco Pereyra, Ignacio Berón y Romina Ghirardi.

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