El viernes 20 de marzo de 2020 quedará en la memoria de los argentinos como el inicio del aislamiento que provocó la pandemia del covid. La confirmación llegó de la mano del expresidente Alberto Fernández, que el jueves 19 a las 21.14 horas anunció por cadena nacional la implementación del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) en todo el país, en principio, hasta el 31 de marzo, con el objetivo de frenar el avance del coronavirus.
El día en que un hijo nace es inolvidable, sin embargo, venir al mundo durante una pandemia y en medio de un confinamiento obligado, será un detalle que muchos contarán a sus hijos de acá a poco tiempo. A modo de chiste y un poco en serio, los niños nacidos durante las restricciones que generó el covid son llamados “niños de pandemia” o “cuarentenials”.
Lola nació el 20 de marzo de 2020 a las ocho y media. Su familia aún no tenía dimensión de lo que su llegada significaba en un contexto marcado por la incertidumbre en tiempos del coronavirus.
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Esta es la historia de su nacimiento y de las vivencias de Antonella y Leandro, unos padres primerizos que tuvieron que vivir en el confinamiento uno de los momentos más felices de sus vidas.
Lola, una “nena de pandemia”
Este miércoles Lola cumple cuatro años y es una “nena de pandemia”, a pesar de que su mamá se lo repite habitualmente, ella no tiene dimensión de lo que esto significa aún, ni de cómo o cuánto marcó al resto de su familia.
“El día antes de su llegada salió en las noticias que a partir del 20 de marzo no se podía circular en la calle por la pandemia”, recuerda Antonella Gibert, mamá de Lola. A pesar de que tenía una cesárea programada para las 10 de la mañana de ese viernes 20, esa madrugada a las cinco rompió la bolsa. El trayecto que cubría desde su casa hasta el sanatorio estuvo marcado por la desolación y la ausencia de personas en la calle.
“Llegamos al sanatorio, mi hermana quería entrar y no podía. Solo pudimos entrar Leandro (mi pareja), y yo”, recuerda. Lola nació a las ocho y media de la mañana. La entrada y salida de personas estaba restringida a los familiares más cercanos, que solo podían entrar a la habitación uno por vez.
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Luego de pasar una noche en el sanatorio, Antonella, su pareja y Lola volvieron a casa. “Cuando salí al otro día, que era sábado, no había nadie. Me dio miedo eso”, asegura la mamá. Las recomendaciones llegaron de la mano de los médicos y el miedo se hizo presente ante el temor de que a la beba le pasara algo.
Como el de muchos bebés nacidos en plena pandemia, el nacimiento de Lola no se pudo festejar con la presencia de familiares o amigos, ni regalos.
Tras el momento del parto, la contención tan necesaria para la mujer fue algo a lo que Antonella no pudo acceder como le hubiese gustado. “La ayuda era de mi pareja y de mi hermana, que estaban en ese momento. Si no sola imposible, pero necesitaba a mi mamá y a mi papá”, sostiene. El resguardo del afecto se vivió en forma de cuidados estrictos.
Los cuidados que mantuvieron para resguardar a la beba
El arrebato brusco de la rutina diaria se sintió fuerte para todos. El caso de Antonella no fue la excepción. “Mi pareja llegaba a casa, se sacaba la ropa, se bañaba y luego se bañaba en alcohol y rociaba todo con alcohol. Espero que no pase nunca más”, enumera sobre los rituales que adoptaron para mantener la salud de la criatura.
Lola es la primera nieta y sobrina del lado materno de la familia, por lo que su llegada generó ansiedad y alegría para todos. Sin embargo, la rutina familiar consistía en mantener el contacto por WhatsApp o videollamada, permanecer en la casa todo el día y el paseo diario de dar la vuelta a la manzana con sus dos perros.
Durante los primeros meses, sus abuelos se vieron obligados a conocerla por medio de videollamada y a distancia. “Me generaba angustia saber que no podía ir nadie a mi casa a verla, cuando todos querían conocerla”, relata Antonella.
Cuando los familiares llegaban hasta la vivienda, los papás mostraban a Lola desde el balcón para que estos pudieran verla.
Antonella asegura que vivió los cuidados de manera relajada, mientras que su pareja tomaba todos los recaudos que estaban a su alcance.“Mi suegro que tenía diabetes, presión alta, también se acercaban desde la ventana y pedían alejarla ante el miedo por la beba”, describe.
La distancia, la falta de contacto a la que habitualmente estaba acostumbrada no encajaban en la rutina de una sociedad que seguía el minuto a minuto de una pandemia que provocaba estragos. “Era toda esa angustia de no poder compartir, una vida normal no se pudo hacer. Los primeros tres o cuatro meses fueron los peores”, enumera Antonella, al mismo tiempo que asegura que le pegó el hecho de no poder salir a la calle y caminar, aunque fuese una vuelta manzana sin que la policía advirtiera la falta. “Parecía una película de terror”, afirma.
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A pesar de lo que atravesaron, Lola es una nena muy sociable que espera ansiosa festejar su cumpleaños para lucir el vestido de “Barbie” que tiene preparado. “Cada vez que viene el cumpleaños lo recuerdo, no puedo olvidarme. Se me viene a la cabeza el día que rompí bolsa, salí a la calle, no había nadie. Mi hermana que quería ir a toda costa, no pudo entrar al sanatorio y esperó afuera”, asegura Antonella sobre la fecha que la marcó y que seguirá latente en su memoria.
El regreso a un “ritmo normal”
Para Antonella y su familia la tan ansiada normalidad llegó en noviembre de ese año. “La gente ya salía. En diciembre empecé a disfrutar”, cuenta.
En diciembre de 2020, cuando la bebé tenía ocho meses, la familia contrajo covid-19. El único síntoma que tuvo fue un poco de fiebre, mientras que la pareja perdió el olfato y el gusto. “Ahí me asusté”, recuerda Antonella, que en ese momento trabajaba desde su casa, al igual que su pareja.
“Bancar la situación más el trabajo fue mucho, pero logramos salir”, valora la joven madre que hoy se prepara para celebrar el cumpleaños de la nena.
“Gracias a Dios no tuvimos ningún problema de salud grave, creo que no supe disfrutar la situación del encierro más positivamente. Ahora me doy cuenta de que estamos todos como locos yendo y viniendo como locos, que cuesta estar más en familia”, valora.
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