“¿Por qué estás haciendo eso? ¿En tu casa también lo hacés vos?”. La pregunta horrorizada del septuagenario se convirtió en anécdota familiar. Martín, de 43 años, es músico. Cuando su tío lo increpó, estaba lavando los platos. Su pareja estaba sentada. Lo que antes era natural, que las llamadas tareas domésticas fueran exclusiva responsabilidad de las mujeres, hoy está puesto en cuestión. La brecha existe: según la estadística disponible en la Argentina, el 75% de las tareas cotidianas no remuneradas están a cargo de mujeres. Cuando se les pregunta a los varones, algunos saltan rápidamente: “Yo colaboro”, “hago lo que me piden”, “me hago cargo”, son algunos de sus argumentos. ¿Esa percepción corresponde a la realidad o siguen dejando la mayor carga en ellas? ¿Los varones que comparten igualitariamente las tareas son excepciones o se vive un verdadero cambio cultural?
“Lo que yo siempre hago es la limpieza del balcón y del baño, esas son mis tareas primordiales, todo lo demás lo hace mi mujer. El orden y la limpieza de la casa siempre lo mantiene ella, porque son las cosas que prefiero no hacer”, se sincera Matías, de 36 años, empleado bancario. “Obviamente que en mi casa originaria, al ser de esos matrimonio de antes, donde el hombre salía a trabajar y mi mamá era mamá y ama de casa, mi papá nunca hizo ninguna tarea del hogar”.
Es generacional, y no. “Nunca nadie me preguntó por qué lo hacía. Hace muchos años que trabajo con traje, me plancho mi camisa. No me da vergüenza decirlo, porque son cosas muy normales, me las enseñó mi mamá y la verdad es que me sirvieron muchísimo, porque no tengo que depender de nadie que me lo haga. Nunca recibí reproches o me preguntaron ‘¿cómo vas a hacer esto, que es de mujer?’. En mi familia, por lo menos, no”. Matías se para en el relato. “Ahora que recuerdo, un amigo de mi misma edad, un día que estábamos hablando por teléfono y le dije que tenía que limpiar el baño, me dijo ‘no, no, no, esas son cosas de mujeres, yo no hago nada de la casa’. O sea que en algunos casos existen esos estereotipos de familia”.
Las respuestas de Matías corresponden, como todos los entrevistados, a la experiencia de varones que están en parejas heterosexuales, convivientes. Los hogares monomarentales, el 18% del total en la Argentina, en su gran mayoría de mujeres con niñas y niños a cargo, tienen otras problemáticas más acuciantes.
La especialista Lilian Ferro aseguró que “la gran masa de demanda de cuidados viene de aquellos adultos sanos, hombres que eligen depositar sus necesidades de cuidado en mujeres familiares, que tampoco cuidan a las personas dependientes, ya sea en la niñez o adultas mayores”. Aunque para ellos sea difícil de aceptar, eso también se comprueba en las estadísticas. “Las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico aun cuando se compara una que trabaja (fuera del hogar y de manera paga) en una jornada completa con un varón que se encuentra desempleado (5,9 horas y 3,2 horas respectivamente)”, dice el estudio “Las brechas de género en la Argentina”, elaborado por la Dirección de Economía y Género de la Nación, en marzo de 2020.
Leer más ► Cuidar a otros, un trabajo imprescindible, poco valorado y menos compensado
¿Cómo perciben eso en la cotidianidad los varones heterosexuales de clase media? “Las tareas de la casa que hago son las compras, limpiar la casa, lavar la ropa, en realidad todo lo que haga falta. No soy tan buen cocinero, prefiero no cocinar, o creo que los habitantes de la casa también prefieren que no cocine, salvo los asados y algún que otro menú”, dice Martín, quien asegura que su pareja sí tiene algo que reprocharle: “Le gustaría que yo supiera cocinar, sobre todo cuando ella está más cargada de trabajo”.
En cuanto al tiempo destinado a esos trabajos que sí o sí hay que hacer, pero no representan beneficios económicos, asegura: “Tiene más que ver con el trabajo que tengamos en el momento. Algunas tareas casi siempre las hago yo y otras casi siempre las hace ella y, bueno, dependiendo la carga horaria, las hace más uno que otro”.
Limpiar el baño, hacer la cama, barrer, cambiar pañales, hacer las compras, ordenar, pensar el menú, cocinar dos veces por día, lavar los platos, llevar a les niñes a sus actividades, limpiar los pisos, lavar la ropa, colgarla, acomodarla en los roperos, sacar la basura, volver a poner una bolsa en el balde de residuos. La lista no es exhaustiva, faltan muchas de las actividades necesarias, del día a día, para mantener la vida en funcionamiento. No se trata sólo de hacer: también hay que planificarlas, disponerlas, pensarlas.
“Mi mujer me reprocha sobre las cosas de la casa, porque es una fanática del orden y la limpieza, y como yo no soy tan ordenado ni estoy todo el día haciendo los quehaceres de la casa, obviamente que hay un tipo de reproche. También cuando no saco la basura, que es una de las cosas que me encomienda hacer. Así que hay algún tipo de reproche, no tanto, pero para que me dé cuenta de que en algún momento lo tengo que hacer”, sigue Matías, quien admite que “claramente” le dedica “mucho menos tiempo a los quehaceres de la casa, casi nada en relación a lo que hace ella habitualmente, que todos los días limpia, ordena, pasa el trapo al piso”.
Ariel tiene 58 años, es técnico electrónico, arregla computadoras y también es actor y docente. “Asumo todas las tareas de la casa, aunque prefiero no hacer la cama ni lavar el baño ni bañar a los perros. Eso está ligado a que tengo hernia de disco, pero de todos modos son cosas que no me gusta hacer”, dice sobre sus responsabilidades domésticas. Viene de una familia tradicional. “Jamás en mi casa de origen las tareas se repartían. Mi vieja hacía todo y mi viejo y nosotros dos, los hijos varoncitos, no hacíamos absolutamente nada. Mandaditos, a lo sumo”, rememora.
Aunque considera que se responsabiliza por igual, su pareja le hace reproches. “Cuando enumero las cosas que hice en el día, se lo replantea y me da la razón, refunfuñando pero me da la razón”, sigue Ariel, quien afirma que le dedica “más tiempo que ella a las tareas, por el simple hecho de que paso más tiempo en casa, ella está mucho más tiempo afuera”.
Augusto es el más joven de los entrevistados. Tiene 27 años y es realizador audiovisual. También vive en pareja. “Principalmente, asumo la tarea de cocinar, también la limpieza, el lavado de ropa, colgar la ropa, hacer la cama. Generalmente hacemos un poco de todo y nos vamos compartiendo”, asegura este joven, que vivió la desigualdad también en su hogar de origen. “Cuando yo vivía en la casa de mis padres, para nada era equitativo. Mi vieja hacía todo: cocinaba, limpiaba, lavaba platos, había una persona que iba a ayudarnos dos o tres veces por semana. De hecho, una vez que me mudé solo, me di cuenta de lo injusto que era el reparto de las cosas en mi casa”, cuenta.
Los reproches existen y él considera que se debe a “ciertas cosas que yo, por vagancia o porque tal vez las miro distintas, no hago. Entonces ella me reprocha que no se hacen, o se hacen con menos regularidad de lo que deberían hacerse. Eso tal vez termina generando que tenga que estar detrás y corregirlo o haga algo que yo no vi”. Reconoce también que suele ser el que más se queja, o protesta, por ejemplo, cuando se acumula basura. “Tenemos un basurero chiquito debajo de la bacha de la cocina, que se suele llenar y a mí me incomoda. Pero es ese enojo que tampoco tiene tanto sentido porque no lo estoy sacando. El reproche no es con ella sino con la situación de dejar que las cosas se alarguen”, plantea.
Leer más ► Cayó 18 puntos participación de madres con hijos en mercado del trabajo por tareas de cuidado
Sobre sus amigas y amigos, la mayoría viven solos. Eso le lleva a observar que “en general, las mujeres o las feminidades tienden a tener una mirada más detallista en ciertas cuestiones y que le dedican mucho más tiempo a ese trabajo, les importa mucho más mantener un cierto orden”.
Aunque los varones con los que comparte tiempo, sobre todo los más grandes, nunca objetaron su participación en las tareas, “sí sentí muchas veces que uno es el único varón que se levanta de una mesa, o se da cuenta de que eso está pasando. No sale automáticamente de ellos levantarse para ayudar a levantar platos o ayudar a limpiar, suelen estar mucho más sentados en la mesa”.
Te puede interesar
Dejá tu comentario