El 15 de noviembre de 2017 desapareció en el mar Argentino un submarino con el nombre de ARA San Juan. La Armada Argentina perdió contacto con la tripulación cuando se trasladaba desde Ushuaia hacia Mar del Plata, a la altura del golfo San Jorge. La tripulación estaba compuesta de 44 personas, solo una de ellas mujer. En Santa Fe, en 2019 se realizó una réplica a escala del submarino, que fue instalada en el Dique 2 del puerto de la ciudad. Fue realizada por estudiantes de la Escuela Técnica Avellaneda y todos los detalles son tan idénticos que se podría trazar un paralelismo.
“No vas a poder”, “vos tenés que cebar mates”, “vos nos podés ayudar”, y una bolsa de cargadas por ser la única mujer dentro del grupo de hombres. A eso se le suma la desconfianza y las miradas con temor. Sin embargo, entre las manos que colaboraron en la construcción del único monumento de Santa Fe a los 44 tripulantes del ARA, están las de 60 hombres, pero también la de una mujer. Faltan palabras para describir la fuerza de Jenifer Corvalán, porque con explicar que hace años se abre paso en un mundo reservado para los hombres no alcanza.
La chica de 20 años y todos sus compañeros hombres trabajaban en el módulo electricidad del tercer año de la carrera de Electromecánica en la Escuela Técnica Avellaneda de Santa Fe, cuando llegó uno de sus docentes, Carlos Rouzic, a contarles acerca de un nuevo proyecto. Sin saber de qué se trataba, ella aceptó el desafío y se propuso hacer las mismas tareas que sus compañeros varones. A pesar de que a ella le costó mucho más ganar la confianza de sus profesores, nunca se dio por vencida y se convirtió en la soldadora del homenaje.
Jenifer asiste al nivel terciario de la escuela durante todas las noches, porque por las mañanas trabaja en una panadería para ayudar a su padre que hace unos meses se quedó sin trabajo. No es solo la única mujer en el proyecto de la construcción del submarino, sino la única de su curso y una de las pocas en toda su escuela. “La carrera que hago dicen que es para hombres, por eso no hay mujeres”, explica a Aire Digital. “A mí me gusta un montón, por eso la elegí”, asegura. Es que para Jenifer, no hay barreras que le impidan hacer lo que quiere, cuando quiere.
“Con lo del submarino aprendí mucho”, dice. Pero su aprendizaje no fue solo de cuestiones técnicas, Jenifer vio de cerca una desigualdad que se le quería imponer, y no la dejó hacer. “Ellos no querían que trabaje, solo que me encargue de cebar mate”, narra la joven. Cuenta además, que el grupo de hombres con el que trabajó realmente demostró que la necesitaba cuando le pidió que se metiera dentro de la construcción para ver si en el interior estaba todo bien soldado. “Yo soy bajita y chiquita, entonces me hicieron meter. Ahí recién se dieron la chance de pedirme un favor”, señala.
A pesar de la creencia general de que Jenifer no podía, la chica pudo. Y gracias a su arduo trabajo, su esfuerzo y su enfoque en los detalles, fue la que se encargó de soldar gran parte del submarino que hoy es el homenaje de Santa Fe a los 44 tripulantes que fallecieron luego de que se hundiera la nave hace tres años. Obvio que en el trabajo de Jenifer no faltaron los cuidados especiales por ser mujer. “Cuidado que te vas a golpear, me decían todo el tiempo”, relata la estudiante.
“De a poco empezamos a cortar y recolectar todo lo que necesitábamos”, cuenta Jenifer sobre el proceso de construcción del monumento. Para la chica lo más divertido fue el momento de soldar.
-- Una mujer no puede
-- Obvio que voy a poder
Esa charla se repitió en varias oportunidades, según cuenta la joven. Al momento de comenzar a soldar también se lo dijeron, y Jenifer tuvo que demostrarlo para que entendieran que sí podía. Para ella el proceso fue simple. “Me decían cómo hacerlo, pero yo lo realizaba a mi manera, muchas veces de la forma contraria”, sostiene.
Finalmente, la joven junto a todos sus compañeros hombres construyeron el monumento que hasta el momento descansa en perfectas condiciones a la vera del río en la ciudad de Santa Fe, al lado de las placas que reconocen la labor de los tripulantes y la bandera argentina.
Desde hace un año, Jenifer pasa por la zona en colectivo o caminando y se siente orgullosa de haber participado de ese proyecto. “Eso lo construí yo, con mis manos”, reflexiona con una sonrisa gigante. En relación a la lucha diaria que vivió por ser mujer en un rubro históricamente construido y moldeado para hombres, señala que “aquella mujer que dice que no puede porque es una carrera de hombre, que se meta en la cabeza que no es así, que sí puede”, expresa. Agradece a la escuela porque siempre la impulsó a seguir con su camino y cumplir su meta, y se enorgullece por ser un ejemplo y llegar a ocupar los espacios que quiere, porque se siente y es capaz de hacerlo.
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