La fuerza de las mujeres ante una enfermedad

La fuerza de las mujeres ante una enfermedad

Al afrontar una enfermedad propia, de un hijo o de un familiar, las mujeres despliegan una fuerza especial que les permite salir adelante de las situaciones más extremas. La historia de Gisela y su mamá Silvia es un ejemplo de ello. En el Día Internacional de la Mujer, un homenaje a ellas.

POR LAURA BURLANDO

Gisela Benítez tiene 33 años y tuvo hepatitis autoinmune por herencia familiar. Desde que se la diagnosticaron, el día de su cumpleaños número 19, su vida cambió.

La noticia no la sorprendió, ya lo había vivido con su hermano mayor, que había sido trasplantado de hígado años antes. “Cuando se me pusieron los ojos amarillos, mi mamá me dijo: “Gise vas a tener que ir al médico porque algo te pasa, pero lo que sea, vos no te preocupes”, contó a AIRE.

El diagnóstico la molestó mucho. Había terminado la escuela secundaria y se iba a tomar un año antes de comenzar una carrera.

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“Sentí bronca. De a poco, con el apoyo de mi familia, fui aceptando la enfermedad. Durante ocho años hice el tratamiento en casa, luego empeoré y estuve un año internada antes del trasplante. Volvía solo dos días al mes. Me pusieron en lista de espera en marzo y el hígado llegó en septiembre. Hace ya cinco años”, recordó.

El poder del amor

Los padres de Gisela son muy humildes, pero en su hogar nunca faltó nada. Tuvieron cuatro hijos propios y adoptaron tres más, soñaban con una familia numerosa. Ambos trabajaban para solventar los gastos del tratamiento que consistía en medicación y controles.

Los primeros años fueron en Rosario, luego, a los 24, me quedo sin obra social. Mi mamá tocó muchas puertas para que podamos seguir en Santa Fe porque no podía costearme los viajes. Debían hacerme ecografías, análisis de sangre y ver el ajuste de la medicación. Ella logró que pueda continuar en mi ciudad. Así conozco al Dr. Luis Gaite, hepatólogo del Grupo MIT, quien me acompañó en todo el proceso”.

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A Gisela le diagnosticaron hepatitis autoinmune el día de su cumpleaños número 19. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

A Gisela le diagnosticaron hepatitis autoinmune el día de su cumpleaños número 19. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

Gisela reconoce con pesar que no fue una buena paciente, “tanto los médicos como mi familia me tuvieron una paciencia infinita. Pensaba: “Tengo 27 años, no puedo estar internada”.

"Recuerdo un día que estaba en lista de espera y me sentía muy mal, me arranqué todo y le dije al doctor que no me quería operar. Tenía miedo y sentía que no lo merecía. En otra etapa, pedía que si se complicaba la cirugía no me reanimaran. El último año fue horrible y se acababan mis fuerzas. Pude seguir por la contención de mi familia, ellos nunca me soltaron la mano. A mi mamá la llamaba a toda hora cuando estaba internada y ella venía. Fue una mujer increíble, siempre quise ser, tal vez, un poco de lo que era ella”.

Y el día llegó

"Un martes 25 de septiembre, a la madrugada, suena el teléfono y escucho la voz del doctor que me dice: 'llegó tu hígado'. Mamá tenía siempre lista la muda de ropa y esa mañana partimos. Estaba muy tranquila, era como si todo le estuviese ocurriendo a otra persona y no a mí. En el hospital Cullen me prepararon y en la clínica de Nefrología, me trasplantaron”, de esto hace ya cinco años.

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Para Gisela, la pesadilla terminó el día que se vio de vuelta en casa sintiéndose bien. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

Para Gisela, la pesadilla terminó el día que se vio de vuelta en casa sintiéndose bien. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

Gise contó con el apoyo de Maximiliano, su pareja. “Me sentía muy mal con mi imagen ya que siempre fui coqueta. Tenía los ojos amarillos, la cara hinchada por las corticoides y pesaba más de 120 kilos por la retención de líquidos. Maxi me quería igual y tuvo que lidiar con mis estados de ánimo cambiantes. Estuvo desde el minuto cero del trasplante a mi lado. Hoy vivimos juntos y es mi compañero de vida”.

Volver a empezar

Para Gisela, la pesadilla terminó el día que se vio de vuelta en casa sintiéndose bien. “Dije ya está, a partir de ahora mi vida es un regalo, todo lo que me pase será para bien y de las dificultades buscaré la manera de salir adelante”.

Sin embargo, aún quedaban pruebas muy duras que superar. “Empiezo a estudiar enfermería y en el 2020 se prende fuego mi casa, salí con lo puesto, había perdido todo. Mamá me dijo: 'Ahora te toca empezar de cero', y así fue”.

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Luego de ser trasplantada, Gisela empezó a estudiar enfermería. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

Luego de ser trasplantada, Gisela empezó a estudiar enfermería. FOTO: Maiquel Torcatt / Aire Digital.

Silvia, la mamá de Gisela, era asmática y en pandemia se enfermó de Covid y murió. “Mi vida paró por seis meses, luego saqué fuerzas y comencé una vez más, debía hacerlo por ambas y continué andando. Me queda su ejemplo a seguir y la tranquilidad de que trascendió con la dicha de verme bien. A todos les decía que volví a nacer y me festejaba dos cumpleaños. Hasta el día de hoy mantenemos la tradición”.

Una experiencia transformadora

Antes del trasplante, Gisela se llevaba el mundo por delante, como todo joven pensaba que las cosas nunca le iban a pasar y no sentía empatía por quienes estaban atravesando un momento difícil.

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La vida la puso a Gisela en un lugar de mucha vulnerabilidad en la que necesitó del apoyo de sus seres queridos, sobre todo de su mamá.

La vida la puso a Gisela en un lugar de mucha vulnerabilidad en la que necesitó del apoyo de sus seres queridos, sobre todo de su mamá.

La vida la puso en un lugar de mucha vulnerabilidad en la que necesitó de la solidaridad humana. “Me di cuenta de la importancia de donar órganos y hoy soy miembro del Consejo Asesor de Pacientes del Cudaio. Comparto mi tiempo con mi padre y mis hermanos; que ellos estén bien es mi prioridad. Pienso en el futuro siempre, para eso estudié y me recibí. No quiero estancarme, voy por mis sueños”.

A quienes están atravesando un momento difícil, Gisela tiene un mensaje para darles: “Tengan paciencia, fe y ganas de salir adelante. Es bueno tener un objetivo en la vida, querer alcanzarlo y siempre ir por un poquito más. Esperé años para estar hoy acá. Y esperando aprendí a ser paciente. Un día el hígado llegó”.