La historia se remonta a la década del ‘40, en pleno desarrollo del conflicto global que enfrentó a las potencias del Eje, lideradas por Alemania, contra los Aliados con Gran Bretaña y Estados Unidos como principales protagonistas.
En aguas del Atlántico Sur, varios barcos alemanes navegaban con la misión de localizar y atacar a aquellos buques de aliados y embarcaciones que transportaban mercancía desde América del Sur hacia Europa.
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Tras la Batalla del Río de la Plata, ocurrida a fines de 1939, la Armada Alemana se enfrentó a una fuerza combinada de la Armada Británica-neozelandesa. El buque alemán Admiral Graf Spee, a raíz de una situación insostenible por la destrucción de la planta purificadora de combustible que comprometió la capacidad de continuar navegando y regresar a Europa; fue hundido por decisión del propio capitán, Hans Langsdorff.
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Unos 80 tripulantes alemanes fueron ubicados en diversas provincias del país, entre ellas, Santa Fe.
Imagen extraída del libro de Eduardo P. Bernardi, La Santa Fe que yo viví: desde 80 años atrás (2009).
Este combate —el único que tuvo lugar en nuestro continente y el primero desde el inicio de la guerra—, dejó a 1.055 tripulantes varados en la región. Con el tiempo, algunos de ellos fueron ubicados en diversas provincias del país, entre ellas, Santa Fe.
De tripulantes a vecinos de barrio Candioti
El 29 de marzo de 1940 un grupo de 35 tripulantes alemanes fueron trasladados al Regimiento 12 de Infantería. En tanto, 80 de ellos se alojaron en distintas casas del barrio, principalmente en una ubicada en Balcarce 1737 y en otra de Bulevar Gálvez 1811.
A pesar de haber llegado como marineros en tiempos de guerra, muchos de estos jóvenes encontraron en la ciudad algo parecido a un nuevo hogar. Las imágenes que aún circulan condensan una convivencia marcada por la rutina compartida.
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La cantina Spee funcionaba en la casona ubicada sobre Bulevar, específicamente en el patio.
Imagen extraída del libro de Eduardo P. Bernardi, La Santa Fe que yo viví: desde 80 años atrás (2009).
Según algunos archivos, el paso de los alemanes por las viviendas en Candioti era el de una familia tipo. Se levantaban a las siete de la mañana, desayunaban café con pan y dulce de leche y luego se dividían tareas que variaba entre limpieza, cocina y arreglos de la casona.
Esta integración llegó al punto de incluir la cantina Spee que funcionaba en la misma casona, específicamente en el patio que se prolongaba sobre Bulevar. Con un acento a su país de origen, en este espacio solo se bebía cerveza.
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Algunos tripulantes se alojaron en una casona ubicada en Bulevar Gálvez 1811.
Imagen extraída del libro de Eduardo P. Bernardi, La Santa Fe que yo viví: desde 80 años atrás (2009).
Con el tiempo, varios marineros rompieron con la idea original de evitar dispersarse para volver a Alemania, muchos de ellos decidieron casarse con jóvenes santafesinas. Esta decisión generó malestar en sus superiores y llevó a algunos a ocultarse tras ser declarados prisioneros de guerra en 1945, cuando Argentina rompió relaciones con Alemania.
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Así luce hoy la esquina de Bulevar al 1800.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
La historia menos conocida es la que vincula a 20 oficiales que lograron fugarse al cruzar la cordillera hacia Chile. De allí, varios pudieron regresar a Alemania para reincorporarse a la Marina de Guerra, mientras que otros optaron por quedarse en Sudamérica y otros puntos del mundo.
Relatos del pasado desde la calle Balcarce
La estancia de aquellos alemanes, que se extendió hasta finales de la guerra, generó asombro y curiosidad entre los vecinos por sus costumbres, y convirtió al barrio en un inesperado testigo de la contienda global.
Frente a la vivienda ubicada sobre calle Balcarce que en su momento albergó a los marineros alemanes se encuentra la tienda Antigüedades Antaño. Este rincón suspendido en el tiempo pertenece a Carlos Betella, un apasionado coleccionista de piezas históricas y vecino histórico de barrio Candioti.
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Carlos Betella, el vecino de barrio Candioti que mantiene viva la memoria.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Betella conserva anécdotas imborrables de los tripulantes del barco Graf Spee. “Le decían ‘acorazado de bolsillo’ porque era un barco liviano, pero resistente y veloz”, explicó mientras acomodaba algunas fotografías de su infancia.
Entre los nombres que el memorioso coleccionista rescata, están Gerardo Lange y Carlos Becker. Aunque existía una diferencia de edad, la amistad entre Betella y aquellos marineros alemanes no tardó en florecer.
De Lange, quien se desempeñaba en el área de comunicaciones del buque, recuerda especialmente su calidez, la sorprendente fluidez con la que hablaba español y su trato amable. “Era muy caballero y educado”, señala Betella, y agrega: “Este mito que se tiene de que los alemanes son personas frías no era para nada así”.
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La estancia de aquellos alemanes convirtió al barrio en un inesperado testigo de la contienda global.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Uno de los recuerdos más vívidos de Carlos es el café que tomaban casi todos los días con Lange en el centro de la ciudad. Según relata, “en aquellos momentos, por mi curiosidad, nuestras charlas eran casi siempre sobre el Graf Spee y las historias que lo rodeaban”.
Betella recuerda con claridad haber hablado durante horas sobre el diseño de las naves, el hundimiento de la embarcación para evitar que cayera en manos británicas y el suicidio del capitán del barco.
Aunque los detalles de la estadía de los alemanes hoy se vuelven difusos y casi tan borrosos como una fotografía antigua, los relatos de padres y abuelos mantienen viva la memoria de aquellos marinos que, por un tiempo, hicieron del barrio Candioti su hogar. Gracias a vecinos como Carlos Betella, esas historias continúan vivas.
Por Martina Nonino