POR GASTÓN NEFFEN
POR GASTÓN NEFFEN
Hoy toca remarla. El circuito que recorre un rincón de Jaaukanigás en kayak comienza en el complejo de cabañas el Portal del Humedal, que transformó las instalaciones de la curtiembre San Vicente -abandonada de golpe por sus dueños en 1955- en un polo de ecoturismo en el noreste de Santa Fe.
Lo primero que hay que esquivar con el kayak, en este tramo del arroyo Paranacito Viejo, son los pilotes de quebracho del viejo puente ferroviario de la Forestal, que se usaba para llevar el tanino en vagones hasta Puerto Ocampo en el río Paraná.
Es difícil recordar la masacre ambiental que arrasó con los bosques del norte de Santa Fe. La cabeza está concentrada en intentar dominar el kayak, encontrar un ritmo con la pala-remo y convertir el cuerpo en una “ele” (L) invertida flotante.
“No hagas fuerza”, recomienda Román Murcyla, director de Turismo de Villa Ocampo, que guía a AIRE en todo este recorrido. Se trata de intentar ser por un rato gente del agua. Es eso lo que quiere decir Jaaukanigás en la lengua de los abipones, que durante siglos pescaron y cazaron en estas lagunas, ríos y arroyos.
De a poco, los brazos se aflojan, el cuerpo deja de resistirse y se fusiona con el kayak. Entonces, la mirada empieza a recorrer los detalles del humedal y aparece un mundo en el que los protagonistas son los gallitos del agua, los camalotes y el delicado murmullo del agua que fluye.
Quienes exploran con frecuencia Jaaukanigás en kayak cuentan que es ideal para ver de cerca a los yacarés y aseguran que en esta zona hay dos recorridos que son inolvidables cuando se pueden navegar: el zanjón de las víboras y el arroyo Natibú, en el que la ramas de los árboles forman un túnel verde que tiene casi diez kilómetros.
Las islas del río Paraná son un paisaje que muta y se transforma con las crecidas y las bajantes. Con “estiaje” es difícil acceder a estos dos arroyos, pero se ven otras cosas: las lluvias cubrieron de agua los lechos de zanjones y arroyos en los que habían crecido el pasto y las flores. El agua es transparente y deja ver nadar a las mojarras entre los distintos tonos de verde y amarillo.
Hay largos tramos en el arroyo, de hasta 100 metros, que se convirtieron en una alfombra de repollitos de agua. Remar ahí cuesta el triple, porque el kajak se traba y no desliza, pero el espectáculo vale la pena.
Antes de pegar la vuelta, una bandada de unos 50 flamencos rosados levanta vuelo detrás de un albardón. Es raro verlos en este lugar de Jaaukanigás y es más frecuente encontrarlos en las lagunas salinas de los Bajos Submeridionales.
Con las sombras avanzando sobre el humedal, un garza mora planea sobre el arroyo y acompaña un rato al kayak. Por alguna extraña razón no hay mosquitos, tábanos, “viuditas” o jejenes y es el cierre de una tarde perfecta.
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En la oficina de Turismo Villa Ocampo (teléfono 3482-466209) se pueden consultar las alternativas de alojamiento (cabañas y hoteles), excursiones de ecoturismo, servicios gastronómicos y eventos (también hay información en la página de Facebook e Instagram).
La Cámara de Turismo Villa Ocampo (teléfono 3482-466322) también ofrece asesoramiento sobre servicios y prestadores turísticos en Jaaukanigás (esta es su página de Instagram).