Jaaukanigás, un circuito ecoturístico con monos y yacarés en el corazón de la selva en galería

El recorrido comienza ocho kilómetros al este de Villa Ocampo, en el norte de Santa Fe, y tiene tres etapas: el trekking en la reserva el Pindó, los miradores de altura y fauna, y los restos del viejo puerto de la Forestal en el río Paraná.

POR GASTÓN NEFFEN

Jaaukanigás es la franja de 400.000 hectáreas de mayor biodiversidad de Santa Fe. No es un eslogan: es el único lugar de la provincia en el que se pueden observar monos carayá en las ramas de los árboles y cientos de yacarés y aves en las lagunas y arroyos del humedal, que es sitio Ramsar desde el 2001.

El circuito ecoturístico del Jaaukanigás es una buena introducción al verde más intenso de Santa Fe. Comienza ocho kilómetros al este de Villa Ocampo y tiene etapas de trekking, miradores de selva en galería, palmares y yacarés, y un epílogo histórico en el antiguo puerto de la Forestal en el río Paraná.

Jaaukanigás, un circuito ecoturístico con monos y yacarés en el corazón de la selva en galería

El circuito recorre el tramo final de la ruta provincial 32. El asfalto termina unos cuatro kilómetros al este de la ruta nacional 11 y comienza un ripio “sólido” que se puede transitar en auto, salvo cuando llueve mucho.

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Antes de cruzar el puente “flotante” sobre el arroyo Paranacito Viejo se paga una entrada de $150 por persona y en las tablas de ese viejo barco, que hace de puente, comienza la aventura. Hay que bajarse del auto para caminar los senderos de trekking de la reserva el Pindó (32 hectáreas), un bello ejemplo de la selva en galería, uno de los ambientes más característicos de Jaaukanigás, que en la lengua de los abipones quiere decir “gente del agua”.

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Luego de atravesar una pasarela de madera y caminar unos 20 metros, Román Murzyla, director de Turismo de Villa Ocampo, señala en silencio las ramas de los árboles, que se mueven mucho más fuerte que con los pájaros. Un grupo de monos carayá, los más australes del mundo, miran fijo al equipo de AIRE. “Los machos son negros y las hembras son marrones”, explica Murzyla. El macho se pierde entre las ramas más altas de los ingá, los timbós y los ibirá pitá -que se entremezclan- y una de las hembras, con su cría, se queda mirando con curiosidad.

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Los senderos de la reserva son amplios y están muy cuidados. Los mantiene con machete y “escoba dura” Julio Zarza, un isleño de 80 años que vivió toda su vida en Jaaukanigás. “Es muy importante que los pobladores locales estén involucrados en los circuitos turísticos”, dice Murcyla.

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La prolijidad y la visibilidad en el sendero es importante para evitar accidentes con las serpientes, que son parte de la fauna del humedal. Hay distintos tipos de yarará, ñacaniná -se cruzó una en la ruta 32-, cascabel, coral y la imponente curiyú -la anaconda amarilla-, que es de la familia de las boas. Gracias a la selva en galería hay coatíes, como en Misiones, carpinchos, zorros, gatos monteses y el aguará guazú, que fue acorralado durante años por la leyenda del lobizón, que forma parte de la mitología de la zona.

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Las escenas de fauna que cada uno observa dependen del momento del día y de la suerte. Los monos aulladores aparecen tres veces a lo largo del sendero, que se recorre en 40 minutos o una hora. Hay una plataforma de altura a la que se puede subir para observarlos más de cerca.

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En uno de los arroyos hay tres yacarés “tomando sol”. Hay que caminar en silencio para verlos, porque cuando escuchan voces se tiran de cabeza al agua. Al final de ese tramo hay un hocó que tiene en su pico una rana que acaba de cazar. En el trekking también vale la pena mirar el suelo: hay hongos por todos lados, incluido el famoso cucumelo, que crece en la bosta del ganado.

Las aves que viven en Jaaukanigás

Los pájaros merecen una nota aparte. “En Jaaukanigás habitan unas 300 especies de aves y en la reserva el Pindó se registraron unas 100”, precisa el biólogo Blas Fandiño, que integra el equipo de la Dirección de Áreas Naturales Protegidas del Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe y recorrió con sus binoculares, cámara y cuaderno este rincón del norte santafesino.

En la reserva, las más comunes son el Chororó (Taraba major) -que se ve durante todo el año- y otras aves que son temporales por sus migraciones como el Fiofío Pico Corto (Elaenia parvirostris) en la primavera y el verano, y el Piojito de Straneck (Serpophaga griseicapilla) en el otoño y en el invierno. Con dedicación y paciencia también se puede observar el Carpintero Oliva Chico (Dryobates passerinus).

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Fandiño explica, además, que se pueden observar diferentes especies de aves según el ambiente de Jaaukanigás que se esté recorriendo:

- En las selvas en galería y bosques fluviales se puede ver el Burlisto pico canela (Myiarchus swainsoni), que se alimentan de insectos, o el Celestino (Thraupis sayaca) que come principalmente de frutas.

- Los pastizales y pajonales los habitan especies adaptadas a alimentarse y nidificar en estos ambientes, como el Verdón (Embernagra platensis) o el Curutié colorado (Certhiaxis cinamomeus).

- En los ríos, lagunas y esteros hay garzas, patos, pollonas, macaes, becasinas, chorlos, playeros y las tres especies de Martín Pescador que hay en la provincia: el Grande (Megaceryle torquata), el Mediano (Chloroceryle amazona), y el Chico (Chloroceryle americana).

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Los miradores de fauna de Jaaukanigás

Hay que volver al auto al salir de la reserva y después de conducir unos diez minutos por la ruta 32 se llega al mirador de altura del arroyo El Quencho. Es una plataforma de madera que se construyó sobre un viejo puente de quebracho de la Forestal y desde la que se puede observar la franja de palmeras caranday que cruza el humedal de norte a sur y que por momentos se fusiona con la selva en galería.

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En el arroyo El Quencho no se ve el agua porque está alfombrado con los camalotes que quedaron encajonados con la bajante. Van a seguir ahí hasta que la cuenca del río Paraná repunte y se los lleve.

En la ruta, unos cinco minutos más adelante, está el mirador de los yacarés en el arroyo El Cinco. Se pueden ver las dos especies que hay en la Argentina: yacaré overo (caiman latirostris) y negro. Hay varios tomando sol y también se ven algunos “pares de ojos” camuflados en el camalotal. Cuando el arroyo está cargado de agua de lluvia se vuelve más transparente y desde el mirador se puede ver nadar con claridad a los yacarés.

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En el tramo final del circuito ecoturístico, al lado de la ruta, están las secuelas de los graves incendios que arrasaron Jaaukanigás el año pasado y luego aparece el río Paraná, que son sus crecidas y bajantes moldeó este hermoso paisaje.

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Este es el punto final de una de las masacres ambientales más graves que sufrió el norte de Santa Fe y el Chaco: la de los quebrachales y el tanino. A lo largo de todo el recorrido, se observan los restos del puente de madera que traía los vagones de la Forestal hasta Puerto Ocampo. A la vera del río Paraná ya sólo queda la plataforma de cemento por la que se bajaban los quebrachos pulverizados y procesados para ser un insumo en las curtiembres.

Es una historia triste, pero que enseña y pone en foco la prioridad de proteger uno de los lugares más lindos de Santa Fe.

Dónde alojarse y contratar excursiones en Jaaukanigás

En la oficina de Turismo Villa Ocampo (teléfono 3482-466209) se pueden consultar las alternativas de alojamiento (cabañas y hoteles), excursiones de ecoturismo, servicios gastronómicos y eventos (también hay información en la página de Facebook e Instagram).

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El Portal del Humedal es uno de los complejos con cabañas. Está ubicado ocho kilómetros al este de Villa Ocampo y muy cerca de la reserva el Pindó, en la que se pueden avistar monos.

La Cámara de Turismo Villa Ocampo (teléfono 3482-466322) también ofrece asesoramiento sobre servicios y prestadores turísticos en Jaaukanigás.

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Las cabañas el Amanecer del Vira Pita es otra alternativa de hospedaje en Jaaukanigás y con sistemas innovadores de calefacción y refrigeración con eje en las energías renovables.

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