Las obras de arte nos rodean a donde quiera que vayamos en la ciudad de Santa Fe. Podemos encontrarlas en los rincones que recorremos en nuestro día a día. Verlas en las paredes. Cruzarlas en esquinas. Apoyar nuestra espalda contra una de ellas cuando nos sentamos a tomar mate en una plaza.
Nos rodean. Están allí. Esparcidas. Es nuestro patrimonio. Las vemos, a pesar de que quizás no nos detengamos a observarlas. Pero, ¿nos preguntamos cómo es que, después de tantos años, no desaparecen?
Hay una labor detrás que se encarga de asegurar que continúen existiendo y no se esfumen con el tiempo; como las olas en el mar que pasan a convertirse en espuma. Consiste en volver a darles vida. De restaurarlas. En revivir aquello que el tiempo y el tacto dejaron su huella. Es un arte dentro del arte.
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Pero, ¿qué es exactamente la restauración? ¿Acaso ocupa importancia en lo colectivo? “Hay gente que no sabe que se restauran obras en la ciudad. No lo saben. Saben cuando te ven haciéndolo”, respondió Eduardo Gabriel Gómez, restaurador en la Dirección del Museo de la Secretaría de Cultura de Santa Fe, quien se encargó de dibujar a AIRE la imagen de lo que es revivir una obra de arte.
No es por arte de magia, hay alguien detrás
“Todos quieren ser artistas. Nadie se especializa en cuidar”, expresó luego de ser consultado por su inicio como restaurador. Cuando comenzó a transitar el camino dentro de esta disciplina, estaba solo. “No sabía de nadie que quisiera eso”, contó. En Santa Fe, ni siquiera había alguien que enseñara restauración.
Fue recién cuando Eduardo se presentó en la municipalidad que comenzó a tomar forma. “No había un restaurador fijo. Me convocan y así conformo lo que fue el primer equipo”.
Hoy dicho equipo de conservación del Museo Sor Josefa Díaz y Clucellas, está conformado por él y cuatro personas más. Son dependientes de la municipalidad y están habilitados para trabajar en el espacio público con las obras de arte por la secretaria de Cultura, Luciana Ceresola. “A mí me toca estar en el patrimonio, que es la parte del exterior”.
Así perduran en el tiempo las obras que nos cruzamos todos los días en la ciudad de Santa Fe
El trabajo que realiza comienza por detectar las esculturas del patrimonio. A cada obra se le hace un diagnóstico visual y fotográfico, para después detallar las anomalías encontradas. Luego, se procede con las técnicas necesarias para restaurarla.
“Generalmente, se comienza con una limpieza mecánica; quitarle desde afuera hacia adentro el polvo, el barro y la suciedad”. Porque, a pesar de que Santa Fe es una ciudad relativamente pequeña, según Eduardo, la cantidad de tránsito genera mucho humo, el cual termina adhiriéndose a las obras. Sin mencionar el vandalismo (el cual Eduardo sí mencionó en reiteradas ocasiones).
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Cuando una obra se puede retirar y llevar al taller -que está en la Estación Belgrano- se lo hace. Las veces que no es posible moverlas, porque están en malas condiciones, se trabaja in situ, que significa “en el lugar”.
“Hay diferentes técnicas dependiendo de los materiales. Para las de piedra, generalmente es limpieza al seco. Lleva un poco más de tiempo y va profundizando generalmente con un hidrolavado con algún material que pueda desprender la suciedad. Si el material no está deteriorado y no tiene faltantes, es solo limpieza”, explicó. Y, aclaró que, normalmente lleva su tiempo, ya que tiene tiempos de secado.
“Más allá de la suciedad, las obras también tienen hongos porque es una ciudad húmeda y hay que ponerle un químico que no afecte a la obra para que mate los hongos. Después, se procede a ver qué es lo que tenía. Puede quedar natural porque hay obras que no llevan ni pintura, simplemente está la piedra expuesta y así hay que dejarla. Nomás hay hacer una conservación constante para ver cómo está”.
Por otro lado, si la obra es de metal, “se trata de no poner materiales abrasivos que afecten las pátinas o que quiten o den brillo cuando no lo tiene”, describió Eduardo. “Generalmente, tienen pátinas o pintura. Y a la pátina, una vez que se remueve por algún error o por el vandalismo, hay que reponerla. Estamos hablando de una pátina envejecida, y la nueva tiene que ser compatible. Es necesario hacerlo porque si no una parte brilla, o en una parte se ve el metal y en la otra no. Eso afea la obra”.
El trabajo es indispensable para mantener las obras sanas, pero Eduardo se aseguró de resaltar que, a pesar de la importancia de la labor, la conservación siempre está primero.
“La restauración sería como una cirugía en un cuerpo. La cirugía se hace ya en un punto en donde ya no se puede hacer otra cosa. Siempre hay que buscar la forma de intervenir lo menos posible. Pero, si hay que hacerlo, hay que hacerlo”.
Hay un monumento con la escultura de José Gervasio Artigas, que está ubicada en la rotonda de la Costanera y Avenida Almirante Brown, contó. Esa escultura, inaugurada en 1979, es una réplica de bronce fundida en Florencia, Italia, basada en un diseño del artista Juan Luis Blanes.
Está con una pátina negra y “algún otro producto de color negro”, explicó Eduardo, y no necesita nada más que de una lluvia ocasional para lavarse. “Es una obra que permanece en el tiempo”, comentó. En cambio, hay otros casos, como el de la escultura del Brigadier Estanislao López a caballo, la cual se tornó de un color verde por el óxido del bronce. Pero esto no significa que está sucia. Está en un proceso lento de oxidación.
“Ese tipo de oxidación produce como una máscara en la obra y la protege”, explicó Eduardo. “Ese verde no se toca ni se quita”. Aun así, en el caso de la escultura de Brigadier López, todavía faltan muchos años para que ese proceso se complete. “Ese sería el objetivo. Una vez que se llega al verde no se toca más”.
Son incontables las obras esparcidas alrededor de la ciudad. Lo que no saben muchos es que, en su mayoría, son réplicas. ¿La razón? Para proteger, conservar y preservar las originales.
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Se retiran, muchas veces, para repararlas y crear moldes. Con dichos moldes se crean réplicas, con un material llamado resina, y se las colocan en su lugar. Los moldes permiten que las obras originales, en caso de romperse o extraviarse, puedan ser recreadas y no se pierdan para siempre.
“Es para poder conservar el original, el cual tiene un valor al cual perderlo costaría mucho recobrarlo”, aclaró.
Es el caso de la Fuente de los Biguás, ubicada en la Plaza 25 de Mayo. Los biguás que rodean la fuente ya no son los de bronce, pues se retiraron debido a las condiciones en las que se encontraban. En su lugar, sea han colocado réplicas de resina. Hoy, los originales están a resguardados en el taller.
Existe una razón por la cual se evita dejar las originales. “Si no hubiera tanto vandalismo o delincuencia, se podrían dejar... Sería un placer poder ofrecer la obra original”, explicó.
El mismo es el caso de dos escudos de bronce, uno de la provincia de Santa Fe y otro de la Nación, que se encontraban en un mástil sobre el Parque Alberdi. Luego de la reconstrucción de la plaza, Eduardo se percató de ellos. Estaban tan solo sujetados con unos pocos tornillos.
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“Me di cuenta de que prácticamente son obras de arte en la forma de su construcción y lo que representan”, razonó Eduardo. Para evitar que les pase algo, fueron retirados. La intención, contó, es crear moldes para realizar réplicas y volver a colocarlos en el lugar en el que estaban.
Sobre las obras originales, sería una lástima que permanezcan en un taller juntando polvo. Por ello, Eduardo aclaró que la intención es poder exhibirlos en algún momento. “En algún museo o en un hall, para que la gente los vea”, manifestó.
La puesta de revalorizar el arte esparcido por la ciudad
Actualmente, “la cuestión es revalorizar todo. Hay tiempo, pero es hacerlo. El objetivo sería alcanzar la ciudad entera. Empezamos en espiral para tratar de ir de adentro hacia afuera”, contó. Sin embargo, Eduardo también admitió que no todos están conscientes de los trabajos de restauración y conservación realizados en el patrimonio de la ciudad de Santa Fe.
Es en los días en donde salen a calle, con el guardapolvo blanco, a volver a darle vida a las obras de arte que la curiosidad les gana aquellos y se percatan de que hay alguien que le está haciendo algo a esa escultura que vemos cuando caminamos por la ciudad.
“La gente mayor, que es quizás más consciente, se acerca; sobre todo la gente del lugar en donde está emplazada la obra. El vecino, también. Sí toma conciencia del valor que tiene la obra. Porque sienten un poco de pertenencia”, comentó.
Es incluso a partir de dicho interés que muchos realizan denuncias sobre los estados de las obras. Esa denuncia le llega al equipo de Eduardo, quien procede a acercarse a inspeccionar y determinar qué trabajo necesita.
A pesar de ello, es usual que surja la creencia de que muchas de las obras y esculturas de la ciudad están abandonadas, dejadas al olvido. Aunque quizás parezca así para muchos, hay ciertas líneas que deben correr para que se determine el elegir una obra, pues quizás hay anteriores que ya están en proyecto.
“Todas las obras son importantes para nosotros. No hay una más que otra”, aclaró con firmeza el restaurador. A veces, surgen trabajos improvistos, en donde una obra fue vandalizada y necesita de atención, que ralentizan la programación de restauración, pero “sí tenemos en cuenta todas las obras”.
Hay una fuente en el Parque Garay, relató, que está muy deteriorada. La fuente tiene una escultura de una mujer con una ánfora. Es bellísima. Está vandalizada. Y están al tanto. “No es que no está vista, sino que usualmente es otra más en la cola de prioridades”, explicó. “Es todo un ‘¿porque ésta no?’ Y no es que es esa no. Ya le va a llegar su momento. Si pudiéramos, sería todo más rápido. Pero cada restauración lleva su tiempo”.
Así se da inicio. La consciencia sobre nuestro patrimonio y su importancia le da forma. El admirarlas, verlas y apreciarlas es una motivación para los restauradores. “Hace sentir que tu trabajo por lo menos es tenido en cuenta. Que sí tiene valor”.
Eduardo lo entiende, ya que no solo es restaurador. También es un ciudadano más. Y cuando camina, visita un lugar o cualquier ciudad del interior, su atención se va a las esculturas. A las obras de arte. Al patrimonio que embellece y da valor. Y no puede evitar ver cuáles son y cómo están. “Es casi una obligación ocuparnos del patrimonio y de la cultura. Para estar a la altura”.
El camino a trazar para llegar a la restauración
El expandir el conocimiento y la pasión por la restauración y conservación en Santa Fe no debe pasarse por alto. “Nadie es eterno”, admitió Eduardo, y se debe transmitir el conocimiento. Continuar reviviendo las obras y evitar que se pierdan en el tiempo.
“Si apasiona, lo ideal sería empezar por la escuela de arte. Siempre es conveniente empezar por la escuela de arte”. En Santa Fe, por ejemplo, hay institutos de Museología en donde se enseñan nociones teóricas de conservación y restauración.
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Pero, aun así, falta otra área aún más importante: las nociones prácticas. “Se necesitan prácticas y asesoramiento por alguien con experiencia porque las prácticas deben realizarse en obras que no son del patrimonio. Se prueban en obras de arte que no tenga valor patrimonial”.
Más aún así, “es conveniente que tenga pasión porque si no, no arranca”, admitió. Una pasión que él siente todos los días con el trabajo que realiza. “Es la satisfacción de, por lo menos, haber puesto mi conocimiento y mi tiempo para que estén como ese artista esperó que estén”. Pero no se lleva algo solo aquel que restaura. La ciudadanía, que convive con ellas, también se gana un pedacito.
“Tiene que apropiarse más de las obras y darle valor. Y también, tiene que defender”.
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