Ahora, la casona familiar fue puesta en valor y será inaugurada este lunes 5 de agosto bajo el nombre “La Josefa”, un espacio para exhibiciones y convocatorias públicas que pondrán el foco en las artes visuales y producciones de mujeres santafesinas.
Más allá de la recuperación de este Monumento Histórico Nacional y su posterior puesta en valor, cabe destacar la figura de Sor Josefa, quien supo ser una artista que, a pesar de recibir educación formal, fue fiel a su estilo y a la identidad protosantafesina que comenzaba a tomar forma en su época.
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Este no es el primer homenaje que su ciudad y provincia natales hacen a Sor Josefa: cabe destacar al Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas. De esta forma, queda establecido que Sor Josefa es una figura importante en la historia de Santa Fe.
Documentos preservados por dicho museo y firmados por Horacio Caillet-Bois (Buenos Aires,1898 - Santa Fe, 1968), pionero de la apreciación y preservación cultural de Santa Fe, explican, en pocas palabras, el carácter singular de Sor Josefa.
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“Frutas y verduras”, Sor Josefa Díaz y Clucellas.
“Desde cualquier ángulo que se la mire merece la consideración póstuma que se le acuerda como protopintora santafesina, pero mucho más le corresponde si se considera que era mujer y por ello caso excepcional en su tiempo”, explicaba Caillet-Bois en el centenario del nacimiento de Josefa.
“Realizó una obra muy variada en el cuadro histórico, religioso y de costumbres, dejó en su pintura el documento vivo de una época”, escribió sobre la obra de Sor Josefa.
Sor Josefa Díaz y Clucellas: una vida dedicada al arte y la espiritualidad
En diálogo con AIRE, el historiador Alejandro Damianovich explica que la singularidad de Sor Josefa no está limitada a Santa Fe, ya que es la primera mujer en toda Latinoamérica en firmar sus pinturas.
Sor Josefa pudo dedicarse a la caridad católica y luego al arte debido a que su padre era comerciante, por lo que Josefa, o Pepa (como Caillet-Bois la nombra) tenía los medios para acceder a estas actividades, pero fue bajo la tutoría del pintor Héctor Fascino, pintor de origen italiano, donde aprendió las técnicas de pintura europeas y las reglas estéticas del arte pictórico de su época.
Héctor Fascino tenía, explica Damianovich, “una academia de arte donde todas las alumnas eran mujeres, y una de ellas era Josefa”.
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“La negra y el niño”, Sor Josefa Díaz y Clucellas
De acuerdo al historiador, los hombres locales perseguían carreras como ganaderos, comerciantes, abogados o políticos, la pintura se consideraba una ocupación inadecuada para ellos, dejando el campo abierto para que mujeres como Josefa exploraran su talento artístico.
Desde entonces y hasta 1894, año en el que tomó los hábitos de las Hermanas Adoratrices, Josefa se dedicó a desarrollar su propio estilo, más allá de los movimientos artísticos europeos predominantes, por lo que se la considera un exponente de la identidad protosantafesina.
Sus obras más conocidas incluyen un retrato del General Urquiza y la ampliamente reproducida “La Negra y el Niño”, que muestra a una niñera afroamericana sosteniendo a un niño blanco. Josefa también creó naturalezas muertas y pinturas religiosas.
Una vez que tomó los hábitos, Sor Josefa se trasladó a Villa del Rosario, en la provincia de Córdoba, donde vivió hasta su muerte en septiembre de 1917, explica Alejandro Damianovich.
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“Justo José de Urquiza”, Sor Josefa Díaz y Clucellas.
El legado de Sor Josefa Díaz y Clucellas
A pesar de sus logros, muchas de las obras de Sor Josefa se han perdido o permanecen en colecciones privadas. La inminente inauguración de La Josefa en su antigua casa familiar en Santa Fe busca honrar sus contribuciones. Sin embargo, es esencial presentar su legado con precisión, reconociéndola como una artista y una mujer de su tiempo, que trabajó dentro de las normas sociales para expresar su creatividad.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la rigurosidad con la que firmó sus obras es de suma importancia, no solo para Santa Fe, sino para América Latina. A diferencia de muchas mujeres de su época que permanecieron anónimas o utilizaron seudónimos, Josefa audazmente adjuntó su nombre a su trabajo, una práctica poco común para las mujeres en ese tiempo.
“La mujer en aquellos tiempos estaba limitada (…) Salvo algunas honrosas excepciones, ellas no querían exponerse, ese es el valor que tiene que sea la primera mujer que firma sus obras en América Latina”, explica Alejandro Damianovich.
En conclusión, Sor Josefa Díaz y Clucellas se destaca como una figura notable en el arte latinoamericano del siglo XIX. Su determinación para dedicarse a la pintura en una sociedad dominada por hombres, su estilo distintivo y su decisión de firmar sus obras la convierten en un símbolo perdurable del logro artístico femenino. Su legado continúa inspirando, recordando las contribuciones a menudo pasadas por alto de las mujeres en la historia del arte.