En ambas películas de Intensamente se trabajó en una doble misión: entretener y enseñar. En cada entrega, el televidente se sumerge en el mundo de las emociones en diferentes etapas de la vida de su protagonista, Riley. Los films explican el rol que tienen las emociones, cuándo surgen y la importancia de equilibrarlas en la vida diaria.
En la primera entrega, alegría, tristeza, ira, miedo y disgusto (las cinco emociones básicas de la protagonista) se convirtieron en personajes de su “sala de control” interior y guiaron sus acciones. En esta segunda aventura, cuatro nuevas emociones llegarán a la vida de la nena de 13 años para acompañarla en uno de los momentos más complicados: el inicio de la adolescencia.
Las emociones son importantes en todas las etapas de la vida, pero en la adolescencia empieza a complicarse el panel de control, ya que se ven potencializados los sueños, la amistad y se empieza a ver una preocupación por el futuro y la percepción que tienen los demás sobre la persona.
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“Es una etapa del desarrollo que es el quiebre entre la niñez y lo que va a hacer luego la etapa adulta. Entonces hay un montón de desafíos en esta etapa del desarrollo que implica que la regulación emocional sea importante, porque ellos empiezan a aprender a cómo, qué hago con todo esto que me pasa”, explicó a AIRE la psicóloga Virginia Abdala (Matrícula 852) que además destacó la influencia de los cambios hormonales en esta etapa.
El preadolescente enfrenta nuevos desafíos, entre los que se destacan el duelo por el cuerpo, así como las nuevas formas de relacionarse socialmente por medio de la pertenencia a los grupos. A esta lista también se suman los logros y fracasos que se vivencian. “El tema es aprender a regular estas emociones, ya que saber identificar qué siento permite tener un mayor control y manejo de las mismas”, detalló la entrevistada.
Los cambios tanto físicos como cognitivos comienzan alrededor de los nueve o doce años en líneas generales. A nivel cognitivo, la persona va a tener la posibilidad de tener un pensamiento más abstracto, y desarrollar la capacidad de razonar de una manera más compleja.
Por qué es importante identificar las emociones
El tsunami emocional que atraviesa el adolescente en algunas ocasiones obliga a los adultos a ayudarlos a identificar sus emociones y a gestionarlas de la mejor manera posible.
Esto es fundamental porque en la adultez, muchos de los síntomas que pueden transformarse luego en trastornos van a tener su origen en las dificultades para afrontar experiencias emocionales.
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Una mejor gestión emocional va a estar más relacionada con mejores relaciones, vínculos, y logros. “Vamos a tener mejores vínculos, sabremos gestionar mejor nuestro enojo y transmitir lo que nos pasa”, agregó Abdala.
La imposibilidad de gestionar las emociones y la falta de herramientas en esta etapa puede derivar en una menor calidad de vida. La persona se va a ubicar en los límites de sus emociones y se le dificultará hallar el equilibrio. Por ejemplo, va a disfrutar menos el hecho de estar con amigos, va a tener una menor capacidad de concentración y su estado de ánimo oscilará entre la ansiedad y la tristeza.
El rol de la ansiedad
En la segunda entrega de Intensamente 2 aparecen ansiedad, vergüenza, envidia y aburrimiento. En todos los casos, las emociones poseen diferentes grados. En el caso de la ansiedad, un nivel adaptativo va a llevar a solucionar un problema o a defendernos de una situación y afrontarla.
Mientras que en su punto máximo de intensidad se tiene que hablar de un trastorno (independientemente del tipo). La falta de regulación de la emoción va a generar menor calidad de vida, mayor probabilidad de dificultad con los vínculos, menor concentración y, por lo tanto, menor logro de los objetivos.
En este sentido, es primordial identificar el origen de la preocupación y determinar que se puede hacer al respecto. A nivel general, por supuesto hay tratamientos, pero es recomendable enseñar a los adolescentes a regular su emoción.
La vergüenza y su función
La vergüenza en sí es una emoción que se va a experimentar cuando una persona siente que hizo algo mal o inadecuado y teme el juicio o la desaprobación de los otros.
“Es una respuesta emocional a la percepción de haber transgredido, o violado alguna norma social”, detalló la psicóloga.
En ese sentido, aunque sea incómoda, va a tener un papel importante en la regulación del comportamiento social y el desarrollo personal. “Va a cumplir una función en tanto la persona tenga comportamientos que sean socialmente aceptados”, agregó Abdala.
En caso de que esta emoción no se pueda abordar de forma equilibrada, la persona puede evidenciar un trastorno de ansiedad social, a través del cual catastrófica o exagera las consecuencias que puede ser tener un tropezón o el miedo constante a protagonizar un papelón.
En este caso también intervienen factores externos como el temperamento, el estilo de vida familiar y cómo ha modelado la vergüenza en esa persona. Además de características de la personalidad que también empiezan a intervenir.
“En definitiva, si uno tiene una buena regulación de la vergüenza, va a tender a tener una mejor regulación de su comportamiento a nivel social, pero animándose a compartir, a poner su punto de vista sobre la mesa”, detalló la especialista.
En la regulación también se incluyen el reconocimiento y la aceptación de uno mismo y los errores que le toque afrontar.
“Ante el papelón uno puede criticarse a uno mismo, ¿cómo voy a decir eso?, ¿no estuvo bien? O puede tener autocompasión y ser amable con uno mismo. Todos cometemos errores”, aclaró la psicóloga.
La motivación que provoca la envidia
La envidia es una emoción por medio de la cual la persona desea poseer cualidades o logros que tiene otra persona, colabora a transformar la admiración en motivación. De alguna manera, esta emoción puede señalar deseos o aspiraciones personales, y motiva a la persona a hacer esfuerzos para mejorar algún aspecto. Por otro lado, también facilita la autoevaluación.
En su forma negativa, la envidia se puede presentar como un enojo excesivo en detrimento de una menor valoración de la persona.
Esto genera resentimiento, llevando al sujeto a no disfrutar del presente y de lo que sí se tiene.
“La persona puede aislarse, porque le da bronca ver lo que los otros consiguen y esta no. La gente empieza también a notar reacciones que no condicen con ponerse contento por lo que se logra. Entonces también empiezan a dejarla de lado”, explica la entrevistada.
La necesidad de estar aburridos
En último lugar, se ubica el aburrimiento profundo que puede aparecer en la adolescencia, que va a estar caracterizado por la falta de energía, sensación de desmotivación, una percepción de que el tiempo pasa más lento. Esta emoción está relacionada con la apatía, el hastío, y en su parte desregulada puede ayudar a postergar algunas actividades.
La sensación de no tener ganas de hacer nada, ni siquiera aquellas actividades que pueden ser gratificantes, lleva a asociar este estado con conductas de procrastinación. “Esto lleva determinados costos, la persona no tiene ganas de estar con sus amigos y se aísla. Hoy esta conducta está favorecida porque estamos muy acostumbrados a que con el celular tenemos todo rápido”, enumeró la psicóloga.
Es importante tener en cuenta que el aburrimiento puede ser el punto de partida para un mayor autoconocimiento, porque ayuda a centrarse en uno mismo, brinda tiempo para reflexionar y para impulsar la creatividad. También es un aprendizaje de vida, porque en definitiva la persona no puede estar siempre alegre y entretenida.
“La vida también a veces es un poco de aburrimiento, y de tolerar ese aburrimiento para enfocarnos en lo que tenemos que hacer”, sintetizó Abdala.
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