El hígado graso es una enfermedad que, aunque afecta a una gran cantidad de personas, rara vez se detecta a tiempo. Según el médico hepatólogo Luis Gaite, aproximadamente dos de cada diez personas padecen esta condición, y la cifra asciende al 70% en individuos con obesidad.
Hígado graso: la enfermedad silenciosa que afecta a millones
Lo preocupante es que la enfermedad es completamente silenciosa, sin síntomas evidentes en las primeras etapas, lo que dificulta su diagnóstico temprano. En una reciente entrevista en el programa Ahora Vengo de Luis Mino, Gaite destacó la importancia de la medicina preventiva para detectar esta afección, que es reversible en sus primeras fases, pero que puede convertirse en una amenaza mayor si no se trata adecuadamente.
El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática, se produce cuando las células del hígado acumulan gotas de grasa. Aunque en sus primeras etapas no genera daño directo, el órgano se agranda y cambia de color, lo que puede ser detectado mediante una ecografía.
En este punto, la enfermedad es completamente reversible si se toman las medidas adecuadas, como la adopción de hábitos más saludables y la mejora de la dieta. Sin embargo, si la afección progresa, el hígado comienza a inflamarse y a generar fibrosis hepática, una condición que, a largo plazo, puede llevar a la cirrosis, un daño irreversible del hígado.
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La importancia del diagnóstico
El diagnóstico precoz es crucial para evitar que la enfermedad avance a sus etapas más graves. Gaite subraya que el hígado graso no siempre está relacionado con el consumo de alcohol, como muchos piensan.
De hecho, un alto porcentaje de pacientes que desarrollan cirrosis asociada a esta enfermedad nunca han consumido alcohol.
Los factores de riesgo incluyen la obesidad, la diabetes, la insulina resistencia y el sedentarismo, lo que hace que esta enfermedad esté estrechamente vinculada con los hábitos de vida poco saludables. La prevalencia de la obesidad y la diabetes en la población contribuye a que cada vez más personas se vean afectadas por el hígado graso.
En cuanto al tratamiento, Gaite explicó que, si bien la enfermedad es reversible en sus primeras etapas, una vez que se llega a la cirrosis el daño es irreversible.
Por ello, es vital realizar chequeos médicos periódicos, especialmente si se tienen factores de riesgo como el sobrepeso, la falta de ejercicio o antecedentes de diabetes. La detección temprana y el cambio de hábitos pueden prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
El hígado graso es un claro ejemplo de cómo las enfermedades pueden desarrollarse en silencio, sin dar señales evidentes hasta que es demasiado tarde. Por ello, la medicina preventiva juega un papel fundamental en la identificación de problemas de salud antes de que se conviertan en amenazas serias. Si bien la enfermedad puede no causar síntomas inmediatos, su detección temprana ofrece una oportunidad invaluable para revertir los daños y mejorar la salud hepática.
La relación entre el hígado graso y la salud cardiovascular
Una de las preocupaciones mayores es el vínculo entre el hígado graso y la salud cardiovascular. Aunque muchas personas con hígado graso no presenten problemas cardíacos evidentes, Gaite subraya que la presencia de esta condición implica un mayor riesgo de sufrir eventos cardiovasculares en el futuro.
Según el especialista, el hígado graso es un marcador de un disbalance metabólico en el cuerpo, relacionado con factores como la obesidad, la diabetes y el sedentarismo, que también afectan al sistema cardiovascular.
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En cuanto a la prevención y el tratamiento, recalcó la importancia de la medicina preventiva. “Lo primero es detectar la enfermedad a tiempo. Si el daño hepático no está avanzado, solo con una dieta adecuada y ejercicio se puede revertir”, indicó el médico. No obstante, en casos donde el daño ya es significativo, es necesario un tratamiento más intensivo que puede incluir fármacos para frenar la progresión de la fibrosis y revertir los efectos del hígado graso.
El cambio de hábitos, la clave
El tratamiento también se relaciona con la modificación de hábitos. El doctor recomendó adoptar un plan a largo plazo que combine cambios en la alimentación con ejercicio regular. La Organización Mundial de la Salud establece que la actividad física debe alcanzar al menos 240 minutos semanales para que sea eficaz. En este sentido, Gaite hizo hincapié en la importancia de no solo ejercitarse, sino también de llevar una alimentación rica en fibra y proteínas magras, reduciendo el consumo de carnes rojas y grasas saturadas.
En cuanto al alcohol, Gaite aconsejó reducir significativamente su consumo, ya que es un factor importante en la aparición del hígado graso. “El alcohol no es la única causa, pero su consumo excesivo agrava el problema”, afirmó y subrayó la importancia de la dieta y los hábitos de vida saludables para prevenir tanto el hígado graso como sus complicaciones cardiovasculares.
Finalmente, el especialista señaló que el diagnóstico temprano y los cambios en el estilo de vida son cruciales para controlar el hígado graso y evitar que se convierta en una enfermedad más grave como la cirrosis. "Si cuidamos el hígado, cuidamos el corazón", concluyó, subrayando la estrecha relación entre ambas condiciones y la importancia de tomar medidas preventivas para preservar la salud.
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