No hagan esto en sus casas ni en sus notas: “Milei no entiende nada, va a un crash, ya pasó antes del balotaje cuando vino al pie, no hay que apurarse, va a caer solo y tenemos que estar preparados”.
No hay que empezar notas con citas directas, pero esta es de Mauricio Macri, chequeada, y anticipa uno de los posibles desenlaces –el menos traumático– de lo que parece ser un gobierno en fuga desde el comienzo.
Ministros que prometen lo que no pueden cumplir (el dictamen de la Ley de Bases es el ejemplo perfecto, con bochorno parlamentario incluido) porque el presidente los contradice y el mismo presidente extorsionando a propios, aliados y ajenos, enterándose en 45 días que dinamitarlo todo es una metáfora potente para ganar elecciones pescando incautos, pero que gobernar es otra cosa: la gente no soporta vivir mal ni un semestre más y la política tiene otros tiempos.
Para espanto y recelo de sus bases electorales, el peronismo está estallado y salpica de dirigentes todas las alianzas políticas. Sin marco teórico ni programa de resistencia, aportó y sigue aportando cuadros técnicos y políticos a la alianza M&M, desde el massismo, desde la Liga de Gobernadores y también desde el kirchnerismo.
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El redactor hace silencio y escucha el reclamo de su platea suscribiendo la frase de Alberto Samid en su round televisivo con Mauro Viale: “Usted tiene que arrepentirse de lo que dijo, usted no puede decir semejante barbaridad” (ayer meme, hoy sticker).
Aclaremos entonces: hay segundas y terceras líneas (directores, jefes de departamento, coordinadores) que siguen revistando en La Cámpora, incluso con apellidos notables que fueron negociados entre el segundo presidente libertario del mundo y la jefa ya no indiscutida del peronismo estallado.
El punto de acuerdo central era el cese de la persecución política y judicial contra Cristina Kirchner, pero esto también entró en el paquete.
Muchos de esos funcionarios –que no se apuran en tildar a Daniel Scioli como “traidor” por buenas y propias razones– reciben a los gremios estatales en nombre de los ministerios u organismos descentralizados donde se reciclan (resisten… ¿así está mejor?) ante los gremios estatales que traen sus listados de afiliados y trabajadores desvinculados o con fecha de cese con la siguiente frase: “Tranquilos, estamos entre compañeros”.
El nuevo servicio a la patria que parece ofrecer el peronismo (aquí se incluye a Pichetto y Randazzo con notables diferencias) es operar para “la reducción de daños” que impulsa el presidente Javier Milei, pero es el programa de gobierno de Rocca, Funes de Rioja, Galperín, Elsztain, Belocopitt, Magnetto, Manzano, Blaquier, Sigman, AnCham (cámara de las empresas nortemericanas en Argentina) y ElonMusk (que es el Milei norteamericano, revirtiendo el chiste de Guillermo Francos). Siguen las firmas.
Este es otro dejá vu del 2016, en el que las organizaciones gremiales que evitaron o revirtieron muchos de los 44 mil despidos del macrismo tenían como interlocutores a peronistas razonables, massistas y cuadros provenientes del PJ Capital.
Pero hay que ser justos como siempre y con los de siempre: Germán Martínez y el bloque de diputados y diputadas que conduce, están en la misma posición que Héctor Recalde cuando el bloque se le desgajaba por derecha en el apogeo del primer tiempo de Macri.
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Debaten fuerte y en voz alta, articulan políticamente hasta el dolor, señalan cada disparate con claridad y a los cuatro vientos y resisten como pueden una Ley que –spoiler para nada sorprendente– será sancionada pese a episodios de contubernio explícito y violaciones reglamentarias que no se veían en el Parlamento desde 1935, cuando Lisandro de la Torre presentaba en el Senado el informe de la Comisión Investigadora del pacto Roca-Runciman.
Contestamos antes de que alguien lo diga: lo del diputrucho menemista y la Banelco de Flamarique ya le quedan chico a éstos papelones, que además la gente mira como un reality (en realidad prefieren Gran Hermano) mientras comienza a sentir el impacto de la motosierra en su calidad de vida cotidiana.
La realpolitik de la derrota
Tal vez nuestros lectores hayan notado algo muy significativo. No tanto los que votaron a Milei y también nos leen (que están dispuestos a comer empanadas de barro para acabar con aquellos que detestan) sino los que votaron a Massa por desesperación o convicción.
Insert para descomprimir: tal vez el mejor meme nac&pop de los últimos tiempos sea el que –tratando de convencer a independientes y despolitizados– se esparcía en las redes antes del balotaje: “Votar a Massa no te convierte en peronista… a Massa tampoco”. No alcanzó y todes sabemos que Massa es tan peronista como Cooke, pero ese es otro debate.
Volvamos a lo notable, a la estrategia de la realpolitik que llevó a la derrota, pero durante la derrota: “Hay que esperar seis meses por lo menos, hay mucha gente que lo votó (7 de cada 10 en Santa Fe, casi 8 en Córdoba) y todavía lo banca; cuando la crisis haga estragos y estén desesperados, será el momento de la contraofensiva”.
Esa es una de las razones por las que los gobernadores y hasta Cristina (que le había dado su autorización a Lino Barañao para continuar como ministro de Ciencia y Tecnología de Macri) habrían considerado una movida inteligente que Daniel Scioli se sumara al gabinete de la alianza que odia al peronismo y a la justicia social.
Incluso podríamos traer en auxilio de ésta teoría burguesa (porque sólo un burgués realizado puede esperar seis meses o un año a que se rompa todo mientras analiza el fino juego de las oportunidades) una de las conclusiones que Marx intercambia con Engels en sus célebres cartas: no conviene plantear a la sociedad problemas que ellas no perciben como tales. La dinámica y la estrategia deben adpatarse. Pero eso sería hacerle decir a Marx cosas que nunca dijo para procesos que nunca analizó: si no hay programa revolucionario o transformador que lo justifique, si lo que queda es reducción y retirada, la decisión de no confrontar es discutible.
El hecho es que el diagnóstico compartido entre macristas y peronistas es que infiltrar a Milei es el mejor modo de desactivarlo, para distintos fines: los primeros para concretar el programa del círculo rojo, de los verdaderos dueños de la Argentina, pero con la inteligencia política que permita blindarlo hacia adelante y los segundos para encontrar un “piso de condiciones mínimas para la reconstrucción de la Argentina” a partir de 2027.
En esto Macri tiene el plan más avanzado, el arreglo es con Victoria Villarruel a cargo y Diego Santilli, Guillermo Dietrich y María Eugenia Vidal como ministros. La Cancillería que hoy ocupa Diana Mondino (a quien Mauricio considera la peor junto a Posse y Francos) podría ser el lugar desde donde conducir políticamente lo que acuerde con la actual vicepresidenta.
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¿Cómo convencer de esto al mismo establishment que lo vetó en 2019? Entre otras cosas mostrando las encuestas de imagen que él mismo encargó, como la última de Zubán Córdoba que asegura que Milei pierde 1 punto de imagen por día (55,2% negativa y 44,3% positiva) y está por debajo de Villarruel (53,1% y 45,4% respectivamente) y también de Patricia Bullrich (digamos todo). La negativa de Macri vuela al 63,4%, pero será el conductor, no el presidente.
¿Parece mucho, no? Pero la descomposición del sistema político argentino lo torna lógico, sino verosímil. Citemos a un redactor muy leído por derecha (muy respetado como operador mediático a través de su portal), Ignacio Fidanza: “La acumulación de Iñakis, Cerimedos, Peaky Blinders, Grupos Malboros, Mondinos y entusiastas twiteros no aguanta, eso es ruido de fondo y entre ese ruido y el presidente no hay nada. No hay partido, no hay cuadros, ni están los pragmáticos celestes para hacerse cargo del poder”, cuando esta inexperta y confusa primera línea se prenda fuego.
¿Y Karina Milei? “Desbordada al punto del anestesiamiento”, según Fidanza, o desbordada por falta de experiencia e inteligencia política, según Macri.
El programa de todos parece ser el asalto de los mismos al gobierno de los nuevos, con el programa de los de siempre. ¿Qué podría salir mal?
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