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Política

Javkin asumirá en Rosario con un fuerte déficit y tensiones marcadas con sus aliados socialistas

El intendente entrante designó para ordenar las cuentas a un técnico al que conoce desde su infancia. Cree que le tocará atajar un municipio desbordado por empresas propias deficitarias que se administraron mal, con una planta de personal vasta y una deuda flotante en intereses bancarios agobiante. En unos días anunciará su gabinete, donde habrá socialistas en Salud, en un marco político donde todo se reacomoda.

 

Por Hernán Lascano

Pablo Javkin ingresará en 50 días al despacho de intendente de Rosario en un municipio fundido. Al menos de eso no tiene dudas tras realizar un diagnóstico profundo, que deja ver un claro desbalance entre las obligaciones mensuales y el estado de los recursos. Ese ingreso a la mayor ciudad de la provincia en la que se juega su futuro hace que la relación con sus aliados socialistas esté marcada por una difícil e inocultable tensión política. En una provincia controlada por el peronismo las relaciones de fuerza al interior del Frente Progresista se redistribuyen. Sin un gobernador socialista el peso lo de los dirigentes se vuelven relativos, en un vaivén donde todo está en movimiento.

 

Lo que se nota en principio es un sutil juego donde se combinan necesidades y desconfianzas recíprocas. Javkin compondrá su gabinete con más presencias de socialistas que las que su espacio recibió en el gobierno de la saliente Mónica Fein. Votará como la mayoría de los principales referentes socialistas a Roberto Lavagna en dos semanas. Pero al revés de ellos no tuvo ni tendrá problemas en pronunciarse a favor de la reforma constitucional con la que el peronismo busca recibir a Omar Perotti. Ni en señalar qué cosas a su juicio se hicieron mal en una gestión, la de Rosario, a la que le reconoce aciertos pero también malas decisiones administrativas que llevaron al agobio financiero.

Las relaciones con los socialistas quedaron encalladas desde que Lifschitz decidió disputarle a Javkin la precandidatura a intendente impulsando a la concejala socialista Verónica Irizar. En 2015 Javkin perdió en las Paso pero luego su aporte fue vital para que Fein fuera reelecta, por lo que vivió el lanzamiento de Irizar como un puñal en la espalda. Pero la derrotó y luego, al superar ajustadamente al peronista Roberto Sukerman, retuvo para el Frente Progresista la ciudad que los socialistas gobernaron durante 30 años.

Las cosas se suavizaron algo hace unas semanas con las gestiones para la transición en la ciudad, encaradas en una mesa donde están sentados con el intendente próximo el diputado Rubén Galassi y la propia Irizar. Pero los socialistas no entregaron hasta ahora los elegidos para los cargos que Javkin tiene pensados cederles. Si eso no sucede antes del martes será él mismo Javkin quien decida.

 

 

 

 

La sensibilidad entre aliados es importante en estos días donde los espacios partidarios en la provincia se redibujan a partir del triunfo de Perotti y del ocaso de Cambiemos. En ese tablero nuevo los radicales, que tienen dirigentes en ambas orillas, cobraron un vigor que harán valer. Javkin dejó ese partido hace años en cuerpo pero no en espíritu. La semana pasada, en la presentación de un libro que compiló el politólogo radical Andrés Malamud, estuvo en Buenos Aires junto a otros migrantes de ese origen. En un auditorio donde estaban Martín Lousteau, Margarita Stolbizer, Alfredo Cornejo y Ernesto Sanz les dijo entre sonrisas compartidas. “Yo hice todas las inferiores en este club. Después me tuve que ir a jugar a otro porque si no no llegaba a primera. Pero siempre fui hincha”.

El primer acto concreto del panradicalismo en Santa Fe fue una manifestación mayoritaria en favor de la reforma que los peronistas quieren dar a Perotti. En ese sentido Javkin no se ruboriza en apoyarla, por propia convicción y recordando que los socialistas casi instalaron un plebiscito para postular la necesidad de modificarla. En el fondo se enmarcan nuevas ambiciones políticas y necesidades de gestión. Este paisaje que asoma tiene una necesidad común para Perotti y Javkin: que a Rosario le vaya bien. Para el intendente entrante es la condición de su sobrevida política. Y para las expectativas nacionales de Perotti será vital apaciguar el estigma de Rosario en sus conflictos de seguridad pública.

Javkin sintoniza con Perotti en base a una relación de años pero también en un principio objetivo: al menos durante ocho años no disputarán los mismos espacios. La dependencia financiera de Rosario de la provincia se disimuló en los últimos doce años pero ahora esa sujeción inevitable torna valiosa para Javkin esa buena onda. La designación como secretario de Hacienda en Rosario de Diego Gómez, un funcionario técnico que trabajó con el peronismo en la provincia en el área económica durante el gobierno de Jorge Obeid, hizo pensar a muchos que Perotti colocaba a uno de los propios a auditar las cuentas del municipio. Javkin se ríe de eso. Gómez es un hombre al que conoce desde los 13 años, dado que es íntimo amigo de un tío de suyo, y nunca perdió contacto con él por ese vínculo afectivo.

Por ello el intendente venidero de Rosario dice que con Gómez tendrá en el control de cada peso del municipio a un hombre con experiencia en la función pública, conocimiento de los números a nivel provincia y de su más estrecha confianza. Lo requiere frente a un municipio, así lo siente, reventado por malas decisiones que causaron un déficit agudo, que se financió con deuda flotante de corto plazo, acumulable y muy alta de pagar, tanto con el Banco Municipal como con los contratistas de servicios.

¿Cuáles son esos agujeros? El de una ciudad-Estado que tiene dos empresas de transporte propias y una empresa propia de recolección de residuos, a las que no considera negativas por si mismas, sino porque todas pierden y estuvieron mal gestionadas. La cláusula gatillo que se firmó este año para ajustar salarios por inflación, que no tiene anclaje y acumula, es imposible de afrontar sin agravar el endeudamiento. También existe para Rosario una erogación muy fuerte en convenios de salud y en el tercer nivel de salud (alta complejidad) que será muy difícil de afrontar sin el auxilio provincia. Javkin asegura que no recortará derechos pero que habrá de acomodar horas extras en áreas de salud y gastos exorbitantes en cientos de autos contratados que llevaron a desordenes financieros irreversibles.

La discusión será brava y dejará heridos. La cláusula gatillo es impagable para los municipios. Javkin intuye que lo dejarán solo con ese lastre. “El primer quilombo es que no pague el aguinaldo a un mes de asumir. Pero si lo quieren llevar a ese terreno Pablo no va a dar vueltas. Llamará a un auditor y a un fiscal económico para transparentar responsabilidades”, dijo uno de sus colaboradores.

La irrupción de Javkin implica el corrimiento de la supremacía socialista en el espacio no peronista en la provincia. Y la apertura de una etapa nueva en donde el Frente Progresista buscará afianzar adhesiones a partir de los municipios conquistados Santa Fe, Rosario, Venado Tuerto, San Cristóbal, Ceres como un eje, contra otro eje que encabezará seguramente Lifschitz a partir de su triunfo en las elecciones a diputado provincial.

 

A Javkin le interesa articular un espacio común de movimiento con intendentes como Emilio Jatón y los de otras ciudades afines. Pero con la idea de que ya no hay decisores fundamentales en el Frente Progresista. Javkin ya anticipó a sus inestables socios socialistas que para construir una relación duradera no se comerá los sapos que dice haber tragado este año. “Si en dos años si a Pablo le ponen un candidato a concejal socialista para dividir poder se termina todo”, sostuvo el allegado.

Javkin necesita fortaleza pero no tiene atrás un partido fogueado en 30 años de competencias electorales como el socialismo ni una cantera de dirigentes de su riñón. Con una suerte de guerra fría en vigencia este rosarino de 48 años y los socialistas, que perdieron la ciudad pero siguen teniendo en ella su mayor cabecera de playa, persisten hasta ahora en una interdependencia poco apacible pero que ambas partes no pueden regalar. Ahora todo está en transformación. Javkin estará muy atento, por sus propias necesidades, a las de Perotti. También buscará vigorizar el macizo de intendentes no peronistas. Y tendrá un ojo en el reconfigurado cuartel del radicalismo, en proceso de renacer unificado de las cenizas de los alicaídos o agotados espacios en los que estuvo. En ese incierto esquema de apoyos pero con la experiencia de veinte años de intensa vida política se lanzará a hacer su historia.

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