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Política Santa Fe | Conicet |

Castellani impulsa probar una tecnología del Conicet para reducir arsénico en el agua

La diputada Fernanda Castellani propone que Santa Fe implemente un sistema del Conicet para disminuir el arsénico en el agua y nitratos en localidades santafesinas vulnerables.

La legisladora provincial Fernanda Castellani presentó un proyecto de comunicación mediante el cual solicita al Poder Ejecutivo de Santa Fe que implemente, de manera experimental, un sistema innovador desarrollado por científicos del Conicet para reducir la presencia de arsénico y nitratos en el agua de consumo.

La iniciativa propone utilizar carbón vegetal tratado química y térmicamente, capaz de disminuir en más de un 50% la concentración de estos contaminantes en pruebas de laboratorio.

Castellani explicó que la propuesta busca “acercar una solución concreta, accesible y comprobada científicamente a comunidades que hoy no pueden acceder a agua segura”, y que la provincia “tiene la obligación de explorar todas las alternativas disponibles para mitigar un problema que afecta a miles de santafesinos, especialmente en localidades pequeñas y rurales”.

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La preocupación surge a partir del reciente relevamiento del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), que volvió a exponer la situación crítica de la región: el sur de Santa Fe se encuentra entre las zonas más vulnerables del país respecto de la presencia de este elemento natural en el agua subterránea. El arsénico, altamente tóxico en su forma inorgánica, puede causar efectos graves sobre la salud humana ante consumos prolongados, incluidos cáncer y enfermedades crónicas, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El mapa del ITBA señala que las áreas con niveles iguales o superiores a 50 partes por billón (ppb) abarcan gran parte de la llanura Chacopampeana: Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y el sur de Santa Fe.

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En nuestra provincia, el Enress registraba en 2021 un total de 52 localidades en nivel 6, la categoría más crítica. Tres años después, tras obras y ampliaciones de acueductos, la cifra se redujo a 47, pero la situación sigue siendo alarmante: todas estas localidades que se encuentran principalmente en el oeste provincial y desde el departamento San Cristóbal hacia el sur continúan sin agua para el consumo.

Entre las ciudades y pueblos afectados figuran: Alcorta, Arequito, Berabevú, Bombal, Cañada Rosquín, Carcarañá, Chañar Ladeado, Chovet, Christophersen, Colonia Belgrano, Correa, Cululú, Felicia, Hughes, Labordeboy, Las Petacas, Los Molinos, Máximo Paz, Murphy, Oliveros, Progreso, Pueblo Andino, Ricardone, San Gregorio, San José de la Esquina, Santa Isabel, Serodino, Soledad, Teodelina, Villa Eloísa, Zenón Pereyra, entre otras.

Una tecnología accesible y sustentable

El proyecto presentado por Castellani destaca que el método desarrollado por el Conicet es rentable, simple y escalable, basado en la utilización de biomasa vegetal —como cáscaras de girasol, ramas de poda o residuos agrícolas— para producir carbón vegetal con propiedades de adsorción.

Este material, tras un tratamiento químico y térmico ajustado, logra fijar moléculas aniónicas como arsénico y nitratos, alcanzando reducciones de hasta 55% para nitratos y niveles comparables para el arsénico.

La tecnología abre la puerta a la creación de filtros de bajo costo que pueden instalarse en tanques, cisternas o sistemas comunitarios de abastecimiento, especialmente en zonas donde la contaminación impide garantizar agua potable de manera continua.

“Estamos hablando de una herramienta que combina ciencia, impacto social y economía circular”, señaló Castellani. “Podemos transformar residuos vegetales en insumos capaces de mejorar la calidad del agua en pueblos donde hoy las familias no tienen una alternativa segura. Es una tecnología hecha en Argentina, diseñada específicamente para nuestra realidad y pensada para quienes más lo necesitan”.

Impacto social y urgencia

Castellani remarcó que el acceso al agua segura debe ser tratado como una prioridad sanitaria y de equidad territorial. “Hay localidades donde la gente abre la canilla y sabe que esa agua no es segura. No podemos aceptar que el lugar de nacimiento determine la calidad del agua que se consume”, afirmó.

La legisladora subrayó que su proyecto no busca reemplazar obras estructurales ni sistemas de potabilización tradicionales, sino “sumar herramientas que puedan aplicarse de manera inmediata mientras avanzan los grandes acueductos y las inversiones de infraestructura”.

“Si existe una tecnología validada por el Conicet, de bajo costo y con capacidad de reducir más de la mitad del arsénico presente en el agua, no podemos darnos el lujo de no probarla”, concluyó.