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Política Argentina | pobreza | Javier Milei

Argentina cada vez más desigual: el 10% más rico ganó 14 veces más que el 10% más pobre

El 10% más rico de la población se quedó con el 33% de la riqueza y los tres deciles más ricos con el 51,8%. Los tres más pobres apenas acumulan el 13,6%. Y parece que está bien.

Los datos son duros y las opiniones blandas, suele decirse. Duros porque provienen de cálculos matemáticos, no pueden “doblarse” ni “romperse” y presentan una reducción “indiscutible” de la realidad. Blandas porque están constituidas por prejuicios, presunciones, se fundan en apreciaciones políticas, sociológicas, psicológicas y de toda clase de ciencias especulativas, escasamente experimentales. Nosotros mismos solemos fundar opiniones en datos, para dotarlas de mayor “seriedad” o consistencia.

Pero, como todos y todas sabemos, hoy a los datos se los manipula o se los inventa para que avalen cualquier opinión sobre cualquier cosa, y la relación entre dato y verdad está en crisis, si no pulverizada.

Por eso arrancamos citando una opinión de Félix Crous, actual fiscal federal del Ministerio Público, ex titular de la Oficina Anticorrupción (2020-2022) y ex miembro de la CONADI (1998-2003), entre otros créditos. Crous es ex funcionario de los gobiernos kirchneristas y un militante histórico de los derechos humanos contra la violencia institucional, es importante que lo sepan, sobre todo para nuestros lectores peronistas.

“Vamos a pudrirla, no creo que el amor venza al odio, el odio tiene una enorme ventaja que es su función purificadora para el que odia, todos estos mequetrefes, que son muchachos muy frustrados, repletos de complejos y limitaciones, se sienten mejores odiando, cuando odian al otro ponen afuera todas sus desdichas y sus fracasos, es decir que el infierno son los otros. Es un gran socializador primario”.

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Los padres del modelo: el presidente Javier Milei abraza al ministro de Economía Luis Caputo en el Congreso de la Nación.

Los padres del modelo: el presidente Javier Milei abraza al ministro de Economía Luis Caputo en el Congreso de la Nación.

Durante 2024 –y contraviniendo una ley universal, nacional y popular algo ingenua–, el amor no le ganó al odio, sino que el odio se impuso en las urnas y desplegó un plan de ajuste y segregación social avalado y hasta disfrutado por votantes libertarios que, al ver 38 mil estatales sin trabajo, decenas de miles de pobres sin comida o 300 abuelos y abuelas gaseados y apaleados, piden “tráeme una urna que lo voto de nuevo”.

Sigamos pudriéndola: y así como el odio le ganó al amor, el presidente Javier Milei que lo encarna mejor que nadie le ganó al peronismo. Lo derrotó electoral y culturalmente, incluso –como asegura Claudio Scaletta– demolió la impresión opositora de que era un mero “experimento publicitario”, de que el ajuste salvaje que produjo “iba a tener una resistencia social y política” que le quitarían apoyo popular, que no conseguiría un solo dólar y su modelo “iba a implosionar por su propia dinámica destructiva” y ni hablar la profecía de que “la inestabilidad emocional de Milei iba a hacer que se fuese solo en seis u ocho meses”.

Y ya que estamos también, los ricos les ganaron a los pobres y por goleada. Según datos de la última Encuesta Permanente de Hogares (tercer trimestre 2024) que difundiéramos parcialmente en la nota anterior, el 10% más rico de la población (que cobra hasta $7,5 millones) ganó 14 veces más que el 10% más pobre (que cobran hasta $108 mil), según mediana.

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Pero, si en vez de una media hacemos un promedio, resulta que el decil más aventajado gana 18 veces más que el de menores ingresos. Para obtener un parámetro que permita calificar estas cifras, diremos que la brecha de ingresos en Argentina se acerca a las de países como Cabo Verde, Camerún, Ghana, Togo, Marruecos y otras potencias africanas por el estilo.

Hasta hace pocos años, un clásico de nuestra burguesía repleta de deportistas, financistas, empresarios de las nuevas tecnologías de la manipulación y comunicadores (hoy influencers o streamers), era solidarizarse y hasta donar porciones marginales de sus regalías a combatir en el hambre en el África. Pues bien, hoy África está mucho más cerca: está en Ecuador, en Colombia, en Bolivia, en Perú y también en Argentina.

Los ricos no lloran, gobiernan y facturan

El análisis y la crítica de la riqueza están mal vistos y leídos. Además, los ricos pautan para evitarla o confinarlos a un puñado de medios marginales. Pero ¿qué hacer con el INDEC? ¿Y con la AFIP? Porque las cifras de la desigualdad y la acumulación –desactualizadas, pero reales– no están en Forbes, sino en los informes de organismos oficiales.

El presidente ya le encontró la vuelta: desarticular la potencia fiscalizatoria de la actual ARCA (ex AFIP), limitar la difusión de estadísticas e intervenir los índices que calcula el INDEC o crear uno paralelo, bajo la órbita del Ministerio de Capital Humano que conduce aún Sandra Pettovello.

Todo bajo el lema “yo soy el que más sabe de la realidad argentina, porque la realidad argentina será lo que yo quiero que sea”.

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A nivel mundial, 3.000 ricos acumulan el 13% de PBI global. En Argentina, 50 millonarios concentran el 12,3% del PBI local.

A nivel mundial, 3.000 ricos acumulan el 13% de PBI global. En Argentina, 50 millonarios concentran el 12,3% del PBI local.

Un informe que formó parte de la agenda de discusión del G20, en julio de este año, asegura que 3.000 personas acumulan una riqueza de USD 14,4 billones, o lo que es lo mismo decir el 13% del PIB mundial. En 1993, tenían solo el 3%: en 30 años han concentrado cuatro veces más. Aseguran también que semejante situación pone en riesgo democracias en todo el mundo, ya que no hay justicia fiscal y los ricos y superricos están empeñados en pagar cada vez menos impuestos.

En Argentina, según el ranking Forbes, 50 personas acumulan USD 78.000 millones, es decir el 12,3% del PBI calculado para 2023, un porcentaje prácticamente idéntico al del PBI mundial acaparado por ricos globales. Dato para futboleros y distraídos en general: Lionel Messi no entra entre los 11, tampoco va al banco, ¡casi ni concentra! Pues ocupa el puesto 30 con una fortuna de USD 950 millones, muy lejos de los USD 8.500 millones de Marco Galperín, dueño de Mercado Libre, o los USD 6.300 de Hugo Sigman y Silvia Gold, creadores del conglomerado industrial farmacéutico Insud Pharma.

La explicación de porqué la persona más famosa del mundo y uno de los dos argentinos más reconocidos de la historia está 30 y no entre los primeros 10, es que su patrimonio se ve “afectado” por el pago de impuestos (sobre todo después de la sentencia por evasión fiscal que el Tribunal Supremo de España le aplicara en 2017). Otras fortunas gozan de mayores impunidades.

Desde la pandemia –que iba a potenciar el rol del Estado, generaría solidaridades a escala global y repartiría mejor la conciencia y la riqueza–, los ricos argentinos (por su nacionalidad, no por el origen o la radicación de sus capitales) incrementaron sus patrimonios un 68% y la cantidad de pobres se incrementó –no paralela, sino dialécticamente– un 76% hasta alcanzar los casi 25 millones de personas.

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Al hilo del falso supuesto que presentamos en la nota anterior, concentrar riquezas en manos de unos pocos no genera ningún derrame que rescate a nadie de la pobreza, que haya menos cantidad de personas cada vez más ricas depende de que haya cada vez más pobres, de que millones de pobres argentinos y de todo el mundo crean en una mecánica redistributiva que no existe, ni jamás funcionó como se reza en los mentideros con mayor audiencia.

Una antigua y reveladora nota de colega Alejandro Bercovich, publicada en la Revista Crisis (La sangre azul no será negociada), desarrolla una clave para entender por qué los ricos son cada vez más ricos, aventajan a los políticos (o a la clase política) y son la verdadera casta.

Definición del todo importante: casta en sus dos acepciones primeras es “ascendencia”, “linaje” o “progenie”, grupo social al que se pertenece por nacimiento.

Pues bien, en octubre de 2014, Bercovich reveló que los hijos, sobrinos o nietos de los más grandes empresarios argentinos, se reunían en secreto para “ensanchar el horizonte de sus fortunas, sin que el 99% de los nativos advierta la mano invisible de un poder que hace de este país una eterna injusticia”.

Se llamaban por entonces GAM (Grupo Argentina Mejor) y agrupa desde hace tiempo a apellidos como Bulgheroni, Blaquier, Eurnekian, Urquía, Rocca, Elsztain y otros. Debaten y desarrollan sus modelos de negocios en los rubros más dinámicos del PBI argentino y “sus herencias y fortunas sumadas” alcanzan y sobran para pagar la deuda externa. Pero ellos, en muchos casos no pagan sus propias deudas impositivas y fugan un PBI completo hacia paraísos fiscales.

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Eduardo Elsztain es uno de los fundadores del GAM, alojó en su hotel a Javier Milei y es uno de sus principales soportes financieros y políticos.

Eduardo Elsztain es uno de los fundadores del GAM, alojó en su hotel a Javier Milei y es uno de sus principales soportes financieros y políticos.

Bajo condición de anonimato, uno de los herederos empresarios confesó que “pueden pensar que muchos vivimos en un cuadro, pero al fin y al cabo somos los que vamos a manejar la Argentina por los próximos 40 años”. ¡Y ahí está la clave!

Los ricos argentinos preparan sus descendencias, tienen un modelo de país que es en realidad un modelo de sus negocios y por décadas, algo que la clase política no hace y mucho menos el campo nacional y popular. Con liderazgos envejecidos, escasos cuadros de gestión para reemplazo (asediados además por sus mismos mentores) y ningún proyecto capaz de unificar al menos a dos tercios del total de sus dirigentes actuales.

La verdadera casta, que cuenta entre sus fundadores a muchos patrocinantes del gobierno libertario, tiene una ventaja hoy indescontable. A ellos les interesa colonizar la opinión pública y el Estado en una secuencia lógica y de eficacia probada. Si alguien preguntase seriamente ¿quiénes tienen un proyecto de país cultural y económicamente consolidado? La respuesta es: ni el peronismo ni ningún otro ismo, sino el GAM. Esa elite a la que nadie vota, pero gobierna con algún sobresalto desde 1975 y –como aseguran ellos mismos– por muchos años más.

Pero a las 23:59:59 del 31 venidero, mirando al cielo abierto, siempre podremos pedir el deseo que se nos viene cumpliendo desde hace muchos años: que nos sigan prestando el país para vivir como argentinos y argentinas felices.