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Mario Segovia, el narco preso que desarrollaba con su hijo explosivos de alto poder

Los resultados de las pericias señalan que el Rey de la Efedrina contaba en su mansión en Rosario con todos los insumos para fabricar bombas para ser detonadas con control remoto de alto poder. Un informe señala que representa un "peligro para la seguridad nacional".

Mario Segovia, conocido a nivel mediático como el Rey de la Efedrina, apodo que le puso el exjefe de Gabinete Aníbal Fernández en 2008, cuando fue detenido, acopiaba en su casa en el barrio de Fisherton una cantidad de materiales y herramientas para construir explosivos de “alto poder de fuego”, con detonadores a control remoto y TNT. Un informe preliminar del área de explosivos de la Policía Federal Argentina señala que Segovia tenía en su mansión de Álvarez Condarco 472 bis todos los componentes para hacer detonar un explosivo de alto poder destructivo, que configura un peligro para la “seguridad nacional”.

En los allanamientos que realizó la Policía Federal se encontraron además manuales para la desarmar y manipular explosivos, un fusil AR15 –similar al M16 que usan los marines norteamericanos- en la vivienda de su hermano Hernán, ex policía de la provincia. La pregunta que se hacen los investigadores de la justicia federal de Lomas de Zamora y de la Procuraduría de Narcocriminalidad es qué planeaba hacer Segovia, que está preso en la cárcel de Ezeiza, con las bombas que construía su hijo Matías, con la guía y el asesoramiento de expertos a los que pagaba a través de sitios online en Canadá y Estados Unidos. Durante tres años Segovia se capacitó a través de la llamada web oscura junto con su hijo Matías en la manipulación de explosivos.

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Mario Segovia fue condenado a 16 años por tráfico de efedrina a carteles narco de México.

Mario Segovia fue condenado a 16 años por tráfico de efedrina a carteles narco de México.

Hay dos hipótesis que manejan los investigadores consultados por Aire de Santa Fe. Una es que Segovia pretendía montar el know how para vender el servicio de fabricación de bombas a otras organizaciones criminales. Todo suena dislocado, pero parece más real de lo que se presume después de lo que se encontró en la casa del “rey de la efedrina”.

La otra posibilidad es que este hombre condenado a 16 años por tráfico de efedrina a carteles narco de México planeaba usar explosivos para vengarse o extorsionar a personas de alto poder adquisitivo. No hay antecedentes en la Argentina de que un narco que está preso en una prisión federal use explosivos para desarrollar planes criminales.

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Una fuente de la investigación recordó el caso del atentado que se llevó adelante en octubre de 2016 Yapeyú al 1900, en San Martín, Buenos Aires. El incendio se desató en el Tribunal Oral Federal 3. En ese edificio funciona Tribunal Oral Federal 4, que llevó adelante el juicio oral contra Mario Segovia, cuya condena fue confirmada ese año por la Cámara Federal de Casación Penal. En ese momento la Asociación de Magistrados calificó el hecho como un “atentado”.

Esta historia que tiene a Segovia como protagonista pone al descubierto, como ya se retrató en Aire de Santa Fe en otros casos vinculados a las cárceles, el alto nivel de corrupción y la falta de controles que existen en las prisiones de la Argentina. Porque Segovia, según se advierte en el expediente al que tuvo acceso este medio, empezó a adquirir explosivos de una empresa de Canadá que se llama Securesearch Inc en 2016. En el expediente figura que se descubrió en el penal de Ezeiza que el 16 de noviembre de 2017 pagó 30.000 pesos por un celular.

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Allanaron la casa del rey de la efedrina, en Fisherton.

Allanaron la casa del rey de la efedrina, en Fisherton.

Las alertas se activaron por primera vez cuando el 12 de setiembre de 2016 en el aeropuerto internacional Silvia Pettirossi de Paraguay fue detectada una encomienda que contenía tres explosivos: un libro, una carpeta y un sobre bomba. En la investigación se detectó que Segovia y su hijo Matías usaban dos direcciones de mails del gobierno de Formosa, que estaban a nombre de dos docentes. Estas personas no sabían que eso ocurría. El Rey de la Efedrina usaba estos dominios “oficiales” para poder acceder al material explosivo. Simulaba que era el Estado formoseño el que lo adquiría. Los investigadores sospechan que habría adquirido acceso a esas casillas de correo electrónico tras comprar esa información en la Deep Web, la llamada internet oscura. Los pagos los hizo a través de un contacto en Sinaloa, México, donde Fernando Uriarte Ramírez pagó la compra de los explosivos a través de la empresa Money Gram. La factura se hizo a nombre de G.S., docente formoseño. El plan era que esta encomienda llegara a Paraguay, como ocurrió, y desde allí Denis Pérez, el destinatario, iba a enviar a la Argentina el paquete a través de una azafata de la empresa de colectivos Sol. En Buenos Aires el bulto con los explosivos lo recibiría Yanina Alcides Z., que era la encargada de llevarlo a la cárcel de Ezeiza.

¿Por qué la justicia tardó tanto tiempo en avanzar en esta investigación? Ocurrió que el teléfono público del pabellón Nº1 de la cárcel de Ezeiza fue intervenido por orden del juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena y en vez de sólo centrar la pesquisa en las comunicaciones que mantenía Segovia se tejió una operación de espionaje contra otros detenidos que compartían el pabellón con Segovia, entre ellos, varios dirigentes del kirchnerismo que enfrentan causas de corrupción. El juez federal terminó apartado del caso y se disolvió el aparato de inteligencia del Servicio Penitenciario Federal. El que terminó favorecido fue Segovia, que siguió con sus planes de comprar explosivos, armas de alto poder de fuego y hacer negocios desde la cárcel.

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Ese primer paquete de explosivos que compró Segovia era, según la investigación, para ingresarlo al penal federal. La sospecha es que el Rey de la Efedrina pretendía atentar contra alguien dentro de la prisión. Pero después, cuando la pesquisa se reanudó después del escándalo político, confirmaron que había adquirido más insumos para desarrollar bombas que tenían como destino Rosario. Este capítulo pone la situación en otro escenario. Lo que se presume es que los explosivos que llegaron a Rosario por otros canales eran para usarlos fuera del penal.

No es la primera vez que este narco compra materiales que se pueden usar para ataques. En septiembre de 2006 la División de Control Aduanero descubrió que había llegado al aeropuerto de Ezeiza un sobre con 500 miligramos de aconitina, que iba dirigido a Héctor Germán Benítez, el nombre de pantalla que usaba Segovia, que se lo había robado a un preso.

"La toxicidad de la aconitina es extrema, ya que produce la muerte en adultos en dosis de tan sólo 3 a 8 miligramos", señala el informe de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) que figura en la causa.

Desde que su historia se hizo pública en 2008, Segovia configura una rara avis en materia criminal. Pasó de ser mozo en el club Provincial de Rosario a manejar un Rolls Royce y una camioneta Hummer en una ciudad donde transitar con esos autos genera una alta exposición. Era el mayor proveedor de efedrina, que adquiría en el mercado farmacéutico legal, a los carteles mexicanos que fabricaban metanfetaminas.

En los diálogos que figuran en la causa aparece Segovia como el gestor de varios negocios oscuros, como el ingreso a la cárcel de marihuana sintética, una droga que también se la conoce como K2 y es altamente peligrosa. Ese emprendimiento lo compartía, según el expediente, con Ignacio Actis Caporale, un narco de Rosario que fue condenado en marzo pasado a nueve años y seis meses de prisión, junto con el exjefe de Drogas de la policía santafesina Alejandro Druetta.

Segovia también ordena desde la cárcel la compra de un barco arenero. Le propone a su cuñado Gonzalo Ortega que ofrezca un campo en Santiago del Estero como parte de pago. Además, con su hermano Hernán, Segovia maneja inversiones inmobiliarias y se desprende que también lleva adelante el desarrollo de obras de construcción.

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