El tribunal dio a conocer los fundamentos de las condenas impuestas a Hugo y Mario Pérez y a su madre Rosa Aguirre en el juicio por la desaparición de Mónica Aquino. Las declaraciones de los testigos fueron determinantes.
Hace más de un año y medio que se desconoce el paradero de Mónica Aquino.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Tres personas están en prisión por la explotación sexual de Mónica Aquino, la mujer desaparecida en la zona sur de la ciudad el 5 de mayo de 2023. Tras conocerse los fundamentos de las condenas a los hermanos Hugo y Daniel Pérez, y a su madre Rosa Aguirre, se instala un interrogante: ¿se podía evitar la desaparición de Mónica Aquino? Y más: ¿se podía poner fin a la violencia que sufría por parte de su pareja, de su cuñado y de su suegra? ¿Se podía haber puesto fin a su explotación sexual?.
En diciembre de 2024 los jueces Rosana Carrara, Susana Luna y Leandro Lazzarini condenaron a 15 años de prisión efectiva para Hugo Pérez, la entonces pareja de Mónica, como autor del delito de promoción de la prostitución ajena, agravada en concurso real con explotación de la prostitución ajena.
En tanto, Mario Daniel Pérez (hermano de Hugo) y María Rosa Aguirre (la madre de ambos), fueron condenados a 8 años de cárcel por explotación sexual agravada.
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Ahora, el tribunal que impuso las condenas, dio a conocer los fundamentos de su decisión. En el escrito, al que tuvo acceso AIRE, los jueces analizaron las declaraciones los testigos, unas 40 personas que fueron convocadas al debate, y que permitieron reconstruir los últimos años en la vida de Mónica Aquino, así como las responsabilidades de los condenados.
Los jueces repasaron las declaraciones vertidas durante el debate oral y público que se realizó en los tribunales de Santa Fe, y que permitieron saber que antes de conocer a Hugo Pérez, Mónica no ejercía la prostitución. Aquino conoció a Pérez cuando él estaba en prisión; el hombre recuperó la libertad en octubre de 2016 y la pareja comenzó a convivir.
Pérez comenzó a prostituir a Mónica en la zona sur de la ciudad, San Lorenzo y Amenábar y/o Urquiza y Moreno, donde varias personas la vieron trabajando a toda hora, mañana, tarde y noche. Antes de ello, Mónica se dedicaba a vender productos de panadería, tortas, pastafrolas, entre otros, con ayuda de su familia, sostuvieron los tesigos.
Las declaraciones también permitieron conocer que en varias oportunidades Mónica había intentado alejarse de Hugo Pérez: se iba a la casa de su madre o de alguna amiga, pero volvía porque él la amenazaba con hacerle algo a su familia o a ella. Las amenazas de Pérez fueron denunciadas en alguna oportunidad por la mamá de Mónica.
El vínculo con Pérez comenzó a alejar a Mónica de su familia, sin embargo, varios testigos alegaron que la vieron golpeada en varias oportunidades: la hermana de Mónica sostuvo que la vio con golpes y un moretón en el ojo, y que ella le contó que su suegra la había golpeado.
Una amiga de Aquino precisó que "Mónica empezó a ejercer cuando conoció a Hugo"; esta misma testigo también dio precisiones de los malos tratos a los que era sometida la joven: “Ella hace dos años, no recuerdo bien, fue corriendo pidiendo auxilio gritando mi nombre y el de mi mamá, a mi casa con los chicos. Ella había ido con los brazos marcados pidiendo auxilio, diciendo que él la quería matar. Estuvo todo el día en mi casa hasta la noche contando todo lo que le hacía. Después la vino a buscar la policía y se fue a lo de una amiga, pero al otro día volvió con él", repasaron la declaración los jueces en los fundamentos.
Las declaraciones de familiares de Mónica coinciden en que a partir de la convivencia con Hugo, comenzó el alejamiento de Mónica en relación a su familia, muchos de ellos no sabían o se enteraron posteriormente que trabajaba en la prostitución, la veían golpeada, Mónica no contaba lo que le pasaba o porque tenía moretones… más de una vez intentó retirarse de su casa, siempre llevándose a sus hijos, y buscaba refugio en lo de su madre o de una amiga, pero Hugo siempre lograba convencerla y hacerla regresar a su hogar, bajo amenazas de hacerle algo a ella o su familia, valoró el tribunal.
El juicio, además de probar la explotación sexual a la que era sometida Monica Aquino, abrió la posibilidad de otra causa por prostitución ajena: una testigo contó su propia historia y sostuvo haber “trabajado” para Hugo Pérez, cuando tenía 15 años, en una “casa” en Rafaela. La mujer detalló cómo Hugo la obligaba a trabajar, y cuando ella no quería la amenazaba con matar o quitarle la hija, hasta que se la sacó, y para poder salir de esa situación tuvo que pagarle trabajando viernes, sábado y domingo.
La testigo agregó que Pérez le pegaba en la cara o la ahorcaba, que Hugo siempre vivió del "trabajo de las chicas"', y también lo hacía su padre, que siempre trabajaron de eso, su hermano también.
En cuanto a su vínculo con Mónica, esta testigo sabía que era la mujer de Hugo y que ejercía la prostitución, que eran del mismo barrio y llevaban a sus hijos al mismo colegio: siempre la vio golpeada o demacrada, le hacía acordar a cuando ella había sufrido lo mismo. La testigo refirió que habló con Mónica en una oportunidad y le manifestó que ella quería salir de "eso" pero que él la amenazaba con los hijos, y que Rosa también le pegaba. Que cuando Hugo estuvo preso recaudaba la plata Mario y Rosa.
La mujer sostuvo ante los jueces que al ver a Mónica y hablar con ella se vio reflejada en lo mismo que le sucedió y que la familia Pérez vivía del producido económico del trabajo sexual de las mujeres que captaban, repasaron los jueces.
Para el tribunal, “no obstante de lo declarado por la testigo en relación a las vivencias sufridas no son el objeto del presente debate, resultando víctima de hechos delictivos y de competencia de la justicia federal, se dispondrá la remisión de registros de audio y video de su testimonio a los fines de la correspondiente investigación”.
Este testimonio acredita, junto con los demás testigos, que era habitual ver a Mónica golpeada, trabajando en la prostitución, a toda hora del día, siendo controlada por Hugo en la parada, y luego de cada pase retirar el dinero recaudado, o su hermano Mario. Esta testigo sostuvo que habló con Mónica, quien le dijo que no podía salir de la situación de explotación sexual por las amenazas que sufría por parte de Hugo en relación a sus hijos, y que además sufría maltrato de su suegra y de su cuñado.
Así y todo, en más de una oportunidad Mónica intentó alejarse, irse de la casa que compartían en Varadero Sarsotti, pero, o no tenía dónde recurrir, o su suegra le ocultaba los documentos de los chicos para retenerla, o las veces que logró irse, Pérez siempre la encontró y la obligó a volver, siempre bajo amenazas y desplegando violencia, no solo por él sino también por su hermano y su madre Rosa.
Estos hechos, valoró el tribunal, se fueron desplegando en el marco de una situación de extrema vulnerabilidad de la víctima, no solo por ser mujer sino porque sufrió todos los tipos de violencia: física, económica y psicológica, que le impedían salir de esa situación y era obligada a continuar en la prostitución bajo amenazas de muerte a su familia, y sin poder disponer del dinero para criar a sus hijos.
Mónica Aquino no es la primera mujer explotada sexualmente que desaparece en Santa Fe: desde hace años, la familia de Natalia Acosta reclama por su paradero. Mujeres jóvenes, vulnerables y vulneradas por los que se quedaban con el dinero ganado a cambio de entregar su cuerpo, y que eran vistas por todos en las esquinas de la ciudad: Mónica en la zona sur, Natalia en la zona del centro. Hasta que un día no las vieron más.
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La investigación por la desaparición de Natalia Acosta, que fue vista por última vez el 29 de mayo de 2009 en la esquina de Suipacha y 25 de Mayo tramita en la Fiscalía Federal Nro 2 de Santa Fe. El único sospechoso, detenido en 2017, falleció en prisión dos años después. Se trataba de Osvaldo Cerri, quien en 2009 trabajaba como “relacionista” del cabaret “Místico”, donde acudía Natalia. Cerri fue indagado y procesado por el juez federal Francisco Miño, el acusado reconoció que trasladó a la joven al local nocturno la noche en que se la vio por última vez, aunque negó ser responsable de su desaparición.
Mónica y Natalia, dos nombres, dos mujeres que formaban parte de la gran cantidad de mujeres que son sometidas a la explotación sexual en la ciudad, y que un día desaparecieron sin dejar rastro. O fueron desaparecidas: sobre lo que pasó con Mónica hay sospechas que recaen sobre los hermanos Pérez y Rosa Aguirre; sobre Natalia, las excavaciones que se realizaron en la vivienda de Cerri fueron infructuosas.
Son muchas las mujeres que se encuentran en la misma situación que atravesaron Mónica y Natalia, y la pregunta se hace inevitable: ¿se podría haber hecho algo para ayudar a Mónica, a Natalia? ¿Qué se puede hacer para ayudar a todas las mujeres que hoy están en la misma situación?
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