El 22 de junio se hizo la primera reunión cumbre entre los narcos que pretendían “exportar” 1.658 kilos de cocaína desde el Puerto de Rosario. Al selecto encuentro no concurrió ninguno de los protagonistas de las crónicas de la mafia rosarina, tan proclives a llamar la atención con balas y sangre. Este fue un cónclave de gerentes internacionales y sus delegados en la provincia de Buenos Aires de una empresa narco que movía más de 100 millones de dólares.
El encuentro entre varios miembros del cartel se hizo en el country Aguadas, en la localidad de Funes, un lugar selecto en el que viven funcionarios políticos, judiciales y empresarios importantes de la ciudad, que no sabían que sus vecinos estaban preparando uno de los contrabandos de cocaína más grandes de la historia.
En Aguadas había alquilado de forma temporaria una casa en el lote 183, según la causa judicial que está en el Juzgado federal de Campana, Marco Páez, un bonaerense que había convocado Gabriel Nicolau, un narco del conurbano que era, junto con José “Tano” Sofía, un veterano protagonista oriundo de Haedo, los encargados del cargamento en Rosario, cuyos dueños eran los colombianos Newson Cheung Sabogal y Gabriel Londoño Rojas.
Esa mañana del 22 de junio, en la reunión en Aguadas, estaba el representante del cartel internacional Antonio Ramírez Duque, otro colombiano, que seguía de cerca la operación y controlaba a los argentinos. Duque había llegado a Buenos Aires dos días antes y quien lo llevó hasta Rosario en su camioneta VW Amarok fue Nicolau. La reunión, según las tareas de inteligencia que constan en la causa, duró una hora. Las cuestiones importantes se definen sin demasiada charla.
Duque regresó a Buenos Aires y se fue a España, pero un mes después volvió a la Argentina y viajó a otra reunión en Funes. Esta vez el encuentro no se hizo en el country Aguadas, sino en una casaquinta con pileta en calle Tandil al 2400, otra propiedad que habían alquilado de forma temporaria. Una característica que aflora en esta organización es el bajo perfil que pretendían imponer a las gestiones los representantes de este cartel. Por ejemplo, no se alojaban en hoteles, sino que preferían alquilar inmuebles de manera temporaria fuera de Rosario, donde los registros son menos rigurosos. Nicolau dormía en un complejo de cabañas en Victoria, Entre Ríos.
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Al otro día, el 25 de julio, Duque y Nicolau fueron en la camioneta Amarok hasta un galpón en Juan B. Justo 2885, una zona modesta de barrio Empalme Graneros. Allí vive Ramón V., un hombre que se dedica a la herrería, quien habría preparado los dos lugares donde se acopió la cocaína, uno muy cerca de su casa, en Génova al 2400, y otro en la zona sur, a pocas cuadras del Puerto, en Cerrito 17.
En el primero se secuestraron 1.515 kilos de cocaína y en el depósito de barrio República de la Sexta 143 kilos. Este último galpón está ubicado a 400 metros de Terminal Puerto Rosario. En el lugar de acopio, donde se preparaban los big bags de expellets de maíz en Empalme Graneros, se secuestró una camioneta Lifan con un doble fondo, donde estaban escondidos otros 50 kilos de cocaína. Se presume que el herrero había preparado también dos vehículos con esas características.
En la investigación aún no está claro porqué estaba esa cantidad de droga oculta en una camioneta. La hipótesis que desgranó la Policía Federal Argentina es que esa cocaína estaba destina al mercado local. Pero hasta ahora no apareció ningún engranaje rosarino en esta trama. La otra posibilidad que también baraja la PFA es que en esos vehículos hayan ido a buscar a los campos la droga que venía de Bolivia y se arrojaba desde las avionetas. Como la raíz de la investigación nació en Colombia, a partir de la DEA, hay profundas lagunas en la investigación que se realiza en Argentina.
En esos dos lugares, en Empalme Graneros y en el barrio República de la Sexta, trabajó el herrero Ramón V. y allí también fueron Duque y Nicolau a controlar cómo iba la operación.
Ese lugar puede ser clave para relacionar este cargamento de 1658 kilos de cocaína con los otros dos –por un total de 1492 kilos– que se secuestraron luego en los puertos de Santos y Rotterdam. Aunque son dos causas diferentes, los investigadores buscan puntos de contacto porque consideran que los dueños son los mismos: los colombianos Newson Cheung Sabogal y Gabriel Londoño Rojas.
Las dos reuniones que se hicieron en Funes fueron para solucionar algunos problemas que tenían que ver con algo inesperado que había surgido a mediados de marzo y que nada tenía que ver con la droga, sino con una medida del gobierno nacional, cuando decidió cerrar temporalmente las exportaciones de aceite y harina de soja, a las que impuso un incremento en las retenciones. Esto se desprende de las escuchas telefónicas que hay en la causa, a las que accedió AIRE.
Esa decisión derivada del problema macroeconómico que enfrenta la Argentina con la falta de dólares obligó a los narcos, encabezados por Nicolau y Sofía, que eran una especie de representantes de un cartel colombiano en la Argentina, a cambiar el producto que les servía de pantalla y demorar el envío de la cocaína. Como no podían camuflar la cocaína en el cargamento de harina de soja que servía de pantalla, tuvieron que cambiar de producto y a su vez gestionar un nuevo despacho legal vía la Aduana Argentina y España, algo que demoró el envío.
La Policía Federal secuestró el 26 de agosto uno de los cargamentos de droga, que estaba escondido en big bags de expellets de maíz en el galpón de Génova al 2400, el barrio Empalme Graneros, una zona donde esa droga que tenía un valor de más de 60 millones de de dólares esperaba ser exportada por el puerto de Rosario con destino a España y se presume que finalmente a Dubai.
“Vos no mirás el noticiero. El gobierno parece que le quiere aumentar las retenciones, a todo lo derivado de la soja, a la harina de soja también. Entonces, se trabó todo, no dejan hacer exportaciones nuevas, hasta que aumente un 3% más las retenciones”, le explicó Sofía a otro miembro de la banda. Y se excusó: “Esto se escapa de nuestras manos”.
El 13 de marzo pasado, el entonces ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, había dispuesto el cierre momentáneo de las exportaciones de subproductos de soja, como harina y aceite. Esta medida hizo cambiar de planes al grupo narco, que a través de la empresa Pepe Cereales, de Santiago del Estero, pretendía exportar a España un cargamento de harina de soja, que llevaba escondida el cargamento de cocaína.
Esto los llevó a cambiar de planes y elegir el expellets de maíz, un producto que no tenía complicaciones con las retenciones.
La sospecha es que, al tener que cambiar de rubro de exportación, se demoró el envío de la droga. Entre el 21 de junio y el 31 de agosto estuvieron escondidos en Rosario 3.092 kilos de cocaína, un cargamento que cambiaba su lugar de escondite, a la espera de una salida a Europa desde el Puerto de Rosario.
La droga estaba embalada de una manera particular, en bolsos plásticos con cinta y nylon negro y los panes de cocaína tenían un logo o etiqueta que se repetía en las dos cargas: Louis Vuitton, la marca que productos de moda que se fundó en 1854 en París.
Según señalaron fuentes de la investigación, la Aduana argentina envió oficios a las autoridades de los puertos de Santos y de Rotterdam –donde se incautaron 568 y 866 kilos de cocaína, respectivamente– para que realicen peritajes a la droga para determinar si es la misma que también se secuestró en un galpón de Empalme Graneros.
La hidrovía Paraná-Paraguay se transformó en medio de la pandemia en un punto de salida de la cocaína que se consume en Europa y Asia. Si la droga llega a destino, se multiplica entre cinco y diez veces su valor. Desde las terminales de Paraguay salieron durante los últimos dos años unas 40 toneladas de cocaína, que se secuestraron en Rotterdam y Amberes, Bélgica.
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