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De Villa Lugano a Rosario: el fracaso de las políticas contra la violencia en medio de una desigualdad creciente

En sólo una década las miradas se dieron vuelta. En ese momento en Santa Fe se discutía que si no se paraba la violencia "nos íbamos a transformar en el conurbano bonaerense". Esta semana vecinos del barrio Padre Mugica, en Caba, reclamaban seguridad ante el terror que había irradiado una banda narco. Y proferían que no querían convertirse en Rosario.

“No queremos convertirnos en Rosario, donde hay un estado narcocriminal”, gritaba un grupo de vecinos de Villa Lugano, en Capital Federal, que había decidido cortar la avenida 9 de Julio para reclamar seguridad en el barrio Padre Mugica, donde una banda liderada por un narco preso, llamado Dumbo, disparaba contra las casas de los vecinos que lo denunciaban.

La escena daba vueltas un viejo apotegma que irradiaba las discusiones políticas hace poco más de una década en Santa Fe. “Si no paramos esto nos vamos a transformar en el conurbano bonaerense”, era la frase que se agitaba, como un sinónimo de que en la provincia de Buenos Aires reinaba una mafia, como describió Marcelo Sain, quien fue ministro de Seguridad de Santa Fe, en su libro Leviatán Azul, que ponía al descubierto los pactos históricos para controlar los hilos del delito, fundamentalmente, el narcotráfico.

Hace 11 años el Estado decidió cambiar la forma de intervenir en los problemas de seguridad crecientes en ese momento en el segundo cordón del conurbano bonaerense. Era un plan que había pensado Néstor Kirchner –que no lo pudo ver plasmado porque murió ese año,– y que apuntaba a impedir que los problemas de seguridad y violencia se transformaran en situaciones inabordables. La Policía bonaerense tenía en ese momento un 70 por ciento de imagen negativa.

Se eligió a la Gendarmería, que hasta ese momento realizaba otras tareas, como la custodia de las fronteras, para ingresar a esas zonas pesadas del conurbano bonaerense, como Fuerte Apache y Villa La Cava en San Isidro. La consigna era “pacificar”.

Las imágenes mostraban situaciones que hasta ese momento no se habían vivido en la Argentina: gendarmes con armas de todo tipo y camiones blindados ingresando a un barrio, como si fuera un ejército de ocupación. En el imaginario argentino esa era la imagen de lo que pasaba en las favelas de Río de Janeiro.

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En 2010 en Rosario se cometieron 97 homicidios en todo el año. En los últimos cuatro meses y medio se produjeron 93 asesinatos en Rosario, una cifra que marca los movimientos y el crecimiento de la violencia.

Cuando se hablaba de seguridad los debates en la clase política se centraban que no nos teníamos que convertir en el conurbano bonaerense. Un año antes fue detenido por primera vez en Itatí, Corrientes, un hombre que cargaba 76 kilos de marihuana en un Ford Escort que se llamaba Máximo Cantero, el padre de Ariel y Claudio y padrastro de Ramón Machuca: la banda de Los Monos.

Esta semana, los vecinos de Villa Lugano de Capital Federal (el distrito más rico del país y con menor pobreza la mitad que la media del país), donde se encuentra el barrio Padre Mugica, cortaron la 9 de Julio, para reclamar seguridad y pedir que el Estado enfrente a los narcos, que le habían disparado decenas de balazos a la dueña de una barbería. Gritaban: “No queremos convertirnos en Rosario”.

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Esta semana, los vecinos de Villa Lugano cortaron la 9 de Julio, para reclamar seguridad y pedir que el Estado enfrente a los narcos.

Esta semana, los vecinos de Villa Lugano cortaron la 9 de Julio, para reclamar seguridad y pedir que el Estado enfrente a los narcos.

Dumbo es el narco que aterroriza a los vecinos de ese barrio porteño, que ocupó un brazo criminal del líder criminal de la villa 1-11-14 del Bajo Flores Marcos Estrada González, hoy preso en Marcos Paz, donde está detenido Guille Cantero, líder de Los Monos.

El perfil de Dumbo podría ser similar al de Alan Funes, el joven que con su familia dominó el barrio Municipal de Rosario, y esta semana fue condenado a 35 años de cárcel.

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El proceso que se dio Rosario fue muy parecido en materia de intervención del Estado a la del conurbano bonaerense. En 2014 se aplicó un operativo que fue similar al Centinela, cuando el entonces secretario de Seguridad Sergio Berni desembarcó con 3600 gendarmes en la ciudad, con la imagen épica de helicópteros sobrevolando las avenidas, como si Rosario fuera el vietcong de Apocalipsis Now.

Las recetas no funcionaron. La pobreza y la desigualdad crecieron de forma exponencial en estos últimos 11 años, tanto en Villa Lugano como en Rosario. En 2010 la pobreza en la Argentina era del 9,9 por ciento y actualmente es del 42. Los niños, como en ese momento eran Dumbo o Alan Funes, son el grupo de edad más golpeado, casi 6 de cada 10 son pobres. Un 57.7% de las personas de 0 a 14 años no acceden a los ingresos suficientes para adquirir los bienes y servicios esenciales.

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En Villa Lugano como en Rosario pasa exactamente lo mismo. Hay un narcotráfico de supervivencia que ya nadie puede ordenar ni controlar, como ocurría hace una década, cuando la policía era el árbitro del negocio.

En Rosario apareció el sicariato que es a través de la muerta con el que se busca moldear un negocio, que hoy tiene una oferta mucho más amplia que una demanda contraída por la crisis. Ya nadie controla un rubro que mueve mucho dinero y genera un daño severo.

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